22SEP2016
Los patronazgos locales son una tradición muy arraigada en el cristianismo, pero su origen e historia son muy diversos. En Barcelona contamos hasta media docena de patrones y patronas.
Este fin de semana se celebran las fiestas de la Mercè, pero ya sabemos que no se trata de la única patrona de la ciudad. Las fiestas de Santa Eulalia se han recuperado en los últimos años, pero estas no son las únicas patronas que ha tenido la ciudad a lo largo de los siglos.
Actualmente, en un contexto laico, las fiestas patronales no tienen prácticamente ninguna connotación religiosa, más allá de actos litúrgicos de carácter muy secundario, pero para conocer sus orígenes hay que entender cómo el cristianismo era vivido en otros tiempos.
La veneración de los santos y santas, así como el culto a diferentes advocaciones o avatares de Cristo y de la Virgen son una reminiscencia de las religiones politeístas, las habituales en el ámbito mediterráneo antes de la llegada del cristianismo y posteriormente del Islam . El politeísmo pagano se caracteriza por la proliferación de cultos locales o sectoriales -por oficios, por ejemplo- y una relación funcional con las deidades, que son empleadas según los intereses de los creyentes para obtener favores, gracias y privilegios. En contra de la doctrina monoteísta, diferentes iglesias han tenido que aceptar -y también han aprovechado- la devoción de la religiosidad popular hacia estas figuras.
Uno de los rasgos que evidencian esta continuidad entre el paganismo y el cristianismo -y que las diferentes corrientes protestantes erradicaron en mayor o menor medida- es la atribución de los templos a diferentes santos, tal como los antiguos los dedicaban a algún dios de su panteón . Al ser los templos unos centros importantes para la cultura, la política y la economía, los santos o vírgenes que se veneraban se convertían en símbolos de la ciudad. Un buen ejemplo sería el del Partenón de Atenas, que fue convertido en iglesia y dedicada a María, que compartía con Atenea, la diosa griega protectora de la ciudad, el hecho de ser vírgenes.
En el caso de Barcelona, encontramos un ejemplo que responde a esta identificación entre el templo y la ciudad. La catedral de Barcelona estaba dedicada a la Santa Cruz, pero, en una clara operación propagandística, el obispo Frodoí descubrió -muchos historiadores dicen que más bien inventó- los restos de Santa Eulalia. Los estudiosos señalan que la vida de la niña mártir barcelonesa está claramente inspirada en su equivalente de Mérida, pero, en el contexto del siglo IX, el hallazgo servía para otorgar prestigio y poder a su diócesis. Para entender lo comunes que eran este tipo de operaciones, se puede señalar que el descubrimiento del sepulcro de Santiago en Galicia es contemporáneo. Santa Eulalia llegó a ser un símbolo importante de Barcelona, hasta el punto de aparecer en el pendón que representaba la ciudad en su defensa militar.
Otro tipo de patrones son aquellos que eran elegidos como protectores de la ciudad. En el caso barcelonés destacan Sant Roc, Sant Cristòfor y Sant Sebastià, que eran invocados para defenderse de las pestes y otras calamidades. Es interesante señalar que se trata de tres santos muy diferentes: uno medieval, uno que forma parte de las leyendas apócrifas sobre Cristo y un mártir romano.
Esta fue también la función de Santa Madrona -muy vinculada al mar y a la montaña de Montjuïc - y de la Virgen de la Mercè, que inicialmente fue admitida como protectora por haber salvado la ciudad de una plaga de langostas. Su ascensión hasta patrona indiscutible tiene mucho que ver con el papel destacado de Eulalia como símbolo de la defensa barcelonesa en 1714 y la voluntad de las autoridades de borrar su recuerdo. No sería hasta 1868 que la Mercè fue declarada patrona por el Papa Pío IX. A partir de las décadas siguientes se empezarían a celebrar unas fiestas en su honor, siempre impulsadas por el consistorio y sin ninguna base tradicional ni popular.