Enanos y cabezudos
Enanos, cabezudos, capets, cabuts, capgrossos...: muchos nombres, según el habla de cada lugar, para referirse a un elemento festivo poco conocido. De hecho, las referencias documentales aún no nos permiten seguir su evolución dentro de la fiesta. Aunque normalmente usamos indistintamente las palabras enano y cabezudo para denominarlos, si hilamos fino veremos que hay diferencias entre unos y otros.
Los enanos son aquellas cabezas, a veces con cuerpo incluido, que con una persona dentro aparentan ser una figura humana acortada. Para producir este efecto, la mirilla del portador está en la frente o en el sombrero de la figura.
El cabezudo, en cambio, es una prótesis en forma de cabeza, generalmente humana, que se coloca sobre los hombros del portador y da la impresión de ser un personaje deforme, con la cabeza desmesurada. El portador suele ver por la boca o por la papada.
La función que tienen dentro de la fiesta es diversa. Los hay que abren paso y mantienen el orden en las procesiones y en los séquitos; por eso algunos de los cabezudos más antiguos llevan o han llevado zurriagos, fustas y vejigas para hacer esta función. Otros han representado a personajes concretos, en comparsas teatralmente orquestadas expresamente. Una tendencia reciente es utilizar un cabezudo como elemento de homenaje local.
Mayoritariamente, enanos y cabezudos son elementos vinculados a las colles de gigantes, aunque los hay que pertenecen a comparsas totalmente autónomas.
En Barcelona tenemos constancia de la existencia de cabezudos desde 1769. Una tabla policromada de Joan Amat representa una comparsa de cinco cabezudos que participan en la procesión del Corpus. La ciudad dispuso de comparsa municipal hasta los primeros años del siglo XX. A principios de los años ochenta del siglo XX, el Ayuntamiento quiso recuperar estos elementos. Joan Guillén construyó una nueva comparsa compuesta de una pareja de burgueses y otra de menestrales, que tuvieron una vida en la calle efímera.
Actualmente muchas colles disponen de enanos y cabezudos, si bien, desgraciadamente, la mayoría tienen un papel secundario dentro de ellas.