Fiestas alrededor del mundo - La Noche de los Sietes o el san Valentín chino
09AGO2018
Para los chinos, nuestras fechas más románticas tienen poco sentido. Ellos, en cambio, tienen sus propias tradiciones relacionadas con el amor, algunas de ellas con historias tan bonitas como la de la Noche de los Sietes (Qi Xi), también conocida en Hong Kong como el Festival de las Siete Hermanas. Este año, se celebra el 17 de agosto.
La fiesta es el séptimo día del séptimo mes lunar, de ahí el nombre que tiene y que, de todas maneras, es una denominación compartida con muchas otras: el Festival del Doble Siete, el Festival de la Urraca, la Noche de las Habilidades o, ya en la antigua colonia de Hong Kong, el Festival de las Siete Hermanas. No es la única fiesta dedicada al amor y a los amantes en la cultura china, pero sí una de las más significativas y con una historia más elaborada detrás.
La tradición nace, de hecho, de un fenómeno astronómico: estamos a finales del verano y, sobre las cabezas de los chinos, se alzan en el cielo nocturno dos estrellas especialmente brillantes: Altair y Vega, en sus nombres occidentales. Los nombres chinos, en cambio, hacen referencia a los personajes tradicionales que se cree que son representados por estas dos estrellas: una de ellas es un hombre que cuida a las vacas y, la otra, una joven tejedora. Cuenta la historia que Niulang (literalmente “pastor de vacas”) apacentaba a sus animales cuando se encontró con siete hadas hermanas que se bañaban en un pequeño estanque. Les quiso gastar una broma y, sin que le vieran, les quitó la ropa que las chicas habían dejado en la orilla del lago, de forma que se vieron obligadas a designar a una representante que saliera del agua y recuperara las ropas perdidas. Fue la hermana pequeña, Zhinu, la encargada de de hacerlo y de mostrarse desnuda, por tanto, ante el pastor, que se enamoró perdidamente de ella. Hay que decir que el sentimiento fue mutuo y que ambos se juraron amor eterno desde el primer momento.
Pero la madre de la joven hada, que había encargado a la chica el trabajo de tejer día a día las nubes del cielo, se dio cuenta finalmente que el trabajo no avanzaba debido a las distracciones románticas de Zhinu. ¿Cómo podía ser que aquella hada se enamorara de un simple mortal? Había que separarlos, de forma que les hizo ascender a los dos al cielo e hizo nacer un río gigantesco que separara a los amantes: la Vía Láctea. Mirad al cielo y comprobaréis que, efectivamente, Altair y Vega o, lo que es el mismo, Niulang y Zhinu, están separadas por la Vía Láctea. ¿Es el triste final de una bonita historia? No exactamente pues, según cuenta la tradición, compadeciéndose de las lágrimas de los amantes separados, las urracas de todo el mundo se encuentran una vez al año para crear con sus cuerpos un puente en el cielo que ponga en contacto por unos momentos a los dos enamorados.
Unas pocas tradiciones acompañan la leyenda. Y quizás no son muy elaboradas, pero en cambio no restan protagonismo a una historia extremadamente romántica y muy popular en China. En los patios de las casas (o en la calle si no lo hay) las chicas depositan ofrendas destinadas a los amantes y, especialmente, a Zhinu, a la cual ofrecen polvos cosméticos con el fin de compartir con ella su belleza. También es costumbre que, esa noche (la Noche de los Sietes), las muchachas depositen una aguja dentro de un tazón lleno de agua. Si la aguja flota, se considera una prueba de la habilidad de las chicas para la costura. Es tradición que las chicas pongan a prueba estas y otras habilidades que en tiempos pasados se consideraban propias de las jóvenes casaderas. Hay que decir, sin embargo, que en la China actual las cosas han cambiado tanto como en nuestro país y que esta tradición, por tanto, ya tiene poco que ver con la realidad actual de las mujeres del país.
La fiesta se celebra en toda China (de hecho, incluso hay festividades similares en otras culturas asiáticas) aunque en algunos puntos del país tiene particularidades propias. Así, en Hong Kong, a las tradiciones más habituales se suma la costumbre de ir a hacer ofrendas en el lugar conocido como Lover’s Rock o Roca de los enamorados, en Wan Chai, uno de los dieciocho distritos en los que se divide Hong Kong.