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Festes d'Arreu - Círio de Nazaré

04OCT2018

Estos días, en la ciudad brasileña de Belém se organiza una de las mayores celebraciones religiosas del mundo, un acto multitudinario que va más allá de las creencias y mezcla elementos profanos, incorporando cada año nuevos elementos a la tradición.

Es lo que se conoce como el Círio de Nazaré, una fiesta en honor de Nuestra Señora de Nazaré. Los preparativos arrancan en agosto, pero es el segundo domingo de octubre, este año el día 14, cuando se convoca una multitudinaria procesión durante la cual se traslada una imagen en madera de la Virgen María desde la catedral de la Sé hasta la plaza del Santuario de Nazaré, en la misma ciudad de Belém, capital del estado de Pará.

La celebración tiene lugar cada año desde 1793 y congrega a cerca de dos millones de personas alrededor de una imagen de pequeñas dimensiones (apenas tiene dos palmos de altura) hallada, según dice la leyenda, en 1700 por Plácido José de Souza cerca del río Murutucu, donde hoy se levanta un templo. La procesión, conocida como el Círio es, de hecho, el centro de una serie de celebraciones que no sólo atraen a gente de todo el estado, sino también de todo Brasil y a muchos visitantes extranjeros. Todos ellos participan en una celebración que tiene un carácter religioso, pero que incorpora también muchas muestras de cultura popular, algunas de raíz amazónica. Con mucha frecuencia, la tradición se renueva incorporando al ritual nuevas celebraciones populares que pasan, así, a formar parte de la tradición.

El centro, de todo, sin embargo, es la procesión del segundo domingo de octubre cuando la pequeña imagen de la Virgen María sale rodeada de fieles. Del camarín cubierto de flores donde se transporta a la Virgen, sale una cuerda gruesa, de unos 400 metros de longitud, que sigue a la imagen y a la cual los fieles se agarran en todo momento durante el recorrido. Se pisan y se apretujan, tan grande es el número de manos que desean sujetar la cuerda, un símbolo de la promesa que han hecho a la imagen de la Virgen y que muestra el vínculo entre los fieles y la divinidad. Quienes sujetan la cuerda, los hombres a un lado y las mujeres al otro, deben ir descalzos y hacer así todo el recorrido de la procesión, de unos 3,6 kilómetros. La celebración borra las barreras sociales y pone al mismo nivel a ciudadanos ricos y a gente sin recursos, que se someten a las mismas normas rituales. En el momento en que termina la procesión, la cuerda se divide en trozos que se reparten entre quienes han participado en ella.

Pero, como decíamos, el Círio es sólo el centro y la cara más visible de un conjunto de celebraciones que se extienden antes y después de la fiesta religiosa y que incluye desfiles festivos y, también, una vistosa procesión fluvial protagonizada por todo tipo de embarcaciones, convertidas en auténticos altares flotantes. Es una de las actividades que se incorporaron oficialmente a la fiesta en 1986, como el traslado de la imagen de la Virgen a municipios vecinos alrededor de Belém, una nueva procesión seguida, en este caso, por numerosos coches y motocicletas particulares.

Las calles de llenan estos días de imágenes que recuerdan la devoción religiosa tal como se vivía en el Portugal colonial del 1700, pero también de manifestaciones populares como por ejemplo los típicos almuerzos a base de platos típicos que se celebran después de la procesión. La comida incluye manjares como el pato no tucupi (pato cocinado con una salsa de mandioca), la maniçoba (un tipo de feijoada) o la casquinha de caranguejo (cangrejo desmigajado y servido en su caparazón). Es el momento de reencontrarse con la familia y los amigos. Pero no es la única tradición popular que acompaña la fiesta. Una de las curiosas bonitas son los muñecos de miriti, unas diminutas imágenes que se hacen con hoja de palma miriti durante el año de manera artesanal y que reproducen personas y objetos, formando deliciosas escenas cotidianas a la manera de nuestros pesebres.

Noches iluminadas por velas, procesiones nocturnas de carácter religioso... pero también fiesta. Y es que muchos artistas empezaron a aportar el elemento más licencioso y alegre a las celebraciones, contribuyendo así a crear la fiesta actual, una conmemoración que forma parte de la lista del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad de la UNESCO, en la que lo sagrado y lo profano se confunden y comparten protagonismo.

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Museu Etnològic i de Cultures del Món

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