Tres Reyes
Imatge destacada
El Evangelio de Mateo es el único relato bíblico que recoge la llegada de unos magos que seguían un lucero para encontrar a un niño que iba a convertirse en el Mesías. Como el original del evangelio fue escrito probablemente en arameo, la traducción al griego de la palabra mago es confusa y puede tener diversos significados y matices. Por ejemplo, puede traducirse por sabio, hombre de ciencia, brujo, matemático, etc.
Este texto tampoco menciona cuántos magos o sabios había y, aún menos, cómo se llamaban. Solo nos indica dos elementos simbólicos destacables. En primer lugar, que provenían de Oriente, de donde sale el sol, es decir, que traían la luz. En segundo lugar, que llevaban obsequios para honrarlo: oro, incienso y mirra. El oro, como ofrenda a quien tiene el poder en la tierra, es decir, a un hombre; el incienso, que se eleva, como referencia a la condición divina del honrado; y, finalmente, la mirra, un producto aromático que se usa para embalsamar y que recuerda, pues, la condición mortal del Mesías.
En el siglo IV se fijó el número de magos: tres, por analogía con el presente. Más tarde, les dieron los nombres de Melchor, Gaspar y Baltasar. El primer testimonio onomástico lo encontramos en San Apolinar el Nuevo, en unos mosaicos de Rávena.
Melchor es representado como un hombre de edad con barba y pelo largo y blanco; Gaspar es un hombre maduro de barba y cabellera rubias; y, finalmente, Baltasar es el rey negro, incorporado a esta tradición en el siglo XIV y totalmente asimilado en el XVI. Hay quien ve en esta iconografía las diversas partes del mundo conocidas y hay quien cree que representa las edades del hombre.
La Iglesia católica celebra la solemnidad de los Reyes, denominada epifanía, el 6 de enero. En la víspera, el día 5, es tradición que lleguen a las poblaciones a llevar juguetes, golosinas y más obsequios a los niños.
Actualmente, los Reyes son recibidos en las cabalgatas, una tradición relativamente reciente: la primera fue en Alcoy en 1885 y en el Principado, en Igualada en 1895. En algunas poblaciones, son recibidos con luz de antorchas y farolillos, un vestigio de una antigua costumbre, cuando los niños salían al bosque, a la playa y a otros lugares a hacer señales de luz y mostraban el camino a los Reyes para que no se perdieran.