San Cristóbal, el gigante que se paseaba por la Rambla
06JUL2017
San Cristóbal, el gigante que se paseaba por la Rambla
El 10 de julio se celebra la festividad del patrón de los conductores y, en general, de los viajeros. Pero, ¿sabíais que la tradición dice que san Cristóbal era un gigante? ¿Y que, en la Barcelona del siglo XIX, se decía que cada año llegaba a la ciudad en barca y subía a pie Rambla arriba?
La leyenda cuenta que Cristóbal era un cananeo peculiar que vivía en tiempos de Jesús y que aprovechaba su altura desmesurada, de más de dos metros, para ayudar a los viajeros a cruzar un río especialmente peligroso. Entre estos viajeros, un día encontró un pequeño que, pese a ser un niño, resultó para el gigante una carga especialmente pesada. Era, según la tradición, un niño Jesús que llevaba a la espalda el peso de todos los pecados del mundo, de ahí la dificultad del gigante para transportarlo. De hecho, el nombre "Cristophorus" significa en griego "portador de Cristo".
Una historia como esta convirtió la figura de Santo Cristóbal en patrón de cualquier que tuviera que salir de viaje y, ya en tiempos modernos, en el protector de los conductores de automóviles y de todo tipo de vehículos, incluyendo los ciclistas.
La advocación del santo, sin embargo, es mucho más antigua. Además de patrón de los viajeros, se le invocaba a menudo como protección contra las plagas y enfermedades y, además, era patrón de los cerrajeros, que tenían su sede en la calle del Regomir (donde está la capillita de san Cristóbal). Durante la fiesta del santo, el 10 de julio, era costumbre regalar abanicos a las mujeres que, a su vez, regalaban silbatos a los hombres. La fiesta empezaba cuando todos los hacían sonar simultáneamente, así que era considerada una celebración más bien ruidosa.
También era costumbre que el día de san Cristóbal, preferentemente a mediodía, se tomara un baño de mar, que protegía a los bañistas del riesgo de morir ahogados durante aquel año.
Con la llegada de los primeros automóviles, san Cristóbal retomó su tarea de protección a los viajeros y la adaptó a los nuevos tiempos, ya como patrón de los aún recientes vehículos a motor. De hecho, entre los primeros barceloneses motorizados que se acogieron a la protección de san Cristóbal se cuenta el artista Santiago Rusiñol que, acompañado de los pintores Ramon Casas y Miguel Utrillo, ya habría recibido la bendición en la capilla de san Cristóbal de la calle del Regomir en los primeros años del siglo XX.
Aún hoy, la pequeña capilla situada donde estaba el portal de Mar de la primera muralla romana de Barcelona (el camino hacia el puerto era en aquel tiempo un lugar muy transitado) ve desfilar vehículos por delante de su puerta para conmemorar la fiesta cada 10 de julio. Los vehículos son bendecidos y reciben un brote de espliego y una estampita. Durante el día se organiza también un encuentro de vehículos antiguos que, desde la plaza de Sant Jaume, circulan por las calles del barrio pasando ante la capilla.
Las tradiciones barcelonesas sobre san Cristóbal, sin embargo, son más antiguas y más curiosas aún. Y es que, años antes de que se convirtiera en patrón de los conductores de vehículos de motor, en el siglo XIX, se creía que cada 10 de julio, a las 12 del mediodía, san Cristóbal llegaba en barca al puerto de Barcelona y, cargando al niño Jesús a sus espaldas, subía Rambla arriba hasta llegar a la parte superior del paseo, donde se desvanecía hasta el año siguiente. Si algún barcelonés lo veía durante su paseo por la Rambla, disfrutaba de buena suerte durante los doce meses siguientes.
Cuenta el folklorista Joan Amades que, en aquel tiempo, era costumbre que los barceloneses jóvenes que habían pedido una gracia a san Cristóbal y les había sido concedida, recorrían arriba y abajo la Rambla y las calles del centro de la ciudad... cargando a algún amigo suyo a las espaldas, tal como había hecho san Cristóbal con el niño Jesús. Eran los llamados "tòfols" o "tofolets", una palabra que ha acabado figurando en el diccionario catalán como sinónimo de "bobo" o "tonto".