La sardina es un pescado azul que, aparte de sus propiedades organolépticas y nutritivas, es usada en uno de los rituales más crípticos del carnaval y de una cierta complejidad interpretativa: el entierro de la sardina. Esta ocurrencia es una de las ceremonias que marcan el fin o la muerte del carnaval.

Una sardina vestida de una manera llamativa y atada a una caña que se entierra después de una merienda colectiva se presta a muchas interpretaciones. Hay quien hace una lectura sexual e identifica el pez con los genitales masculinos, lo que haría alusión a la abstinencia de prácticas sexuales preceptuadas por la Cuaresma.

Antiguamente esta práctica no se hacía con un pez, sino con una canal de cerdo que, una vez cortada, adquiría la forma de una sardina gigante y que también se denominaba sardina. En este caso se enterraba la grasa, el periodo de atracones y excesos, para empezar a comer de vigilia en el periodo cuaresmal.

Parece que la costumbre, bien establecida en la Península, no llegó a Cataluña hasta mediados de siglo XIX, cuando arraigó con fuerza en los entornos urbanos. En Barcelona los parques públicos son los lugares predilectos para esta práctica, en la que procesiones de escolares van a merendar y a decir adiós y hasta el año que viene al carnaval enterrando la sardina.