Montserrat Llagostera: "Los investigadores no tienen capacidad de presión social"
Entrevista de Joan Burdeus para Barcelona Ciencia y Universidades y Núvol.
Montserrat Llagostera (Barcelona, 1954) es una científica especializada en microbiología molecular y cree que los virus pueden ayudar a la humanidad a disminuir el uso de antibióticos. Concretamente, los virus bacteriófagos, fags para los amigos, que son aquellos que solo infectan bacterias. Llagostera lidera el grupo de investigación Aplicaciones Biotecnológicas de los Bacteriófagos e investigadora principal del proyecto europeo Phagovet, basado en el desarrollo de productos a partir de bacteriófagos para combatir y controlar ciertas enfermedades y bacterias zoonóticas en granjas. Hablamos de virus, bacterias, de vocación científica y de resistencias biológicas y culturales.
¿Los virus bacterianos funcionan mejor que los antibióticos?
En el mundo de la investigación es muy importante entender que puedes tener muy claro un fenómeno, pero puede costarte mucho demostrarlo en las condiciones que exige un artículo científico publicable. Lo que he dedicado más años de mi investigación en los últimos tiempos es demostrar que el uso de virus bacterianos contra enfermedades causadas por bacterias es un método seguro y eficaz para combatirlos. De la misma manera que sabemos que los antibióticos promueven la aparición de resistencias entre las bacterias, con los virus bacterianos ocurre lo mismo. Lo hemos estudiado in vitro, con alimentos y animales. Y resulta que tanto en alimentos como en polluelos la emergencia de virus resistentes es muy baja. Sin embargo, también hemos observado que en animales las resistencias que aparecen no solo se deben a mutaciones en las bacterias, sino también a un fenómeno que llamamos «transferencia lateral» que demuestra que habría que estudiar los virus bacterianos con situaciones más parecidas a las reales que in vitro, que es como se han realizado la gran mayoría de trabajos hasta ahora.
¿Qué hacemos mal con los antibióticos?
La población en general, el colectivo médico y el colectivo veterinario han hecho un uso demasiado alegre de los antibióticos; pero yo creo que más tarde o más temprano habríamos llegado a una situación similar a la que tenemos ahora. O a la situación mucho más grave que tendremos en unos años si la cosa no cambia. Las bacterias tienen genes resistentes desde mucho antes de que se utilizaran antibióticos de forma masiva en las clínicas. El propio Alexander Fleming ya avisó de que podía suceder esto. Yo creo que la gran quiebra ha venido de una combinación de factores deletéreos. Por un lado, un exceso de confianza ha hecho que no invirtiéramos más para investigar más en antibióticos. Y, por otra, que no se hizo caso a las voces de los científicos cuando empezaron a alertar de esta deriva en los años ochenta.
¿El impacto del mundo animal es mucho mayor que el médico?
Nosotros empezamos a trabajar con el mundo de producción animal, porque es más fácil desarrollar productos basados en virus bacterianos en este contexto que para uso en humanos, tanto por resistencias culturales como por las trabas que imponen las agencias reguladoras. Trabajamos con la salmonelosis porque es uno de los patógenos que más se transmite alimentariamente. Si reduces la salmonela en granjas, reduces la posibilidad de que llegue a humanos y ambas cosas mejoran conjuntamente. También porque la UE se puso seria contra el uso de antibióticos como factor de promoción del crecimiento, que es un mal uso. Los fags no sustituyen todas las medidas de higiene y vacunación de las granjas, sino que vienen a complementar lo que hay hasta ahora, que ha logrado reducir la presencia de salmonela, pero no eliminarla.
¿Qué piensas de la ganadería ecológica?
A mí me parece muy bien la producción ecológica, pero lo importante es entender que producción más ecológica no significa más segura. Obstáculos que veo: en la producción ecológica, los animales deben estar libres, y la entrada en contacto con aves migratorias es mucho más fácil. En la producción ecológica se necesitan medidas de seguridad estrictas y diferentes de las convencionales que no se han desarrollado todavía.
¿Qué debería saber la gente de los antibióticos?
Uno de los mayores malentendidos es que la gente cree que somos nosotros los que nos hacemos resistentes a los antibióticos, cuando son las bacterias. Otro es no distinguir todavía entre virus y bacterias, y comparar el tratamiento que recibe mi vecino con lo que recibo yo pensando que tenemos lo mismo cuando, en realidad, nada tiene que ver. Hay que saber que la gripe es un virus, no una bacteria, y los antibacterianos no sirven de nada. Antes se recetaban por si acaso, y ahora ya no, que es un avance. También, en general, debería recuperarse la confianza en el criterio del médico y del científico, y reducirla en las redes. Las redes no siempre nos van bien por estos casos.
¿Hasta qué punto es apocalíptico el auge de bacterias resistentes?
