El refranero contra las mujeres
Muy a menudo decimos que el refranero tradicional es una fuente inagotable de sabiduría popular, pero hay casos en los que aquello que nos explica ha quedado totalmente desfasado. Ejemplo de ello es la visión que tiene de la mujer, que en la mayoría de dichos y refranes va cargada de tópicos y prejuicios, casi siempre con una opinión peyorativa. De hecho, el refranero habla siempre de las mujeres como esposas y desde un punto de vista muy masculino, como si de escribir la sabiduría popular solo se hubieran encargado los hombres.
Pero la misoginia del refranero no es en absoluto un hecho aislado: en el curso de la historia hay muchas pruebas escritas que manifiestan que la literatura, el pensamiento y la política se han dedicado a despreciar a las mujeres. En el caso de refranero, el conocimiento que propaga parte de un mundo muy rural, y en estas sociedades tradicionales las mujeres tenían un papel muy definido que no empezó a cambiar hasta que llegó la Revolución Industrial. Es buena prueba de ello el hecho de que las mujeres a menudo sean comparadas con animales y utensilios propios de los trabajos del campo: ‘Al que tiene carro y mujer, nunca le faltará qué hacer’, ‘Mujer y caballo, dan trabajo’, ‘Del mismo lugar, ni mujer ni cerdo’.
Si hacemos caso del refranero, la mujer es un ser de una gran inestabilidad emocional, que siempre chilla, llora y, en general, complica la plácida existencia de los hombres: ‘De hombre tiple y mujer tenor, libradnos, Señor’, ‘A toda hora el perro mea y la mujer llora’, ‘Lo que la mujer no consigue hablando, lo consigue llorando’. Además, según la sabiduría popular, las mujeres también son terriblemente fisgonas: ‘Mujer ventanera, o puta o chismosa’, ‘Ningún hombre sabio y discreto dice a la mujer un secreto’.
Pero las cualidades peyorativas de las mujeres no acaban aquí: el refranero también dedica mucho espacio a advertir del peligro que representan: ‘Con mujeres, armas y fuegos, no quieras juegos’, ‘Cartas, dados, mujeres y vino, al rico hacen volver mezquino’, ‘De la mujer que por la calle encuentra a menudo dinero, no te fíes ni gota’, ‘Mujer joven y hombre viejo, no hay en absoluto remedio para él’. Y todos estos motivos, claro está, justifican los abusos y la violencia: ‘A la mujer y a la burra, cada día una zurra’, ‘Riñas entre mujer y marido, de la mesa al lecho’, ‘A pica de agua bendita y a moza de hostal, todo el mundo mete mano’.
Pero si hay un apartado en que el refranero es especialmente extenso es el que nos habla de la ineptitud de las mujeres para ejercer el poder. Así se puede oír: ‘Casa donde gobierna la mujer, no suele ir bien’, ‘Allí donde mandan mujeres y labran vacas, mal año asegurado’. Y si además las mujeres se tienen que entender entre ellas, todavía es peor: ‘Cien amas de un corral, cada una dice su cantar’, ‘De mujeres en una casa, con una hay poco; con dos, demasiado’. Solo hay una situación que hace que una mujer pueda mandar y ser respetada: si tiene dinero. Entonces se dice: ‘En casa de mujer rica, ella manda y ella grita’.
Según el refranero, pues, ¿cómo debe ser una mujer virtuosa? A grandes rasgos, delgada, joven y fina: ‘A la mujer, búscala delgada y limpia, que grande y sucia ya se vuelve’, ‘A la mujer la tienes que juzgar al verla andar’, ‘Mujer y sardina, cuanto más pequeña, más fina’, ‘Bestia pequeña y mujer grande, sacádmelas de delante’. Eso sí, las mujeres como es debido cuestan mucho de encontrar: ‘Encina y mujer, de cien, una buena’. Y, para evitar que la mujer descarrile, debe estar en casa y muy ocupada: ‘Mujer ociosa no puede ser virtuosa’, ‘Mujer aficionada a los bailes, para casa no tiene trabajos’, ‘Mujer brincadora, ni en casa ni en misa’.
Los refranes han sido extraídos de esta selección de Amnistía Internacional.