Fiestas alrededor del mundo - Gion Matsuri: de la invocación a la fiesta
19JUL2018
Una ceremonia de carácter religioso dirigida a pedir protección a los dioses contra las adversidades ha acabado convertida en una de las fiestas más tradicionales y auténticas de Kyoto y, en general, de todo Japón. En julio, se celebra el Gion Matsuri y el 17 de julio es uno de los momentos más especiales.
Las raíces del festival de Gion o Gion Matsuri se encuentran en el siglo IX, según cuenta la tradición. En aquel tiempo, la ciudad de Kyoto había sufrido todo tipo de desgracias: desde los terremotos, tan frecuentes en el país asiático, hasta incendios y plagas y enfermedades derivadas de los desastres. Cómo pasaba también en Occidente, los afectados por este tipo de desastres los atribuían a una entidad superior de carácter maléfico, una divinidad especialmente maligna. Para conjurarla, el Emperador instituyó una serie de rituales que deberían seguirse siempre que se produjera algún desastre o epidemia. Se trataba de plantar en el santuario del dios al cual se pedía protección una sesentena de alabardas (una especie de antiguas lanzas), una por cada provincia del Japón, convenientemente decoradas. A finales del siglo X, la festividad ya había adquirido un carácter anual y se había convertido en una celebración que los ricos comerciantes de la ciudad convertían en escaparate de sus riquezas. La fiesta ya incluía una procesión que, incluso cuando los nuevos emperadores acabaron suprimiendo las invocaciones religiosas, se siguió manteniendo como una tradición popular.
Actualmente el Gion Matsuri incluye fiestas y celebraciones diversas durante todo el mes de julio, pero uno de los momentos más especiales es el desfile heredero de los originales o, mejor dicho, los desfiles, ya que los hay el 17 y, desde hace unos años, también el 25 de julio.
En los desfiles actuales, participan las llamadas yamaboko, unas carrozas que las familias de Kyoto conservan y decoran anualmente y que se dividen en dos tipos. Unas, de forma más vertical, son herederas de la sesentena de alabardas que originalmente se colocaban en los templos y otras están pensadas para transportar figuras representando a conocidas personalidades. Todas las carrozas están decoradas ricamente con unos tapices artesanales, algunos muy antiguos, y con telas de gran riqueza. Las tres noches antes del desfile del día 17 (y también de la del día 25, que es más pequeña y se instituyó más recientemente) tienen lugar las celebraciones conocidas como Yoi-yoi-yoi-yama (tres días antes del desfile), Yoi-yoi-yama (dos días antes del desfile) y Yoi-yama (el día antes del desfile). Todo ocurre al atardecer y alrededor de las carrozas, que estos días están plantadas en la calle. A su alrededor, la gente, vestida a menudo con ropas tradicionales, se pasea, admira la riqueza de sus decoraciones, come y bebe. Lo más interesante, sin embargo, es que las familias ricas de la zona abren estos días las puertas de su casa a la calle, mostrando a quienes pasan las piezas y obras de arte más valiosas que conservan. Todo el mundo puede mirar desde el exterior (sin entrar, por tanto, al interior de las casas), las obras exhibidas y, a la vez, conocer de primera mano cómo es una casa machiya, una vivienda tradicional de una familia pudiente que, estos días, aprovecha para exhibir su poder.
Finalmente, el día 17 de julio se celebra la procesión de las carrozas yamaboko , una gran fiesta donde sí, los grandes protagonistas son las carrozas, de una creatividad desbordante, en las cuales viajan músicos y artistas tradicionales. Los propios asistentes y propietarios de las carrozas se encargan de moverlas, lo que no siempre resulta fácil, ya que los carrozas, según el tipo, pueden tener más de veinte metros de altura y pesar miles de kilos, así que según el tipo de carroza yamaboko se necesitan entre 10 y 40 personas para hacerlas avanzar. La experiencia es, por supuesto, una de las maneras más auténticas de adentrarse en las tradiciones japonesas.