29. Crisis del monacato y cambio urbano
A principios del siglo XIX, las órdenes religiosas eran las propietarias de buena parte de los inmuebles del país, y Barcelona, repleta de conventos, no era una excepción. Después de varios intentos frustrados, los decretos desamortizadores promulgados a partir de 1836 consiguieron que las propiedades salieran de las manos de la Iglesia y aseguraron, con la exclaustración y el fomento del asalto popular a los monasterios, que los frailes no se pudieran restablecer.
El espacio liberado por la destrucción de grandes conventos como el de Santa Caterina permitió dotar de mercados cubiertos y de otros servicios modernos a una ciudad ya en plena industrialización y que se veía ahogada por el viejo cinturón de murallas todavía en pie.