Por Sant Jordi, ¿dulce o salado?

Aunque los elementos protagonistas de la fiesta de Sant Jordi son indiscutiblemente las rosas y los libros, estos últimos tiempos la gastronomía ha ido ganando peso en la celebración. Cada año, alrededor de la festividad, las panaderías y las pastelerías de toda la ciudad se llenan de panes y pasteles variados.

Hay muchas variedades de pasteles de Sant Jordi y cada pastelero juega con la imaginación para recrear los elementos más distintivos. Uno de los más frecuentes se inspira en una receta del siglo XIII y se empezó a comercializar hacia los años cuarenta y cincuenta del siglo pasado. Se elabora con placas rectangulares de brazo de gitano rellenas de nata, yema de huevo y trufa que se decoran con las cuatro barras y algún motivo de Sant Jordi.

Los pasteleros cada año presentan nuevas propuestas, a veces muy creativas. Siempre juegan con los motivos de la festividad, hay pasteles que intercalan capas muy finas imitando las páginas de un libro u otros que juegan con los colores de la bandera. También los hay en forma de rosa, de corazón o de dragón y los más atrevidos juegan a hacer comestibles los pétalos de rosa bañándolos en almíbar.

El pan de Sant Jordi, otro de los manjares tradicionales de la festividad, es invento de un panadero barcelonés que ha hecho fortuna. Fue creado en 1980 por Eduard Crespo y difundido bajo el amparo del Gremio de Panaderos de Barcelona, que hacía tiempo que buscaba una manjar específico para la fiesta. Es un pan de payés hecho con dos masas diferentes, una de sobrasada y otra de queso, dispuestas de una manera que, al cortarlo, queda el dibujo de las cuatro barras de la bandera.