Cruces de Etiopía
Dra. Ewa Balicka-Witalowska
Instituto de Lingüística y Filosofía, Universidad de Uppsala, Suecia
En Etiopía se venera especialmente la cruz como símbolo por excelencia de la cristiandad y como poderoso signo apotropaico. Es omnipresente en la vida religiosa: se coloca detrás del altar durante la liturgia eucarística y otras ceremonias, es portada en procesión, es utilizada por los sacerdotes para bendecir a los fieles y se le rinde homenaje en dos festividades importantes de la Iglesia: la celebración del hallazgo de la Vera Cruz por parte de la emperatriz Helena y la Exaltación de la Cruz. Todos los etíopes cristianos, en especial las mujeres, llevan pequeñas cruces pectorales, a menudo como complemento de otras tatuadas en la frente, las manos o el cuello. En Etiopía se escribieron importantes textos religiosos y pararreligiosos dedicados a la cruz, y no pocos gobernantes adoptaron como nombre real Gäbrä Mäsqäl, el «Servidor de la Cruz». Esta particular devoción dio lugar a la producción de un sinnúmero de piezas para finalidades litúrgicas o para uso personal. Están hechas de madera, metal, cuero, hierba o piedra, utilizando técnicas diversas, y exhiben una infinita variedad de formas y decoraciones.
En general, se distinguen cuatro categorías de cruces: las cruces de báculo, procesionales, de mano o pectorales. Al primer grupo pertenecen las pequeñas cruces que coronan largos báculos en los que todo el conjunto está forjado a partir de una sola pieza de hierro. Normalmente el báculo está decorado con protuberancias sencillas, aunque algunos ejemplos más suntuosos presentan incrustaciones de cobre, bronce u oro. Estas cruces se relacionan con los monjes peregrinos y las figuras monásticas importantes, pero también se pueden utilizar en la liturgia del altar. Las grandes y elaboradas cruces que se llevan en las procesiones también tienen esta función. Al principio se moldeaban en bronce o cobre, empleando la técnica de la cera perdida, y posteriormente se cincelaron en latón, plata y otros tipos de aleaciones.
Las cruces de mano son objetos personales que poseen todos los eclesiásticos etíopes. Hasta no hace mucho, solía hacerlas el mismo propietario con el material que tenía a su alcance. Utilizadas para la bendición, podemos encontrarlas en el interior de las iglesias, distribuidas alrededor de las ventanas al objeto apotropaico de alejar las influencias malignas, mientras que los ejemplos más grandes se usan como cruces de altar. El elemento característico de estas cruces es el mango, acabado en una base cuadrada, que, si era lo suficientemente grande, también se decoraba o se le incorporaban inscripciones. Las cruces pectorales están hechas principalmente de metal, que puede ser moldeado o cincelado de una pieza. Son las que presentan más variedad de formas y decoraciones, dado que, además del significado religioso, hacen la función de ornamento personal.
La datación de las cruces presenta muchas dificultades. Pocas incluyen inscripciones que nos permitan relacionarlas con las figuras históricas. Los ejemplos que presentan representaciones figurativas se pueden datar valorando el estilo. En cuanto al resto, los criterios que se pueden tener en cuenta, como la preferencia por algunos materiales, formas o elementos decorativos concretos, son menos precisos. En general, la mayoría de las cruces de báculo de hierro son de los siglos xiii o xiv. A este mismo período se atribuyen las procesionales moldeadas en bronce o cobre con la técnica de la cera perdida. Las más tempranas son cruces griegas sencillas acampanadas o con una pequeña cruz central enmarcada dentro de una forma cuadrilobulada, ovalada, circular o de pera. Algunas fueron doradas. Un grupo particular, conocido como las «Cruces de Lalibela», se alejaban de la forma tradicional de la cruz con elementos añadidos de formas elaboradas, arqueadas y angulosas alrededor de la parte central, y motivos decorativos basados en representaciones vegetales y zoomórficas estilizadas. En el siglo xv predominan las cruces adornadas con intricados diseños calados, a menudo en forma de rombo, mientras que en el siglo xvi encontramos cruces de brazos cortos con pináculos elaboradamente entrelazados y un gran cuadrado central decorado con figuras grabadas. En el siglo xviii aparecen las grandes cruces griegas de brazos iguales, moldeadas en cuatro piezas, con escenas figurativas grabadas tanto en el anverso como en el reverso y grandes molduras en el astil. Se denominan gondarinas porque diversos ejemplos pertenecían a las iglesias de Gondar, la capital de Etiopía entre 1630 y 1850, y algunas eran ofrendas votivas de los miembros de la casa real. De este tipo de cruz procesional se hicieron muchas reproducciones y son las que han predominado hasta nuestros días.
Las cruces de mano más antiguas, de alrededor de los siglos XIV y XV, eran de hierro; la parte superior presentaba un diseño calado y el mango acababa en un pequeño cubo. Posteriormente se usaron también el latón, la madera y, ocasionalmente, la plata. El desarrollo formal de este grupo es muy parecido al de las cruces procesionales. Las cruces de mano hechas de madera presentan una diversidad increíble de formas y ornamentación, incluidos los ejemplos pintados y decorados con incrustaciones de vidrio y metal o mangos tallados en forma de figuras humanas. Estos últimos ejemplos son del siglo XIX.
Se conservan muy pocas cruces pectorales, entre otros motivos por la costumbre de enterrarlas con sus propietarios. Se ha sugerido que las tres cruces de cobre de la colección del Instituto de Estudios Etíopes de Addis Abeba (núm. inv. 6722, 4872, 5182), datadas de los siglos xiv o xv, son de las más antiguas. Dos de ellas, una de cobre y la otra de plata dorada, son ejemplos de un trabajo muy refinado y, por el estilo de las figuras grabadas, probablemente daten del siglo xv. Se conservan en la iglesia monástica de Wuqen, en la provincia de Tembien. De esta misma época es una extraordinaria cruz tallada en ébano que se conserva en una colección privada en Francia. Sin embargo, la mayoría de las cruces pectorales que encontramos en diversas colecciones son de los siglos xix y xx. Principalmente de plata o de aleación de plata, se siguen produciendo masivamente y las podemos encontrar en todos los mercados de Etiopía. Algunas incorporan un bastoncillo para limpiarse los oídos porque se cree que, cuando una persona se limpia los oídos, los espíritus malignos pueden entrar en el cuerpo, un peligro que se evita con la cruz. Un grupo interesante que todavía no ha atraído la atención de los estudiosos y de los coleccionistas es el de las cruces de hierba trenzada, a menudo hechas por niños con motivo de las fiestas eclesiásticas.
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