El flautín es un instrumento aerófono, de madera, que pertenece a la familia de las flautas y tiene la embocadura biselada. Es típico de la cobla, donde el músico lo toca con la mano izquierda mientras con la derecha percute el tamboril que le cuelga del brazo izquierdo. Dentro de la cobla, se encarga de las tradicionales tonadas de introito y contrapunto de las sardanas. A pesar de no tener, generalmente, un papel protagonista, a menudo los compositores le otorgan pequeñas intervenciones ornamentales o pasajes de ambientación bucólica.

Suele estar fabricado con madera de ébano y tiene una longitud de entre 22 y 25 centímetros. Generalmente dispone de ocho agujeros ―cinco en la parte anterior y tres en la posterior―, que se tapan y se destapan con la mano izquierda cuando se hace sonar. A finales del siglo XIX se añadieron tres llaves para mejorar el cromatismo, y en los años cincuenta Josep Plans ideó una cuarta llave. Dentro de la formación de la cobla, el músico que toca el flautín también se encarga del tamboril y se sienta en la primera fila empezando por la izquierda.

La historia del flautín en nuestro país viene de lejos: los pastores utilizaban versiones rústicas hechas de caña y con una longitud y un número de agujeros muy variables. Por eso es uno de los instrumentos más representativos de la música popular catalana. En el curso de los años ha tenido una aplicación muy diversa: formaciones de juglares, coblas de tres cuartillos, medias coblas y también la modalidad del flabioler solitario para acompañar bailes de gigantes, figuras y cantos.