Fiestas alrededor del mundo - Fiestas del 9 de octubre en el País Valencià
27SEP2018
El País Valencià celebra el día 9 de octubre su fiesta grande, recordando un momento fundamental de su historia especialmente vinculado a la figura del rey Jaume I. El mismo día, sin embargo, los valencianos y valencianas se entregan también a las formas más dulces y tradicionales del amor, durante la fiesta de san Dionisio.
Quién pase por la Comunitat Valenciana un 9 de octubre se encontrará con un pueblo en fiestas que, ese día, reafirma su identidad mirando al pasado. Y es que se conmemoran unos hechos ocurridos hace casi ocho siglos, concretamente el 9 de octubre de 1238. Ese día, el rey Jaume I, acompañado de su cortejo y de su esposa, la reina Violant d'Hongria, entraban en la ciudad de València, conquistada a las tropas musulmanas. El hecho estuvo precedido por largos años de batallas para recuperar la taifa de Balansiya y el emirato de Mursiyya y, ya a las puertas de València, de un asedio que duró desde el mes de abril hasta finales de septiembre. El propio papa Gregorio IX había concedido una bula para la conquista de València que propició que caballeros de toda Europa participaran en las batallas.
El asedio terminó gracias a un acuerdo entre el rey Jaume I y Zayyan ibn Mardanish, el rey musulmán de Balansiya. Y pese a que parte de las tropas, que esperaban poderse enriquecer con el saqueo, no estaban muy conformes con la decisión, se facilitó la salida de los musulmanes que lo desearan, incluido el propio Zayyan.
La victoria de Jaume I significó la fundación del Regne de València, y ha dado origen a una fiesta con una vertiente más oficial y otra más popular y reivindicativa. Desde 1365, la Senyera valenciana preside los actos del 9 de octubre. En València ciudad, esta bandera se baja desde el balcón del Ayuntamiento y se lleva en procesión hasta la Catedral y, después, hasta la estatua del rey Jaume I, en el llamado Parterre, donde tiene lugar una ofrenda floral. Hay que decir que, cuando sale del Ayuntamiento, la bandera lo hace por el balcón, el mismo camino que sigue cuando se la devuelve a su lugar, puesto que por tradición no se puede hacer pasar la Senyera bajo puerta alguna.
Ya por la tarde, es el momento más popular de la celebración. Hay fiesta, cantos y danzas valencianos, mascletàs e, incluso, un desfile de moros y cristianos. Paralelamente, tienen lugar las manifestaciones reivindicativas propias de la jornada. Es la cara más conocida de la fiesta que, curiosamente, incluye una segunda celebración.
El 9 de octubre se celebra también la fiesta de san Dionísio o sant Donís, como se le conoce en València. Porque en la comunidad, ese día es, también, el Día de los Enamorados. La fiesta también tiene que ver, como mínimo en el imaginario popular, con la entrada en València de Jaume I y Violant d'Hongria. Se cuenta que, agradecidos, los labradores de la zona quisieron hacer una ofrenda a la reina y, para honorarla, le entregaron las mejores frutas y verduras de la huerta. Las dispusieron en un plato de cerámica y envolvieron los presentes con pañuelos de seda y ropas lujosas.
Esta historia, cierta o no, está en el origen de la fiesta actual. La fecha se celebró durante siglos con grandes dispendios de pólvora y fuegos artificiales (piules y tronadors especialmente), hasta que en tiempos de Felipe V y con la abolición de muchos de los derechos reconocidos a los valencianos, la fiesta fue prohibida. Para poder seguir celebrandola de alguna manera, los fabricantes de dulces instituyeron la tradición actual, durante la cual los enamorados ofrecen a sus parejas unos pequeños recipientes con figurillas de mazapán en forma de frutas y verduras o bien de piules y tronadors.
Estas figurillas dulces, envueltas en un pañuelo cerrado con un nudo o con una sortija, recuerdan la primera ofrenda de los valencianos a la reina Violant. Es lo que se conoce hoy como la Mocaorà. Esposas, novias y madres son las principales destinatarias de las cerca de 200.000 Mocaoràs que se regalan cada año y que representan 70.000 kilos de mazapán. Es, no hay duda, una manera especialmente dulce de celebrar el amor.