Carlota Sáenz de Tejada: “El aire interior en nuestra vivienda puede estar mucho más contaminado que el aire exterior”

Carlota Sáenz de Tejada a fons
03/04/2023 - 10:14 h - Ciencia Ajuntament de Barcelona

Doctora en arquitectura y urbanismo, es investigadora postodoctoral en el Instituto de Salud Global de Barcelona (ISGlobal). También es investigadora principal del proyecto HABITAS, que en 2020, en plena pandemia de COVID-19, recibió uno de los Premios de investigación científica a retos urbanos en la ciudad de Barcelona 2020 que otorgó el Ayuntamiento de Barcelona. A raíz de dicho proyecto, Carlota Sáenz de Tejada y su equipo han estudiado el efecto de la calidad del aire de nuestros hogares sobre la salud y han desarrollado una guía práctica para ventilar la vivienda de un modo efectivo y reducir la exposición a los contaminantes. Con ella charlamos de este tipo de contaminación no muy conocida, de su relación con el entorno y la salud, y sobre qué podemos hacer para mitigar su impacto.

¿Hay contaminación dentro de nuestros hogares?

Sí, por supuesto. Estudios indican que el aire interior de nuestra vivienda puede estar hasta cinco veces más contaminado que el aire exterior. Sin embargo, no somos generalmente conscientes de ello y, mientras que cada vez medimos y conocemos más sobre la calidad del aire exterior, los ambientes interiores (y en particular los de la vivienda) siguen siendo muy desconocidos. Pero estamos hablando de una cuestión de salud de gran envergadura: la Organización Mundial de la Salud (OMS) estima que el aire interior contaminado causó 3,2 millones de muertes en el mundo en 2020, frente a los 3,5 millones atribuidos a la contaminación exterior.

¿Qué factores influyen en la calidad del aire de una vivienda?

Cada vivienda es un mundo. Podemos encontrar enormes variaciones entre pisos incluso dentro de un mismo bloque, ya que en la calidad del aire interior influyen no solo el tipo de construcción y dónde se encuentre ubicada la vivienda, sino que también son muy determinantes otros factores como el número de convivientes (y si hay mascotas), el mobiliario que escogemos, el tipo de cocina, o nuestros hábitos en cuanto a ventilación, limpieza, consumo de tabaco, quema de velas o incienso…

¿Cuáles son los contaminantes más habituales en un piso?

Los contaminantes más habituales en la vivienda han ido evolucionando con el tiempo, a medida que han ido cambiando nuestros sistemas constructivos y nuestros hábitos como sociedad. Sabemos más, por ejemplo, de los peligros que entraña el uso del amianto (ahora ya prohibido y retirándose de los edificios que todavía lo tienen en algunos de sus elementos constructivos), ya que respirar sus fibras puede causar diversos tipos de cáncer. También hay mayor concienciación sobre el peligro que entraña la acumulación de gas radón en interiores (especialmente en sótanos y baños mal ventilados) y sus efectos cancerígenos.

Además, afortunadamente, en Europa vamos dejando atrás el uso generalizado de combustibles como carbón, madera o biomasa para cocinar o calentar la vivienda, ya que desprenden partículas en suspensión (PM) con importantes efectos sobre la salud respiratoria, cardiovascular o reproductiva. Sin embargo, sigue dándose en algunos casos, especialmente cuando existen condiciones de pobreza energética. Y todavía tenemos fuentes interiores de PM que pueden perjudicar nuestra salud, como algunas cocinas o estufas de gas (especialmente al freír o asar alimentos), las chimeneas de leña, el humo de tabaco, velas o incienso; o la acumulación de polvo doméstico, pelo y caspa de mascotas. De hecho, se estima que cerca del 80% de la carga por enfermedad (burden of disease) de exposiciones al aire interior contaminado en la Unión Europea la ocasiona la exposición a PM2,5.

¿Cómo afecta el aislamiento de la vivienda?

