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Las viviendas

Maite Caramés

La representación fotográfica de la arquitectura ha tenido como personaje omnisciente y a la vez ausente a quienes residen en ella. Es este un código convencional, pero también un síntoma de autarquía, como si la vida incorporase desórdenes inaceptables a la precisa concepción de los interiores, como si los destinatarios de los proyectos constructivos fuesen, simultáneamente, sus protagonistas y sus estorbos.

El barroco de la domesticidad en contraste con el minimalismo de lo vacío. La persuasión de ese tipo de viviendas genéricas, habitadas por una clase media acrítica y perfecta, frente a los usos situados e improcedentes de quienes ya están ahí dentro, interactuando. El tuning respondiéndole a la serialidad, los giros culturales deshaciendo el espacio renderizado.

La casa como una máquina de vivir donde se despliegan rituales, tareas, convivencias y formas de exteriorización que diseñan y a la vez reestructuran lo diseñado. Gentes cuyo origen, cuyo salario o cuya extracción social «comunica» mensajes no siempre en sintonía con la idiosincrasia de sus propios hogares.

La idea misma de propiedad y al mismo tiempo el derecho a la vivienda entran en un diálogo complejo cuando observamos desde el voyerismo higiénico o desde la antropología edificante hasta qué punto hay lugares que sin pertenecernos del todo nos definen, sitios que sin determinarnos por completo tampoco queremos abandonar.