Yo soy optimista por naturaleza, pero la situación es muy seria. Hay gente que muere porque no existen antibióticos capaces de controlar sus infecciones, y ese número irá incrementando. Mi optimismo viene de ver que nos hemos despertado y se está invirtiendo mucho más en investigación.
¿El principal problema de los bacteriófagos son resistencias culturales y desconocimiento?
El cliché es que los virus son malos y dan mucho miedo. Los granjeros se preguntan qué va a pasar si la gente se entera de que ponen virus en la bebida de sus polluelos. Pero resulta que los virus bacterianos solo pueden infectar bacterias, ya unas bacterias muy determinadas:es imposible que afecten a los seres humanos. Los virus están formados por genes y proteínas, y nosotros comemos cada día genes y proteínas, y también tragamos millones de virus bacterianos de todo tipo. Simplemente, la palabra virus da miedo. Por eso es necesario hacer formación intensa en todos los niveles, y que la gente tenga cultura biológica.
Soy leyenda, The last of us… mucha ciencia ficción habla del peligro de introducir organismos nuevos a gran escala entre la población.
El virus bacteriano es el organismo más abundante en el planeta Tierra y por el momento no nos hemos vuelto zombis. Con los años de evolución que llevamos, es poco probable que tenga que pasarnos nada por culpa de los virus bacterianos. Las historias de ciencia ficción son siempre interesantes para plantear casos hipotéticos, pero hay que contraponerlas con lo que dice la ciencia.
¿Me puedes contar tu historia personal con la ciencia?
A mí el mundo científico me ha gustado siempre. De pequeña jugaba con todos esos juegos de química para niños. De adolescente lo que más me gustaba eran las matemáticas hasta que, preparando el examen de acceso a la universidad, encontré a un profesor de biología que hizo que me encantara la biología. Y las matemáticas son muy abstractas, pero los microorganismos con los que he acabado trabajando también son cosas que no puedes ver ni tocar y que piden la misma capacidad de abstraer y de imaginar. Después me cansé mucho de estudiar a lo largo de la carrera y enseguida quise ir al mundo de la empresa. Y en la empresa me lo pasé muy bien al principio, hasta que, al cabo de los años, también me aburrí y pensé en volver a la universidad. Me gusta mucho tanto la enseñanza como la investigación. Más que una vocación previa, fue el cambio el que me ayudó a ver lo que me gustaba.
Después de tantos vaivenes, ¿qué temperamento dirías que debe tener una persona que quiera dedicarse a la investigación?
Es necesario tener curiosidad. Y debes ser capaz de emocionarte. Ayer mismo leía en un artículo sobre una bacteria que transforma el oro y me emocioné. También debes ser capaz de no desesperar. La investigación científica es muy dura.
¿Qué le pides a la política y la sociedad desde tu posición de docente e investigadora?
Hay dos cosas en las que quiero insistir. Primero, la obsesión con la búsqueda de la excelencia. Es imposible que todo sea excelencia. Tienes que tener una masa de investigadores muy grande de la que saldrá excelencia. Pero, para llegar a la excelencia, es necesario invertir en que haya una masa. Y otra es valorar mejor el papel de los formadores. No tendremos buenos investigadores si no hay una buena educación en la escuela, en el instituto y en la universidad. Es necesario valorar la figura de los maestros en relación con la formación de futuros investigadores. La gente quiere mucho los resultados de la investigación, pero no conoce suficientemente la realidad de la investigación. Los investigadores y los profesores universitarios no tienen capacidad de presión social haciendo una huelga como sí que pueden hacer otros colectivos: dependemos de que los políticos piensen que importamos, ya ellos les importaremos si la sociedad nos conoce y nos valora.
¿Cómo ves las cuestiones de género en tu ámbito?
Yo creo que todavía es muy complicado. Mi experiencia me dice que la dedicación a los hijos es normalmente mayor por parte de las mujeres que por parte de los hombres. Hay mucho cultural, pero no solo eso. No debemos ser del todo iguales ni tener siempre las mismas preferencias. Deben buscarse mecanismos para que las mujeres no tengan que dejar la investigación cuando deciden tener hijos.
¿Qué consejo le darías a una joven que quiera dedicarse a la ciencia?
Más que dar un consejo, quisiera hacer una reflexión a todas las chicas, no solo a las que estén interesadas en la ciencia. Mi reflexión es que conecten e intenten conocer qué es la ciencia; que conozcan científicos, que vean qué significa esto de hacer ciencia. Y a partir de ahí, si encuentran el camino de algo que las ilusiona, que las emociona, como fue en mi caso con el apasionante mundo de los microbios, que se dediquen a ello con toda su alma , con perseverancia, constancia… Que no desfallezcan y que siempre puedan hacer ciencia con una sonrisa y pasarlo bien.