Fiestas de todas partes: 28J, el orgullo LGTB+
29JUN2016
La celebración del orgullo gay, que el próximo año cumplirá 40 años en Barcelona, es uno de los exponentes más claros de la superposición de la fiesta, la protesta y la subversión de valores en la calle.
Al inicio del verano de 1969, en la ciudad de Nueva York, se producía un hecho insólito que sería rememorado internacionalmente desde entonces. Las redadas policiales en bares donde se reunían y relacionaban personas homosexuales eran habituales, y se realizaban detenciones arbitrarias con la excusa de conductas que se consideraban inmorales. La excepción, la noche de aquel 28 de junio, fue que las personas que se encontraban en el bar Stonewall Inn y sus alrededores se sublevaron contra la actuación de las autoridades, y los disturbios se extendieron durante varias noches. El eco de estos hechos supuso la extensión de las reivindicaciones de la comunidad gay, y su aniversario, en 1970, reunió una manifestación masiva en Nueva York.
Entrada del Stonewall Inn de Nueva York, días después del tiroteo de Orlando, en 2016
Unas semanas más tarde, en España, el régimen franquista aprobaba la ley sobre peligrosidad y rehabilitación social, que actualizaba la ley de vagos y maleantes, establecida durante la república, y que seguía condenando a las personas homosexuales a ser recluidas en campos de trabajo con la excusa de la rehabilitación social. En la clandestinidad nacía un movimiento de rechazo hacia esta represión que, ya en plena transición política, convocaba la primera manifestación del orgullo gay de España, en Barcelona, en 1977. Dos años más tarde se consiguió que los artículos de esta ley referidos a la homosexualidad fueran derogados, aunque los actos de reivindicación de los derechos, legales, pero también sociales, han seguido hasta la actualidad.
La denominación orgullo gay, traducción del inglés gay pride, sigue la tradición estadounidense de reivindicar la dignidad -quizás una traducción más precisa de pride- de diferentes colectivos minorizados, especialmente los afroamericanos, que durante la década de 1960 llevaron a cabo la lucha por los derechos civiles. Las exigencias sociales eran acompañadas de este sentimiento identitario, que pretendía acabar con el complejo de inferioridad que se imponía desde el discurso dominante y que era imprescindible para organizarse y luchar. Celebración del Pride en Barcelona, año 2011
Inicialmente el colectivo se definía como gay, un término inglés que hasta los años 50 no tenía ninguna connotación más allá del sentido alegre, pero que en los tiempos de los disturbios de Stonewall ya era un eufemismo habitual para referirse a los hombres homosexuales. A lo largo de los años, a fin de reflejar y reivindicar la diversidad de orientaciones sexuales, se fueron añadiendo otros términos, empezando por el de lesbiana, que se puso en primer lugar para visibilizar la doble opresión de ser mujer y homosexual. En la actualidad, el acrónimo más común es LGTB, que se puede encontrar con diferentes órdenes y responde a lesbianas, gays, trans * -que puede referirse tanto a transexuales, transgéneros y otros identidades- y bisexuales. En otras ocasiones se pueden añadir las letras Y, por intersexual, Q, por queer, o incluso un signo + para señalar que no se pueden delimitar todas las orientaciones posibles.
Otro rasgo de este acto reivindicativo es su carácter festivo, que precisamente responde al deseo de hacer público lo que, a menudo, sólo se puede manifestar en contextos privados. La combinación de la fiesta y la protesta, sin embargo, no está exenta de polémica, ya que diferentes colectivos consideran que la dimensión lúdica no debe ocultar las reivindicaciones sociales, denunciando la homofobia, desgraciadamente muy presente todavía, o las leyes y normativas internacionales que consideran que la transexualidad es un trastorno mental. Fruto de esta divergencia, en Barcelona existen dos convocatorias separadas, este año en semanas diferentes: una, la manifestación por la liberación LGTBI, el 2 de julio, y la otra el Pride Parade, el 9 de julio. Ambas son festivas y reivindicativas pero acentúan de manera diferente cada dimensión, y en definitiva son testimonio de la vitalidad y diversidad de este movimiento en Cataluña.