Hoguera de San Juan
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Dicen que el fuego echa a los malos espíritus, purifica, protege y regenera. Durante la noche de San Juan, las hogueras se encienden cuando el sol se pone y se alimentan hasta bien entrada la noche, o la madrugada, con todo tipo de trastos combustibles. Atraída por el magnetismo del fuego, la gente se reúne, canta y baila alrededor de ellas..., y los más atrevidos saltan por encima o pisan las brasas. Antiguamente, en Barcelona había una gran competencia entre las hogueras y a menudo se establecía rivalidad entre los grupos, que se birlaban la madera mutuamente para que su hoguera fuera la más grande.
La relación entre el fuego y el solsticio de verano viene de muy lejos: se sabe que las civilizaciones mediterráneas más antiguas ya celebraban la noche más corta del año encendiendo hogueras. En el curso de la historia el rito ha pervivido en las diversas circunstancias: se cristianizó al final del Imperio romano, se mantuvo más adelante gracias a la permisividad cultural de los árabes y, en épocas más duras, sobrevivió por su arraigo en el ámbito familiar. El hecho es que la tradición de los fuegos se mantiene bien viva gracias al contenido social, colectivo y ceremonioso que lleva implícita.
Una variante de las hogueras de San Juan son las fallas, unos troncos que, en algunos pueblos de los Pirineos, se bajan encendidos a los hombros o rodando por las montañas hasta la plaza, donde se apilan para formar hogueras.
El uso de pirotecnia es uno de los derivados del ritual de los fuegos: la noche de San Juan se encienden bengalas, petardos, truenos voladores, tracas, pequeños volcanes, cohetes sorpresa, ruedas, bombillas, silbadores y fuegos artificiales, que aportan ruido y luminosidad a la fiesta. Recuerda qué dice el refrán: "Qui encén foc per Sant Joan no es crema en tot l'any" (quien enciende fuego por San Juan no se quema en todo el año).