Cesteros

Cestos, paneras y capazos se han convertido en piezas decorativas de casas y comercios, más que en objetos destinados a los usos que les habían dado en un origen los cesteros —o sargaires, como también se llama a los artesanos que fabrican estos productos—. En Cataluña quedan pocos cesteros, y tienen la misión de poner toda su maestría al servicio noble de hacer sobrevivir un oficio, en competición con las producciones seriadas y a buen precio que nos llegan de los países orientales, muy diestros en la confección de esta artesanía.

Era un oficio muy extendido hasta hace pocos decenios, cuando el plástico se expandió y sustituyó los preciosos cestos por objetos despersonalizados que ya daban el pego. En pocos años se relegaron los sufridos cestos de toda la vida a un papel secundario, si no fueron a parar a las buhardillas de las casas.

La verdadera maravilla de este oficio es que se lleva a cabo de una manera totalmente manual. No se emplea ningún tipo de soporte mecánico, y el utillaje se reduce a herramientas muy rudimentarias. Son las manos del artesano las que, con movimientos precisos y repetitivos y mucha técnica, van tejiendo y dando al objeto la forma adecuada al uso que debe tener.

Actualmente, la cestería también ha despertado el interés de personas que, trenzando mimbres y elaborando cestos, han descubierto una actividad de ocio que les permite desarrollar la creatividad. 

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