Canción improvisada
Últimamente vemos cómo la canción improvisada va cobrando importancia. De hecho, podemos empezar a mirar esta disciplina de hacer versos como un fenómeno cada vez con más adeptos y practicantes en los Países Catalanes.
Se trata de cantar, pero de una manera singular, porque sobre una melodía ya conocida se improvisa o se glosa una letra creada en ese preciso momento.
Glosa es la palabra utilizada en buena parte de los lugares donde esta actividad se ha mantenido viva. También se llaman corrandes y quien compone una letra y la canta es el corrandista.
Si bien la canción improvisada puede ser considerada un género en sí mismo, tiene variantes territoriales que se definen en clases diferentes de tonadas o melodías. En las Islas Baleares hablamos de glosa; en la Comunidad Valenciana, de las albaes; en el Ebro, de las jotas; en Lérida, los gitanos han cultivado los garrotins; las nyacres, en el Empurdà; y las corrandes las encontraríamos bastante extendidas por todo el territorio de Cataluña. Una atención especial merecen las canciones de pandero, normalmente vinculadas a los mayorales del Roser y que han despertado el interés de etnógrafos y antropólogos, quienes las han convertido en objeto de sus estudios.
Hay encuentros de glosadores o corrandistes al abrigo de una fiesta, en una cena, en una sobremesa de una comida festiva, de un encuentro de acordeonistas o de violinistas... Pueden ser espontáneos, pero también —y cada vez más a menudo— estar preparados y anunciados. Y los que cantan rivalizan entre ellos para hacer que el público se lo pase bien.
Algunos de los encuentros se articulan como un concurso, en eliminatorias donde los corrandistes entablan combates de glosa. El ingenio y la picaresca a la hora de improvisar las letras son las claves del éxito del glosador a fin de que el jurado lo puntúe bien alto.
En torno a esta actividad ha nacido un tejido asociativo que propone ligas y concursos, coordina y publicita los conciertos. Es el caso de Cor de Carxofa.