Hadaka Matsuri o el Festival del Hombre Desnudo de Okayama
15FEB2018
El tercer sábado de febrero, precisamente en una época del año especialmente fría en Japón, un buen número de hombres prácticamente desnudos se enfrentan en una frenética competición de origen religioso. Es el llamado Hadaka Matsuri o, como se conoce en Occidente, el Festival del Hombre Desnudo.
Okayama es la más conocida, pero no la única, de las localidades donde se celebra esta fiesta, una de las celebraciones más excéntricas, cuando menos a nuestros ojos, del calendario japonés. Tiene lugar hacia el final del periodo festivo del Año Nuevo y cuenta con una historia larga que se remonta 500 años atrás.
Todo ocurre en el templo Saidaiji de la localidad de Okayama y los protagonistas son miles de hombres de todas las edades (se calcula que unos 9.000 a pesar de que la cifra, claro está, varía cada año) que desafían las bajas temperaturas y, vestidos sólo con un fundoshi, una mínima prenda de ropa que les cubre los genitales y que recuerda a la que visten los luchadores de sumo, luchan desesperadamente por conseguir unos pocos talismanes que han sido lanzados entre la multitud.
El origen de la fiesta, que en su versión más conocida, la de Okayama se conoce también con el nombre de Saidaiji Eyo, es la costumbre que, tras un riguroso entrenamiento ascético, los hombres que habían participado en el mismo lucharan por conseguir uno de los Go-o o talismanes de papel que las autoridades del templo les lanzaban.
Al conseguirlos, los afortunados (o fuku otoko, en su denominación japonesa) se aseguraban un año de buena fortuna, de ahí los grandes esfuerzos que los participantes invertían en conseguirlos y que acababan a menudo... con los talismanes rasgados y ningún vencedor visible.
Con los años, los Go-o de papel han sido sustituidos por los shingi, unos palos de madera de 4 por 20 centímetros, más resistentes, que quienes tienen la fortuna de conseguir deben clavar en una caja llena de arroz. Sólo son dos palos, así que, aunque además de los shingi se lance también a la multitud un centenar de pequeños talismanes de la suerte, resulta fácil volver a casa con los bolsillos vacíos. Especialmente porque cada año son más los japoneses que participan en la fiesta. Y buena parte de ellos consumen grandes cantidades de alcohol o sake, que es el nombre japonés que designa las bebidas alcohólicas en general, lo que hace la lucha aún más enconada.
Hoy (este año la fiesta se celebra el 17 de febrero) esta curiosa tradición japonesa se ha hecho famosa en todo el mundo. Tanto es así que en los últimos años siempre hay unos cuántos occidentales que, dejando de lado el temor a un constipado y vestidos sólo con el fundoshi, se lanzan a competir por los talismanes. Es poco probable que uno de estos visitantes consiga la codiciada pieza, pero como mínimo todos pueden participar en la celebración, que continúa por los alrededores del templo con todos los participantes lanzándose agua mútuamente, en una especie de ritual de purificación.
Y es que la fiesta se ha convertido en toda una atracción turística, hasta el punto que el templo cobra entrada (más cara en una silla y más barata de pie) para ver el ritual. Además, se han añadido a las celebraciones tradicionales otras nuevas, como una versión para chicos de escuelas primarias que se celebra el mismo día, durante la tarde, y en la que los participantes compiten por galletas de arroz, en el caso de los más pequeños, u otros pequeños "tesoros", siempre de forma cilíndrica, en el caso de los más mayores.
Tras la competición dirigida a los muchachos, el lanzamiento de fuegos artificiales y un festival de danzas tradicionales a cargo de universitarios de la localidad, las mujeres ofrecen un concierto de percusión, con el cual animan, justo antes de que empiece la parte más destacada de la fiesta, a los hombres que participarán después en la lucha desesperada por convertirse en un fuku otoko y disfrutar, así, de un año de bendiciones.
Pero, además de la de Okayama, existen otras versiones de la fiesta que se celebran en otros templos y localidades, y algunas de ellas son algo más intensas, especialmente para sus protagonistas. Y es que en algunos templos sintoístas se elige cada año a un "hombre de la suerte" o "hombre espíritu" que se esfuerza por recorrer una larga distancia mientras miles y miles de otros hombres medio desnudos se esfuerzan por tocarlo, en la creencia que absorberá su mala suerte, y que la desventura desaparecerá en cuanto el hombre logre alcanzar el templo, situado al final del recorrido. Debido a los esfuerzos desesperados de la multitud por tocarlo, este "hombre de la suerte" acaba invariablemente herido. Y, a pesar de ello, no deja de haber voluntarios para el puesto a cada nueva edición de la fiesta.