Nuestra actividad afecta al clima
Barcelona es una ciudad donde diariamente se dan muchas actividades con un claro impacto sobre las emisiones de gases de efecto invernadero. Gracias a las contundentes medidas de mitigación que la ciudad ha ido desplegando en los últimos años, las emisiones de CO2 han disminuido, especialmente desde el año 2005. Sin embargo, aún se debe reducir mucho más estas emisiones e impulsar la generación de energía de fuentes renovables, que en la ciudad todavía no supera el 5 % de la energía primaria consumida según el mix catalán.
Las emisiones de gases de efecto invernadero relacionadas con la actividad humana provienen, principalmente, del consumo energético (tanto en el momento de la generación como en su consumo final). Así pues, para reducir las emisiones de estos gases, hay que cambiar patrones de consumo energético que afectan a sectores tan diversos como los transportes, la industria, el comercio y servicios, los hogares, las grandes infraestructuras y el tratamiento de los residuos generados. El seguimiento de las emisiones provocadas por estos sectores es clave para liderar las políticas y las medidas más idóneas con el objetivo final de mitigar emisiones y minimizar los efectos del cambio climático.
Emisiones de CO2-e por sectores
En la ciudad de Barcelona, el consumo energético de los transportes es el que más contribuye al total de emisiones, con un 27 %, seguido de cerca por el consumo de energía en el sector doméstico y de los servicios, con un 20,4 % y un 20,5 %, respectivamente. La actividad asociada al puerto y el aeropuerto supone el 13 % de las emisiones, seguida del tratamiento de los residuos sólidos urbanos (RSU), con un 10,5 %, y de la industria, con un 7,6 %.
Los últimos datos energéticos de Barcelona, del año 2017, muestran un consumo de 14.995 GWh de energía final, el equivalente a 9,25 MWh por término medio por habitante, que en emisiones equivale a la emisión de 3.413.260 toneladas de CO2eq, 2,11 toneladas de CO2eeq/hab., considerando el mix eléctrico de Cataluña. En ambos casos se da una reducción, en el periodo 1999-2017, tanto del consumo energético (en un 12,735 %) como de las emisiones derivadas (en un 35,16 %), especialmente desde el 2005, año en que las emisiones y el consumo llegaron a su nivel máximo. Con respecto a este último año, en el 2005, las emisiones de GEI se han reducido en un 32,80 %.
El desacoplamiento del crecimiento económico con respecto al consumo energético se convierte en un objetivo clave de la política energética y climática de la ciudad. Se trata de la intensidad energética de Barcelona (que permite relacionar el incremento del PIB con el incremento del consumo energético), que ha pasado de 261,64 Wh/€, en el año 1999, a 189,83 Wh/€ en el 2017. Esto significa que la ciudad ha sido capaz de consumir menos energía por cada euro generado, y parece que la tendencia es seguir haciéndolo. Se trata de una buena noticia.
En el 2017 se han generado 402,59 GWh a partir del aprovechamiento de energías renovables y residuales locales. Entre las energías renovables y residuales, la principal fuente es la proveniente de la valorización de los residuos sólidos urbanos de la planta de Sant Adrià de Besòs (54 %) y la solar térmica (38 %).
Hay que apostar decididamente por la aplicación de energías renovables, seguir trabajando en la mejora de la eficiencia y fomentar el ahorro energético en todos los sectores.