La Tarasca de Barcelona, denominada Cuca Fera en algunas épocas, es una bestia con cabeza de felino humanizado y cuerpo de tortuga que tiene una doble función: echa fuego en los correfocs y espectáculos pirotécnicos y tira agua y caramelos en los pasacalles y actos protocolarios. Forma parte del Séquito Popular de Barcelona y del bestiario histórico, y es portada siempre por la colla de la Barceloneta.

El origen de la figura se tiene que buscar en una leyenda de la población provenzal de Tarascón, que cuenta que había una bestia que vivía entre la niebla y las aguas turbias de los pantanales y que tenía a la población aterrorizada porque se dedicaba a devorar a jóvenes doncellas. A raíz de esta historia, el personaje se hizo muy popular y se extendió por toda Occitania y parte de la Corona Catalano-Aragonesa. En algunos sitios, ha llegado hasta hoy en forma de elemento festivo.

La información de la Tarasca como pieza de la imaginería festiva barcelonesa es incierta, a menudo porque se ha confundido con otros elementos del bestiario. De hecho, los escribanos castellanos, que ignoraban el patrimonio festivo barcelonés, tendían a denominar tarasca a cualquier elemento del bestiario que les fuese ajeno.

En la década de los noventa del siglo XX, aprovechando el impulso del proyecto de recuperación de la imaginería festiva de Ciutat Vella, decidieron crear la Tarasca a imagen de la figura que hay en Tarascón, con un parecido considerable. Se responsabilizó de ello la Associació de Geganters, Grallers i Bestiari de la Barceloneta, que encargó la tarea de construirla a Xavier Jansana. Estrenada en 1993, enseguida pasó a formar parte del Séquito Popular de Barcelona y le compusieron una danza: el baile de la Tarasca.

La figura se puede visitar durante todo el año en la Casa de los Entremeses, donde está expuesta con gran parte de la imaginería festiva de Ciutat Vella.