Teatro religioso
El teatro religioso nace con el objetivo de hacer más comprensibles las funciones litúrgicas y los oficios divinos de la Iglesia católica. En su origen, el propósito era aprovechar la potencialidad de los recursos escénicos y dramáticos, muy rudimentarios, para transmitir el mensaje bíblico, cristiano y de los santos. Era una pretensión parecida a la de los programas pictóricos de las iglesias, que fijaban la iconografía.
A partir del siglo X este género se empezó a expandir, a resultas de la implantación del rito romano y el retroceso del visigodo.
El teatro religioso puede agruparse por ciclos, según la temática. Podemos distinguir, por ejemplo, el ciclo bíblico, el cristológico, el mariano y el hagiográfico (o de la vida de los santos).
De esta tradición medieval, nos han llegado exponentes que se han mantenido vivos, que se han recuperado o que se han recreado. Por ejemplo, del ciclo mariano El Misteri de la Selva del Camp; del ciclo cristológico, las pasiones —tan arraigadas en nuestro país—, los pastorets o El cant de la Sibil·la; finalmente, al ciclo hagiográfico pertenecen propuestas como los retablos de Santa Tecla, en Tarragona, o el de Sant Ermengol, en la Seu d'Urgell.
En Barcelona el canto apocalíptico de la Sibila nos anuncia que llega la Navidad, mientras en los escenarios de las entidades se representan los pastorets. La hagiografía o vida de los santos también tiene importancia, con el retablo de Sant Josep Oriol y el de Santa Eulàlia.