Jaume Vilalta: "Sigue una buena aventura humana, que la ciencia se presentará sola"
Con más de 400 capítulos a sus espaldas, Jaume Vilalta ha dirigido desde 2006 el Quèquicom, el programa de divulgación científica de referencia de Televisió de Catalunya, ganador de numerosos premios y reconocimientos. El pasado mes de abril pronunció una conferencia en el Institut d’Estudis Catalans (IEC) dirigida a la comunidad científica sobre su experiencia al frente del programa y sobre el arte de divulgar la ciencia. Mantenemos una conversación a raíz de aquella charla sobre algunas de las claves del Quèquicom y de una exitosa divulgación.
¿De dónde sale tu interés por la ciencia?
No tengo ninguna formación científica, pero sí una gran curiosidad, que es lo que me llevó a hacer de periodista. Los veranos de 2005 y 2006 hice con el biólogo Cristian Ruiz i Altaba una serie de cuarenta capítulos de cinco minutos que se llamaba Aprender a mirar, dentro del espacio De vacaciones de TV3. En ese momento yo ya tenía el convencimiento de que había que explicar las cosas de la forma más humana posible y con elementos cotidianos. Construyendo un castillo de arena en la Punta de la Banya, Cristian explicaba la formación del delta del Ebro, y así, siempre. Allí estaba la semilla del Quèquicom.
¿Y por qué eliges este título?
El nombre fue idea del ingeniero Xavier Kirchner. Me hizo notar que en divulgación las preguntas qué, quién y cómo son fundamentales. El porqué puede despistar. Los fenómenos naturales ocurren sin una intencionalidad interpretable desde la lógica humana. Mi aporte fue fusionar las tres palabras en una sola palabra, sin interrogantes.
¿Cómo estaba la programación de ciencia en catalán en ese momento? ¿Había un vacío de este tipo de contenidos?
TV3 hacía tiempo que no emitía absolutamente nada de ciencia, salvo el breve espacio El Medio Ambiente, de Xavier Duran, que más adelante eliminaron de la pantalla aunque funcionaba muy bien. El interés de la Corporación en potenciar la ciencia tendía a cero. Se trataba, en definitiva, de llenar el expediente ante la Generalitat, de hacer trece capítulos y dejarlo estar. Creo que durante muchos años, los directivos de las telas no comprendieron el gran potencial comunicativo que tiene la ciencia, creen que es aburrida, pero no lo es en absoluto. La mayoría de los científicos tiene el reto de ayudar a alguien que tiene algún problema. Aquí ya tenemos la base para construir un relato.
¿Qué hace del Quèquicom un programa diferente?
Creo que la gran diferencia entre el Quèquicom y la mayoría de los programas de ciencia que se hacían en el mundo fue que nosotros íbamos de la vida a la ciencia y no del temario a la ciencia. No nos preguntábamos “¿qué quiero explicar?”, sino “¿qué me está pidiendo la realidad que explique?” Sigue una buena aventura humana que la ciencia se presentará sola, basta con estar atento. De esto estaba seguro porque a lo largo de mi carrera he hecho o dirigido unos mil reportajes o documentales y cientos de noticias. Sólo hace falta una mirada inteligente para ver que los callejones sin salida, los dilemas, pueden examinarse desde la óptica del conocimiento. En la mayoría de los casos no sabíamos exactamente qué ciencia íbamos a contar. Visionando el reportaje decidimos qué conocimientos era necesario ampliar para entender bien lo que estaba pasando o qué perspectivas se abrían.
¿Cómo planteabais sus capítulos?
El Quèquicom tiene dos elementos estructurales básicos: los reportajes, en los que se cuentan historias con ayuda de la ciencia y que son tratadas con un estilo periodístico; y la aproximación más pausada al plató, donde con modelos, esquemas y experimentos el presentador explica ciencia con la ayuda de historias. El lema de Quèquicom era “la experiencia limita la ciencia”. No pretendemos explicarlo todo, solo lo vinculado a la experiencia que compartimos con la audiencia. Podría ser la de la reportera o la de un paciente o la de un científico, pero en todos los casos debía haber un relato con planteamiento, nudo y, como mínimo, la esperanza de un desenlace de esa experiencia compartida.
¿Cómo lo hacíais para explicar cosas complejas de forma sencilla?
Un acierto del programa, si así lo puedo decir, fue encontrar el lenguaje adecuado. La gente no conoce el lenguaje de la ciencia, ¿verdad? Pues tú debes conocer el suyo. Y es el de Barrio Sésamo: dentro, fuera; equilibrio, desequilibrio; perseguir, huir; etc. Conceptos que compartimos todas las culturas y que están en la base de la narrativa universal. Si miras unos cuantos Quèquicom, notarás que el uso apropiado de las comparaciones, modelos y metáforas se basa en crear una imagen clara que sea fácil de recordar y que tenga una relación con aquel fenómeno complejo que debes explicar. Quizás no recordarás los detalles, pero la imagen que asociaba el sistema hormonal con un móvil, de esos colgados en los que si mueves una pieza las otras piezas suben o bajan, te da una idea para siempre. Ampliar conocimientos va a depender de tu curiosidad. Y debo decir que nosotros no nos considerábamos responsables de culturizar el país, solo queríamos despertar la curiosidad de la ciudadanía.
