Núria Montserrat: “Debemos preguntarnos constantemente si lo que hacemos tiene sentido”
Entrevista de Joan Burdeus para Barcelona Ciencia y Universidades y Núvol.
Nuria Montserrat Pulido (Barcelona, 1978) es una de las científicas más reconocidas de nuestro país, la persona de referencia en medicina regenerativa. Bioingeniera especializada en células madre pluripotentes y la generación de sistemas multicelulares complejos para entender el desarrollo de las enfermedades en humanos, Montserrat nos hablará de una especie de miniórganos que se conocen comoorganoides. El 2013, la revista Ciencia reconoció su trabajo con organoides de riñón como uno de los diez descubrimientos científicos del año. En el ámbito docente, Montserrat es profesora de investigación ICREA y jefe del grupo de investigación “Pluripotency for organ regeneration” en el Instituto de Bioingeniería de Cataluña (IBEC), y en el ámbito de la divulgación destaca por haber sido comisaria de las dos primeras ediciones de la Bienal Ciudad y Ciencia. Hablamos de regenerar riñones, de los dilemas éticos de una investigadora y de ciertos prejuicios en torno a la carrera de investigadora.
¿Qué es lo último que se ha descubierto gracias a tu trabajo?
Ahora mismo, uno de nuestros objetivos es llevar a los organoides al contexto del trasplante y que sirvan como terapia celular para regenerar órganos. Y nos hace mucha ilusión. Es un proyecto que todavía no tenemos publicado y quiero ser muy cuidadosa con lo que digo. Pero es uno de los grandes sueños de la medicina regenerativa: generar estructuras funcionales a nivel real partiendo desde cero. Hemos trabajado mucho tiempo para aprender a transformar células vírgenes en células que puedan parecerse a las del riñón. Hemos utilizado riñones de cerdo en los que hemos infundido organoides intactos como forma de terapia mientras el órgano todavía se mantiene vivo. Este proyecto es muy ilusionante porque el tamaño y la morfología de un riñón porcino es muy similar al de un riñón humano, lo que nos lleva a un contexto muy cercano al del enfermo y la clínica.
¿Cómo lo hacen los organoides para regenerar un órgano?
Todavía nunca se ha hecho en humanos. Sí que existen estudios con organoides de intestino para casos como la enfermedad de Crohn. Los organoides son microórganos generados a partir de células pluripotenciales. Lo que vemos nosotros cuando ponemos a estos organoides in vivo, en su ambiente, dentro de un órgano vivo, es que interactúan muy bien. Las células del organoide se injertan con el tejido del órgano que estamos estudiando y permiten restaurar el daño. Con estos modelos de cerdo estamos estudiando cuestiones de seguridad, porque para llegar a un enfermo humano es necesario pasar varias fases. Otros proyectos que tenemos consisten en utilizar estos microórganos para estudiar enfermedades en seres humanos que no se pueden estudiar de otra forma, bien porque los tejidos son de difícil acceso, o porque la enfermedad es poco frecuente. Por ejemplo: con la tecnología de los organoides podemos realizar microcerebros para estudiar las mutaciones asociadas a ciertas enfermedades.
Esto es el terreno de la investigación, pero tu trabajo ya ha logrado aplicaciones prácticas importantísimas.
Nosotros trabajamos con la COVID-19 como primer grupo de investigación mundial, junto con otros dos grandes grupos. Y los organoides nos revelaron cómo los virus infectaban las células humanas, algo que en el 2020 era imposible averiguar de otra forma. También pudimos utilizarlos para probar la eficacia de los fármacos. Y uno de los fármacos que se probaron con nuestro trabajo saltó rápidamente a enfermos con COVID-19. Gracias a los organoides supimos muy pronto que la infección no solo afectaba al pulmón, sino que podía convertirse en multiorgánica.
Hace unos años había muchas resistencias culturales, religiosas o éticas en torno a la investigación con células madre.
Yo nunca he tenido la sensación de que nada de lo que hacemos pueda ser éticamente incorrecto. Todos los proyectos que presentamos deben pasar por diferentes niveles de revisión por comités de todo tipo, siendo el ético uno de ellos. La pregunta más importante que debemos hacernos siempre es cual es la finalidad del experimento, y si no se puede hacer de otra forma. Si las preguntas que nos hacemos se podrían responder de otras formas, no es necesario trabajar con estas células. Aquí en España somos un país pionero a nivel mundial en el estudio de este tipo de células. Yo he podido trabajar con juristas, bioéticos y filósofos y es una maravilla: el debate está ahí y debe estar ahí. También creo importante que la sociedad nos interpele y que nosotros podamos explicar lo que hacemos a la sociedad. Debemos preguntarnos constantemente si lo que hacemos tiene sentido para evitar caer en vías muertas.
¿Cuál es la controversia ahora mismo?
