La figura de Krishna
La colección Folch cuenta con una buena muestra de esculturas que representan deidades hindúes. Fijaremos nuestra atención en una de ellas, el krishna, para intentar aproximarnos a la complejidad de estas creencias, que suponen el tercer conjunto con más seguidores en el mundo.
Esta figura, fechada entre los siglos xii y xiv, representa el Balakriṣna, o Kriṣṇa niño, que al mismo tiempo es una representación del dios Viṣṇu. Proviene de la tierra tamil, al sureste de la India.
En la misma época y región, también eran esculpidas unas figuras muy parecidas, pero que no representan a un dios sino a un santo: el poeta Sambandar, devoto de un dios diferente: Śiva.
Ambas representan a un niño, pero la figura del santo evoca una leyenda que nos dará algunas pistas.
El niño Sambandar se encontraba en el templo de Śiva, y allí Pārvatī, la esposa del dios, le ofreció una copa con leche. El padre de Sambandar, al ver su boca manchada de leche, le preguntó quién se la había dado. El santo señaló hacia el cielo y comenzó a bailar y a cantar una canción de alabanza al dios Śiva.
Así pues, para reconocer si la escultura representa a Sambandar o a Kriṣṇa, es preciso observar la postura de la mano derecha: si señala hacia el cielo, se trata del santo. El gesto que hace Kriṣṇa en esta figura, con la mano abierta, es un signo de protección, aunque podemos encontrar otras representaciones en las que sostiene una bola de mantequilla, en referencia a los pequeños hurtos que explican que realizaba en las casas de su vecindario. Es posible que la confusión de las dos figuras provenga de la similitud de estas dos leyendas.
A pesar de la posición de la mano, son muchos los elementos comunes, como la postura, el tocado, los pendientes o el collar que llevan ambos.
Por Internet se pueden encontrar muchas fotografías erróneamente atribuidas, y las casas de subastas prestan especial atención en señalar los detalles que confirmen la correcta identificación de las figuras que presentan.
Más allá de la mezcla entre un dios y un santo, es importante destacar que Śiva y Viṣṇu son dos de las principales deidades hindúes y hay diferentes corrientes que reclaman que uno u otro es el dios supremo o el más importante. Por ejemplo, la dinastía Chola, que gobernaba los territorios tamiles durante el período del que provienen estas figuras, es considerada shivaita, es decir, seguidora de Śiva.
A las personas europeas, con una cultura dominada durante casi dos milenios por el monoteísmo cristiano, nos resulta difícil entender el politeísmo practicado en la India, donde la existencia de diferentes dioses, con diferentes nombres y cultos locales, puede convivir con ideas más abstractas sobre la existencia de un único dios creador y primordial —o dos, o tres— y una serie de códigos morales y rituales que incluso son compartidos por otras religiones como el budismo, el jainismo o el sijismo.
Los estudiosos explican que las múltiples encarnaciones y representaciones de las deidades indias se deben a diferentes procesos de expansión política y cultural, que hacían que pequeños dioses venerados localmente se asimilaran a dioses considerados superiores. Después de todo esto no es muy distinto a las fundaciones romanas de templos donde los pueblos colonizados veneraban a sus dioses, o a las historias de santos cristianos inspiradas en leyendas paganas.
De hecho, la vida de Jesús es sorprendentemente parecida a la de otros dioses y profetas de Egipto, Oriente Medio o la India, como sería el caso del mismo Kriṣṇa.
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