Rompiendo falsos mitos
El cambio climático, aunque por fin es un fenómeno reconocido que se ha relacionado directamente con la actividad humana, todavía genera un debate lleno de afirmaciones erróneas que generan confusión. A continuación, se recogen algunos de estos falsos mitos.
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El cambio climático actual es el más acelerado que jamás se haya conocido, y está demostrado que lo ha causado la actividad humana. Así, a pesar de tratarse de un fenómeno que hasta ahora se ha dado de manera natural, su alteración y aceleración ha pasado a ser artificial y, por lo tanto, no justificable.
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Con el ritmo actual de emisiones, en el 2100 incrementaremos entre 3 ºC y 5 ºC la temperatura media del planeta. Estos grados de más implican:
- Una gran cantidad de calor para calentar todos los océanos, la atmósfera y la Tierra. En el pasado reciente de la Tierra, una diferencia de 5 ºC es lo que separa la última glaciación de una época interglaciar.
- Una mayor frecuencia de olas de calor y de días y noches cálidos y tórridos, que afecta gravemente a la salud de las personas y altera los ciclos de la naturaleza y todas las actividades asociadas (alimentación, economía, etcétera).
De hecho, según el informe del Ministerio para la Transición Energética y la Agencia Estatal de Meteorología de diciembre del 2018, Cambio climático: Calentamiento global de 1,5 ºC, medio grado más o medio grado menos también puede ser determinante. Según este estudio, en el 2017 se había incrementado la temperatura media del planeta en un grado centígrado sobre el nivel preindustrial (periodo en que la actividad humana se ha transformado significativamente). En el caso del mejor escenario posible de actuación y minimización de emisiones de gases de efecto invernadero (el escenario comprometido), la temperatura se incrementará hasta 1,5 ºC, con unos efectos claros. Por eso, la adaptación ha pasado a ser una estrategia también muy prioritaria en todas partes. Pasar de 1,5 ºC a 2 ºC supone cambios como pasar de una afectación del 4 % de los ecosistemas a una del 13 %, por ejemplo.
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El CO2 afecta directamente a nuestra salud, pero no por respirarlo sino por los efectos resultantes del aumento de su concentración y el incremento directo de las temperaturas: golpes de calor, fatiga, problemas para descansar, alteraciones del sistema circulatorio, deshidratación, nuevas enfermedades por nuevos vectores asociados (insectos), etcétera. Además, los acontecimientos climáticos extremos, más frecuentes e intensos a causa del cambio climático, también pueden provocar muertes asociadas a inundaciones, huracanes, etcétera. En el caso de la contaminación atmosférica, los efectos sobre la salud están más relacionados con afecciones cardiorrespiratorias e incluso neurocognitivas.
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El principal gas de efecto invernadero generado en una ciudad como Barcelona es el CO2eq, y sus orígenes son diversos, pero se trata principalmente de la quema de combustibles fósiles tanto para circular en vehículo como para tener electricidad y gas en los hogares y refrigerarlos, o para tratar los residuos que generamos, o para fabricar los productos que consumimos. La base es la quema de combustibles fósiles. Nuestra actividad contribuye diariamente a la emisión de gases. En el caso del CO2eq, este contribuye a un fenómeno global (el cambio climático) que tiene efectos locales. En el caso de otros gases contaminantes, como los óxidos de nitrógeno o las partículas en suspensión, entre otros —emitidos sobre todo por la circulación de vehículos de motor por la ciudad—, estamos hablando de contaminación atmosférica que afecta directamente a nuestra salud con su inhalación constante. Sin embargo, la mayoría de las acciones dirigidas a mitigar el cambio climático contribuyen directamente a la reducción de la contaminación atmosférica, y viceversa, aunque hay excepciones, como el vehículo eléctrico (que reduce la contaminación atmosférica local pero, al depender de electricidad generada por combustibles fósiles, sigue contribuyendo al cambio climático).
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La comunidad científica ha considerado varios escenarios posibles de emisiones en el futuro, elaborando hipótesis sobre la evolución del consumo de energía, el crecimiento económico y demográfico del planeta, el uso de energías renovables y nuevas tecnologías, etcétera. No obstante, es difícil predecir cómo evolucionará nuestro modelo socioeconómico de aquí a finales de siglo. El cambio de escala de estas proyecciones para ver qué es el impacto del cambio climático en el ámbito local, como es el caso de Barcelona, implica un segundo grado de incertidumbre. El valor de estos estudios radica en obtener órdenes de magnitud en cada una de las variables climáticas y apuntar tendencias futuras. En todo caso, es la mejor información de que disponemos.
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Las olas de calor son cada vez más frecuentes en Barcelona, y eso es una realidad (enlace). Más que hacer más calor, es que cada vez hará más, hasta llegar a 3 ºC-5 ºC más por término medio; lo que pasa es que este calor se concentra más en periodos concretos (ola de calor) y en momentos del día (especialmente por las noches, hecho que dificulta el descanso nocturno). Quizás recuerdas veranos muy calurosos de hace años, pero lo que está cambiando es el aumento de la frecuencia de estos veranos calurosos. Cada vez serán más habituales y, además, la temperatura en general también será superior.
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En Barcelona ya se está trabajando en todo un sector económico relacionado con las energías renovables, la rehabilitación energética y el desarrollo de instrumentos que permitan una mejor adaptación a las personas más vulnerables al cambio climático. Por otra parte, si se continúa con el sistema económico actual, basado en los combustibles fósiles, en la generación ilimitada de residuos, en el consumo insostenible de agua y de otros recursos como la carne, por ejemplo, las consecuencias que tendremos que asumir y que ya estamos asumiendo no solo empeorarán nuestra economía con unos costes asociados considerables, sino que nuestra calidad de vida se verá claramente perjudicada. El coste de no actuar ya es muy superior al coste de emprender medidas urgentes inmediatamente.
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Precisamente, lo que pretende el Plan Clima es poner sobre la mesa las herramientas existentes en la ciudad de Barcelona (tanto en el propio consistorio como en el conjunto de la sociedad civil organizada y la ciudadanía) para hacer frente a los efectos ya existentes del cambio climático en la ciudad. No podemos esperar que la ciudad se adapte sin emprender medidas y sin concienciar a la ciudadanía de su papel. Por otra parte, hay que impulsar nuevos instrumentos de los que la ciudad de Barcelona no dispone en la actualidad para ser aún más resilientes. Muchas veces se trata de coordinar servicios existentes y reforzarlos con un objetivo común. No siempre se trata de nuevas instalaciones o de grandes inversiones, sino de identificar qué tenemos ahora y cómo se puede gestionar para responder al calentamiento global en nuestra ciudad. Los refugios climáticos son un ejemplo: diez escuelas de la ciudad se convertirán en espacios especiales para facilitar unas condiciones adecuadas en caso de calor excesivo.
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Cuesta entender cómo el cambio climático nos puede afectar directamente más allá del deshielo de los polos o de la subida del nivel del mar, ya que en nuestro caso es el aumento del calor y la disminución de la disponibilidad de agua lo que más nos afectará. Pero aún cuesta más saber qué podemos hacer en nuestro día a día para parar este fenómeno que parece imparable y de carácter completamente global. Y sí, es un fenómeno global pero que tiene repercusiones locales y que está causado por la acción cotidiana. Por lo tanto, sí que hay mucho por hacer, como consumir de manera responsable y consciente (energía, alimentos, agua, productos diversos, etcétera), moverse de manera sostenible (más a pie, en bicicleta y transporte público, y menos en transporte privado motorizado, etcétera) y otras acciones cotidianas que puedes consultar aquí.