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Los días epagómenos del calendario republicano

14SEP2016

Reloj de base decimal

Entre 1793 y 1806, en Francia, estuvo vigente un calendario que intentaba racionalizar el año y culminaba al final del verano con cinco o seis días de celebración que no pertenecían a ningún mes.

Más allá de la herencia cultural y política, uno de los elementos más cotidianos que nos dejó la Revolución Francesa es el sistema métrico decimal. Mucho más efímera fue la traslación de sus principios en la medida del tiempo, que no sólo afectaban a las semanas y los meses sino también a las horas, los minutos y los segundos.

Todas las culturas, al tener que medir el tiempo, han partido de tres unidades naturales: la sucesión del día y la noche, el ciclo de crecimiento y mengua de la luna y el paso de las estaciones. Pero estos fenómenos, que se corresponden con la rotación de la Tierra -el día- la traslación de la luna alrededor de la Tierra -el mes- y la traslación de la Tierra alrededor del Sol –el año- no encajan entre sí de una manera exacta.

Durante los últimos meses hemos conocido celebraciones que no se pueden fijar en una fecha de nuestro calendario -el Ramadán  musulmán, el Qi Xi chino y el Krishna Janmashtami hindú-, ya que se rigen por otros calendarios que son lunares, es decir, donde los meses se corresponden exactamente con las fases de la luna, y en los que, mirando al cielo nocturno, podemos saber a qué altura del mes nos encontramos. El problema de estos calendarios es que doce meses tienen una duración de 354 días, once menos de los necesarios para completar la traslación de la Tierra alrededor del Sol, y por tanto se avanzan año tras año respecto a las estaciones. Algunos calendarios lunares, para evitar este desfase, añaden periódicamente un decimotercero más, con una lógica similar a la de nuestros años bisiestos, pero aún así resulta muy difícil calcular, a partir del calendario, cuando son los solsticios y equinoccios que marcan el cambio de estación.

Calendario republicano

El calendario que nosotros utilizamos, de origen romano y reformado en el siglo XVI por el Papa Gregorio XIII, se inspira en el que ya usaban los egipcios, y prima el ciclo solar por encima del lunar, de modo que nuestros meses ya no se corresponden con las fases de la luna. El único vestigio que conservamos del antiguo calendario es la semana, que se basa -de una manera muy inexacta- en las cuatro fases que completan el mes lunar.

El cambio que intentaron introducir los republicanos franceses era en realidad un retorno al modelo egipcio. El año se dividía en doce meses idénticos, de treinta días, y los cinco o seis días que faltaban para completar el año solar eran días especiales. Pero mientras para los egipcios estos días eran funestos y de mala suerte, los revolucionarios decidieron convertirlos en días de celebración: las fiestas de la virtud, el genio, el trabajo, la opinión y las recompensas. En los años bisiestos se añadía un sexto día dedicado a la revolución. Estos días eran conocidos como complementarios, epagómenos -que tiene el mismo significado en griego- o sans-cuolttides, en honor a los sans-culottes, los revolucionarios de las clases populares.

También quisieron secularizar el calendario, cambiando el nombre de los meses e incluso de cada uno de los días, dedicándolos a fenómenos meteorológicos, animales, plantas, utensilios y tareas agrícolas. Otro cambio importante fue reformar la semana y alargarla hasta diez días, de forma que cada mes incluyera tres y siempre comenzara en el primer día de la semana.

Finalmente, el día contaba con sólo diez horas -por tanto mucho más largas que las nuestras- que se dividían en 100 minutos y 100 segundos. Los relojes que se fabricaron para seguir este nuevo sistema no tuvieron mucho éxito, aunque su base decimal facilitaba mucho el cálculo del tiempo.

Así pues, si este calendario se hubiera extendido y conservado, en el día 15 de septiembre terminaría el mes de fructidor, último del año, y después disfrutaríamos de 6 días festivos antes de que empezara el año con el mes vendimiario, justo en el día del equinoccio de otoño.

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Museu Etnològic i de Cultures del Món

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