Llufa
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El 28 de diciembre se celebra la festividad de los Santos Inocentes, que rememora una antigua tragedia: el degollamiento de un número muy elevado de niños menores de dos años en Judea. Quien ordenó aquel asesinato en masa fue Herodes, con la pretensión de matar al niño Jesús, por miedo a que le usurpara el trono.
Es tradición que por esta festividad se hagan bromas, gracias, mofas, etc., que denominamos inocentadas. Normalmente, las víctimas son los más débiles del entorno, quién sabe si en recuerdo de los niños sacrificados. En los talleres y fábricas era habitual que los aprendices fueran los destinatarios de la vejación de sus superiores, que les pedían tareas imposibles o ridículas.
Una de las bromas más conocidas y extendidas es la de colgar llufes. Actualmente una llufa o maza es una silueta de papel, normalmente de diario, recortada con forma de persona. Sin embargo, antes se había hecho con hojas de col o de acelga, pieles de conejo, etc.; es decir, cualquier cosa que fuera de poco peso.
Para colgar una llufa solo hay que buscar y escoger a una víctima. Cuando la tengamos, nos acercamos y, con todo el cuidado del mundo, a fin de que no se dé cuenta, se la enganchamos en la espalda. Si se hace correctamente, el sacrificado exhibirá la llufa un buen rato y será el hazmerreír de la gente hasta que alguien lo haga percatarse de la trampa.
Seguramente se llaman llufes porque son objetos de poco peso y porque presentan una analogía con las almas de los degollados y con los espíritus etéreos, que se cree que vagan los últimos días del año.