Con los años, las humedades y la proliferación de moho (asociado a problemas respiratorios y de asma) van reduciéndose en general gracias al aislamiento térmico, que reduce mucho el riesgo de que se formen condensaciones. Y es que la tendencia constructiva de las últimas décadas ha ido en la dirección de aislar mejor las viviendas, evitando así pérdidas de energía y aumentando su estanqueidad. Esto puede conllevar múltiples beneficios para la salud —tanto física, como mental y social—, pero al mismo tiempo se está encontrando que la reducción de las pautas de ventilación que a menudo acompañan a estas medidas de mayor aislamiento pueden tener un impacto negativo sobre la calidad del aire interior: el aire ya no se renueva tanto como antes. Esto se ve agravado por la aparición de multitud de materiales y revestimientos sintéticos en nuestras viviendas, que desprenden partículas y compuestos orgánicos volátiles (COVs) que han demostrado incluso ser cancerígenos en algunos casos. Por estos motivos, se hace más necesario que nunca incidir en la importancia de ventilar adecuadamente la vivienda para renovar el aire interior y evitar que se concentren contaminantes perjudiciales para nuestra salud.

¿Y el ambiente exterior?

Tenemos fuentes de contaminación exteriores que pueden introducirse en nuestra vivienda a través de grietas o huecos, o bien a través de ventanas abiertas. Es el caso, por ejemplo, del dióxido de nitrógeno (NO2), dióxido de azufre (SO2), ozono (O3) o partículas en suspensión (PM). Además, las temperaturas más cálidas por causa del cambio climático pueden favorecer que los ocupantes abran sus ventanas más a menudo, coincidiendo posiblemente con periodos de altos niveles de ozono en el ambiente, lo que resulta en un aumento de exposición en el interior de la vivienda.

Aun así, en un entorno urbano como Barcelona, ¿sigue siendo recomendable ventilar nuestra casa?

Sin duda. Como decía, el aire interior en nuestra vivienda puede estar mucho más contaminado que el aire exterior. Tenemos fuentes de contaminación interiores que, si no se dispersan a través de la ventilación, pueden llegar a niveles de acumulación muy altos y perjudiciales para la salud. Pero, por supuesto, también habrá que valorar qué tipo de aire estamos introduciendo en nuestra vivienda cuando abrimos las ventanas. Y es comprensible que aquellas personas que viven en zonas de la ciudad con altos niveles de contaminación exterior se pregunten si no será mejor dejar las ventanas cerradas. Por ello, en la medida de lo posible, será conveniente evitar ventilar en las horas punta de tráfico, por ejemplo. Y en casos muy severos de zonas con muy altos niveles de contaminación exteriores, se podría también valorar el uso de filtros y purificadores de aire.

¿Qué otros factores ambientales dentro de los pisos pueden afectar a la salud de las personas?

Son múltiples. Por ejemplo, la temperatura y la humedad, para alcanzar lo que conocemos como condiciones de “confort higrotérmico”. También es fundamental el aporte de luz natural (luz del sol) en la vivienda y no exponernos a niveles de ruido que sean perjudiciales para nuestra salud (especialmente durante las horas de sueño). La exposición a campos electromagnéticos también es un tema en estudio, cuyos efectos a largo plazo todavía en buena medida se desconocen. A ello se unen aspectos espaciales y funcionales que también han demostrado ser fundamentales para la salud, como son la accesibilidad, o un espacio y número de estancias suficiente en relación con el número de convivientes.

¿Qué se entiende por “vivienda saludable”?

