26JUN2016
Dentro de la exposición Terra de Canterers, que todavía se puede visitar el museo de Montjuïc, se puede encontrar un apartado dedicado al oficio de los zahoríes, especialistas en encontrar aguas subterráneas.
Terra de Canterers es una de las dos exposiciones temporales con las que se abrió la cuarta planta del renovado Museo Etnológico, y está dedicada al agua, su obtención y su transporte y almacenamiento. La mayor parte de la muestra está dedicada a la alfarería, su elaboración y los diferentes usos que históricamente se le ha dado. Pero un par de vitrinas y un audiovisual están dedicados a las formas tradicionales que se han utilizado para localizar agua en entornos agrícolas.
La radiestesia o rabdomancia es la técnica que utilizan los zahoríes. Esta última palabra procede del árabe zahurí, que significa "iluminado", mientras que las dos primeras son los términos en latín y griego, respectivamente, y se corresponden con un registro más culto.
El uso de esta técnica está documentado desde muy antiguo, y se puede reconocer en diferentes leyendas. La relación con la religión es tan presente como ambigua, con santos de evidentes habilidades rabdománticas, como Sant Magí o el propio Moisés, pero también con prohibiciones explícitas, desde el antiguo testamento. Estas prohibiciones, que coinciden en señalar la práctica como pagana o demoníaca, no ha impedido que algunas comunidades de monjes se convirtieran en especialistas.
Desde la ilustración y el nacimiento de las ciencias modernas, también han existido dos corrientes contradictorias. Una ha intentado dar explicaciones físicas al fenómeno, y ha aportado el nombre radiestesia, que significa "percepción de los rayos", entendiendo por rayos las diferentes fuerzas, principalmente magnéticas, que supuestamente interactúan con el zahorí y sus herramientas para indicar la existencia de agua, minerales u otros elementos. Este tipo de explicaciones científicas han sido incorporadas por los mismos zahoríes, que han ido sustituyendo las interpretaciones de tipo mágico por otras más racionales.
Por otra parte, el consenso académico señala que estas técnicas no tienen ninguna base científica, que se trata de supersticiones o directamente de un engaño.
Desde el punto de vista de la antropología, el interés no consiste en juzgar si la radiestesia tiene base científica o no: lo importante es que hay personas que la practican y otros que aún solicitan sus servicios e incluso los pagan. La obra más actual sobre el tema en nuestro país es fruto de una estudio realizado por Rosa María Canela y que se publicó bajo el título de Bruixots de l'aigua. Els saurins a Catalunya (Brujos del agua. Los zahoríes en Cataluña) en el año 2010. Además de una búsqueda histórica y documental, incorpora diferentes entrevistas a zahoríes activos en la actualidad, que ofrecen una explicación de primera mano de su oficio y los dones que les permiten llevarlo a cabo.
Mientras los escépticos señalan las incongruencias físicas de la radiestesia, la observación de sus prácticas evidencia que los zahoríes acumulan toda una serie de conocimientos complementarios que efectivamente les permite localizar pozos de una manera mucho más eficiente y económica que las prospecciones de tipo científico, del mismo modo que un médico puede diagnosticar la gripe sin la necesidad de demostrar empíricamente que el virus está presente en nuestro cuerpo.
Otra función social de los zahoríes, que ellos mismos reconocen, es la de actuar como intermediarios entre los perforadores de pozos y sus clientes, de tal forma que, en caso de no encontrar agua, siempre podrán atribuirlo a la falta de pericia de los iluminados. El hecho es que algunos perforadores siguen contratando zahoríes, que con sus artes consiguen convencer a los agricultores que se está realizando un trabajo bien hecho.