Hace unos años había cuestiones en torno a las células madre embrionarias, pero yo ni siquiera lo viví porque estaba terminando los estudios predoctorales y ahora todo esto está totalmente superado. Últimamente, ha habido mucha controversia a la hora de generar quimeras, que son cultivos que mezclan células humanas y no humanas. Imagina que quieres implantar ciertos organoides en un embrión de cerdo porque quieres estudiar cómo se desarrolla. Esto plantea cuestiones como si este experimento es el adecuado para obtener la información que buscamos y, en caso de que la obtuviéramos, qué aportaría a la humanidad. Yo he participado en muchos foros y debates explicando qué es una quimera, por qué le hemos puesto ese nombre, y qué preguntas puede ayudarnos a resolver.
Dentro del reino animal, ¿los humanos somos una especie que no regenera muy bien?
Nada bien: el riñón es muy inhábil a la hora de regenerarse. En cambio, organismos evolutivamente inferiores, que llevan más tiempo que nosotros en la Tierra, tienen muchísima mayor capacidad de regeneración. Se han aprendido muchas cosas de la rana, del pollo… continuamos nutriéndonos del aprendizaje con modelos animales. Hemos visto que hay genes en el pez cebra que ayudan a regenerar el riñón y que nosotros los tenemos dormidos, por lo que investigamos formas de intentar despertarlos. Se está investigando mucho sobre esto y hay mucho campo por correr. Gracias a los progresos en bioinformática podemos leer el genoma de especias y ahora todo esto se encuentra en crecimiento exponencial.
¿Por qué es tan importante el riñón?
Porque el riñón está afectado por muchas patologías primarias, y porque es uno de los dos órganos que se ve más afectado por patologías especialmente prevalentes: la obesidad y la diabetes impactan mucho al riñón, al igual que el corazón. Un porcentaje muy elevado de enfermos de diabetes tipo 2 acaban teniendo problemas de riñón. La población europea tiende a ser cada vez más obesa y diabética, y el riñón será cada vez más importante.
¿Qué opinas de todas las esperanzas que últimamente se depositan en la epigenética y todo el boom literario que ha generado?
Intento no hablar de lo que no soy experta. Sí creo que tenemos investigadores muy potentes, como Manel Esteller, que han visto cómo cambios epigenéticos están directamente implicados en ciertas enfermedades, como el cáncer. Pero cuesta mucho demostrar la relación causal. Y aquí es donde vemos que la gente acepta ciertos dogmas con mucha menos evidencia científica. Durante mucho tiempo, hasta que no pudo demostrarse que el tabaco causaba la muerte, no dejaban ponerlo en los paquetes. Lo que vemos en la epigenética es que deben demostrar sus conclusiones aún más que otros campos de estudio. Yo creo que la epigenética lo explica todo, pero te lo digo como persona que trabaja con la epigenética para realizar validaciones, sin ser yo epigenetista.
¿Recuerdas los orígenes de tu vocación científica?
Tengo una historia muy aburrida [ríe]. Desde los cuatro años que he querido ser bióloga. Supongo que sale de ciertos inputs de casa: tenía un microscopio que no funcionaba en modo alguno y una madre muy dinámica que contestaba todo lo que yo le preguntaba. No he tenido que ir lejos a buscar referentes ni tener epifanías: mi madre no terminó los estudios de secundaria y es mi referente absoluto. Investigando me he dado cuenta de que la investigación es algo que se hace mucho en equipo, y a mí me encanta conocer mundo y otras personas. Cada uno hace su andadura personal y es muy difícil dar consejos generales, en esto de la vocación. Seguramente la fórmula que me sirvió a mí para ser científica no será útil para otro. Sí creo que es importante dejar tiempo a las personas para que reflexionen sobre lo que quieren. Aquí en Cataluña tenemos una suerte inmensa: hay mecanismos para que puedas convertirte en una científica, te encuentras entornos como el IBEC, que tiene muy en cuenta las cuestiones de género y de crecimiento profesional. Yo he sido muy privilegiada y he vivido una gran transformación sistémica: las carreras de ciencias de la vida tienen un alto porcentaje de mujeres al principio, y conforme pasan los años de carrera, se invierten los números. Las instituciones deben hacer políticas que ayuden a que haya paridad. Yo creo que aquí tenemos políticas muy buenas y lo que debemos hacer es acostumbrarnos a no dejar de vigilar e insistir. Y, dicho todo esto, debemos ser muy cuidadosos y vigilar para que exista excelencia independientemente del género.
Por último, ¿hay algún prejuicio en torno a la carrera de investigadora que querrías desmentir? ¿Y qué consejo le darías a una joven que quiera dedicarse a la ciencia?
Que no es todo un camino de espinas. La carrera de investigadora también trae muchas satisfacciones. Puede ser largo, ya veces se puede hacer pesado, porque te estabilizas profesional y conceptualmente en una edad en la que hay muchos otros cambios en tu vida. Pero es un camino que no haces sola. Debe explicarse más que la ciencia es fascinante y estimulante porque se hace en equipo. Puede ser muy duro, pero hay mucha gente que ayuda a levantarte.