No existe una definición oficial para lo que entendemos por “vivienda saludable”. Pero fruto de nuestro trabajo sobre vivienda y salud, la entendemos como aquella cuyas características y condiciones protejan nuestra salud física, mental y social, y favorezcan un estilo de vida cómodo y activo. Esto implica garantizar unas condiciones ambientales interiores favorables en cuanto a temperatura, humedad, luz natural, calidad del aire, calidad del agua, ruido o campos electromagnéticos. Pero también significa garantizar su uso por parte de personas con limitaciones funcionales y/o cognitivas, ser accesibles, espaciosas…

Cabe destacar aquí que el concepto de vivienda va más allá de sus condiciones interiores; de hecho, la OMS suma a la dimensión de la vivienda física otras dimensiones como la del entorno inmediato y la comunidad. Por tanto, hablar de una vivienda saludable implica vivir en un entorno seguro, conectado, cerca de recursos y servicios básicos, oportunidades de movilidad, formación y trabajo, donde poder establecer conexiones sociales y participar activamente en la comunidad. También implica poder acceder a la vivienda de forma igualitaria y no discriminatoria, y sin que los gastos asociados supongan una renuncia a otras necesidades básicas como la educación, la sanidad, o una alimentación saludable.

¿Son saludables las viviendas de Barcelona?

Es difícil generalizar, pues existe una gran variedad de tipologías y tejidos urbanos. El Observatori Metropolità de l’Habitatge de Barcelona ha realizado algunos estudios al respecto. Por ejemplo, aquellas viviendas construidas entre 1940-1960 acusan problemas de falta de luz natural y ventilación. También, lógicamente, aquellos edificios más antiguos presentan importantes problemas de accesibilidad, con el importante impacto sobre la salud física, mental y social que esto tiene sobre las personas mayores y/o con movilidad reducida.

También tenemos, en general en España, poco acceso a espacios abiertos en nuestras viviendas. Esto es algo que hemos sufrido muchas personas durante el confinamiento. Deberíamos pensar en cómo sacar más partido a espacios comunes de los bloques de vivienda, incluidas las cubiertas comunitarias cuando sea posible.

¿Cómo debemos ventilar los hogares?

En la guía Ventila por tu salud se aportan algunos criterios y recomendaciones sobre cómo ventilar mejor nuestra vivienda, con recomendaciones en cuanto a la frecuencia y duración de la ventilación adaptadas al contexto de Barcelona, y en función de una variedad de tipologías de vivienda. Como explicamos en esta guía, no todas las viviendas requieren las mismas pautas de ventilación, ni todas tienen las mismas facilidades para ventilar de forma efectiva. Las pautas de ventilación también dependerán de la época del año en la que nos encontremos, ya que debemos valorar la pérdida de calor que la ventilación puede suponer en los meses más fríos, así como la importancia de crear corrientes de aire para un mayor confort en los meses más cálidos. Pero en líneas generales, conviene realizar una ventilación cruzada (siempre que esto sea posible), durante varios minutos (según el caso) y varias veces al día (especialmente cuando hay más personas en casa).

También hemos creado un breve cuestionario web de diez preguntas sobre las viviendas de las personas, que pueden ayudar a aquellas personas interesadas a obtener unas recomendaciones más específicas a las características y condiciones de su vivienda concreta.

¿Y cómo podemos saber los niveles de contaminación de nuestra vivienda?

Existen en el mercado multitud de sensores que nos pueden ayudar a identificar en qué momentos es más conveniente ventilar por estar el ambiente interior más cargado. Estos sensores suelen basarse en los niveles de CO2 que se acumulan en el interior de la vivienda, y pueden representar también la acumulación de otros contaminantes como PM. Aunque ofrecen una información limitada respecto a la calidad del aire interior, sí pueden ser un recurso que nos ayude en nuestros hábitos diarios de ventilación.

Como sociedad, ¿qué debemos hacer para garantizar la salud de las personas dentro de sus hogares?

Según la OMS, nueve de cada diez personas en el mundo respiran un aire insalubre. Al pasar la mayor parte de nuestro tiempo (y cada vez más) en espacios interiores, la calidad del aire interior se vuelve crecientemente significativa y potencialmente peligrosa para nuestra salud. Debemos seguir trabajando por la mejora de la calidad ambiental en la vivienda como un objetivo de salud pública y equidad; desde la investigación, las políticas públicas, y aumentando la información y concienciación de la ciudadanía al respecto.

El proyecto HABITAS surgió en el marco de la pandemia de COVID-19. ¿Cuál era su objetivo?

El proyecto HABITAS incidía en el estudio de los vínculos entre vivienda y salud, desde la óptica de la calidad del aire interior. La pandemia de COVID-19 puso de manifiesto la importancia de renovar el aire en interiores para reducir el riesgo de contagio (en este caso, muy centrado en el contagio del virus). Pero, como se ha mencionado antes, esta importancia de renovar el aire también tiene que ver con reducir los niveles de otros contaminantes perjudiciales para la salud. Además, los confinamientos en la vivienda que vivimos en el año 2020 también sacaron a la luz las importantes deficiencias en nuestro parque residencial.

Era el momento de explorar estas relaciones vivienda-salud-calidad del aire interior, y nos propusimos hacerlo mediante una investigación de metodología mixta, combinando la monitorización de la calidad del aire interior (CAI) en una muestra de 30 viviendas de la ciudad de Barcelona durante un año, con entrevistas a sus habitantes sobre sus percepciones y hábitos de ventilación. También nos propusimos crear la guía básica de ventilación, Ventila por tu salud, a la que sumamos después una herramienta web, todo ello de acceso abierto y disponible.

¿Qué habéis podido descubrir?

Mediante la monitorización, recogimos 15 millones de datos sobre diferentes indicadores de CAI que todavía estamos analizando. Pero en cuanto a los resultados más destacables encontrados hasta ahora, hemos visto varias cosas. Para empezar, la CAI empeora notablemente en invierno (vs. verano y entretiempo). Esto ocurre porque las personas tienden a ventilar menos en invierno, para preservar el calor. Luego, la CAI es en general peor durante la tarde/noche, en línea con los hábitos de ventilación reportados. Es decir, la mayor parte de los participantes reportaba ventilar solo por las mañanas, después de levantarse. Y esto ha demostrado ser insuficiente para garantizar una buena CAI. Por otro lado, con hábitos de ventilación similares, la CAI es más efectiva en pisos altos (por encima de la 3ª altura), donde se logran mantener niveles buenos o muy buenos durante todo el año. Esto es algo que ya intuíamos: para los pisos bajos y primeros, es más complicado ventilar de forma efectiva.

¿Qué más?

Aquellas viviendas que no pueden crear corrientes de aire o que tienen dificultades para hacerlo, experimentan temperaturas medias diarias más altas en verano (> 27 ºC). Esto las hace especialmente vulnerables durante episodios de calor extremo, que cada vez son más frecuentes e intensos como resultado del cambio climático. A pesar de que Barcelona tiene inviernos suaves, el 40% de las viviendas estudiadas experimentan falta de confort por frío. Esto nos dice que, además de considerar el riesgo del calor, conviene seguir poniendo esfuerzos en proteger a las viviendas del frío. Y finalmente, en aquellas viviendas con personas fumadoras, los niveles de PM2.5 superan el umbral de la OMS (incluso cuando reportan no fumar en la estancia monitoreada).

¿Qué ha supuesto para el proyecto la ayuda obtenida gracias a los Premios de investigación científica a retos urbanos en la ciudad de Barcelona 2020?

El proyecto no habría sido posible sin esta ayuda. Ha sido una oportunidad para explorar el tema de la salud en el ámbito de la vivienda, que muy pocas veces es posible, ya que implica un gran esfuerzo de recogida de datos y colaboración con participantes voluntarios. También ha supuesto, para mí personalmente, un enorme aprendizaje sobre qué implica liderar y gestionar un proyecto de estas características; es una oportunidad que rara vez tenemos los jóvenes investigadores antes de cumplir los 40 años.