En la charla que hiciste en el IEC comparabas una comunicación exitosa con el hecho de ligar.
Efectivamente. En términos generales, la clave de la comunicación radica en esta pregunta: “¿cómo lo haces para ligar?”. La respuesta puede resumirse en tres fases: captar la atención, mantener el interés y resolver las expectativas. Si entramos en detalle, en la primera fase debes desplegar el plumaje para que te miren y te escuchen. Se trata de una fase muy breve y más emocional que racional, ya que la primera impresión será determinante. Para mantener el interés es necesario haberse preparado, ya que vas modulando el mensaje según la acogida del receptor, aunque, en el caso concreto de un mensaje dirigido al gran público, vas bastante a ciegas, puesto que no tienes ningún otro patrón de medida que tus sensaciones, que tu propio instinto; los análisis de audiencias están a posteriori. En la última fase es donde debes dejar el pabellón muy alto. Habrás triunfado si ambas partes tienen ganas de una segunda cita y despiertas nuevas expectativas para un próximo encuentro. Las tres fases son importantes, sin una no habría la siguiente, pero la última es extraordinariamente importante. Es necesario cuidar muy bien los finales.
¿Una cosa debe ser noticiable para captar la atención?
De entre los elementos necesarios para que un tema entre en Quèquicom y cualquier otro programa, hay un par que facilitan su selección: tener noticia o tener personaje, o mejor, ambas cosas. Una noticia es una alteración del orden de las cosas que interesa a una comunidad determinada. Cuanto más imprevisto sea el cambio más atractivo tendrá y se da por hecho que, cuanto más gente afecte, mejor.
¿Y cuánto al personaje?
Hay cosas que pasan por ser noticia solo debido a que su protagonista es conocido, es famoso. Aquí, ni la ciencia ni la academia tiene todavía un star system; en Cataluña existen cuatro nombres más o menos conocidos, la mayoría médicos. Aunque la ciencia y la tecnología se haga en equipo, es necesario que hagan crecer personajes. Quizás quien sea famoso no sea el mejor en su campo, pero lo importante es poder contar con alguien con notoriedad que se haga escuchar.
En Quèquicom no siempre tenían temas noticiables ni contabais con celebridades. ¿Qué hacíais en estos casos?
Tener una noticia no es la única vía para conseguir un espacio en los medios de comunicación. En realidad, de lo que vivimos es de contar historias. ¿Cuáles son los elementos de una historia? Los de la Odisea: un protagonista persigue un objetivo (normalmente resolver o causar un problema) y después de ciertas penalidades, causadas por antagonistas, logra, o no, lo que se proponía. Planteamiento, nudo y desenlace. En todo conflicto —entendido conflicto en el sentido dialéctico del término— está la semilla de una buena historia que, por pequeña que sea, puede ser universal. El conflicto es el motor de la historia.
¿Qué otros recursos ayudan a divulgar la ciencia?
Uno es la emoción. Muchas veces es necesario entrar por el corazón para llegar al cerebro. La emoción fija la atención y da paso a la razón. Así, los personajes deben transmitir pasión y, la historia, emoción. Esto es lo ideal y siempre hay que buscar la forma de conseguirlo.
¿Qué más?
En el caso de los medios audiovisuales, además del componente emocional, todavía nos falta otro factor básico: la acción. Tú dame verbos (acción), haz que pasen cosas delante de la cámara, y estarás poniendo las vías del tren, la base sobre la que circula la narración audiovisual. No es suficiente con una entrevista, que en sí misma es un género; estoy hablando ahora sobre todo de reportajes y documentales. Necesitamos situaciones diferentes con personas distintas y en tiempos distintos. Nos resulta mucho más fácil seguir a gente que hace cosas que aquella que se pasan la vida delante de un ordenador. Los temas televisivos “llevan el escenario incorporado”.
¿Y cualquier tema funciona?
Elegir bien el tema es la clave. Un buen tema tiene acción y emoción, y es realmente bueno cuando influye en las ideas y comportamiento de las personas. No hace falta ir muy lejos para encontrar cosas interesantes. El temario académico es una fuente de ideas previsibles, pero existe una gran fuente de inspiración, la vida: mirar alrededor. ¿Qué noticias o rumores están en la boca de los jóvenes y podrían merecer una explicación científica? Wifi; transgénicos; dietas, deportes, sexualidad, tatuajes… son puertas abiertas a la curiosidad, que es el primer paso hacia el conocimiento. La función del reportaje es despertar la curiosidad y generar preguntas, dudas, que la audiencia deseará despejar. Si no existe curiosidad y duda, no hay progreso.
¿Las vivencias ayudan?
Sí y, más en particular, las anécdotas. Una demostración puede ser impecable, pero no se seduce demasiado desde la fría racionalidad. Recordemos que es necesario entrar por el corazón para llegar al cerebro. El mejor camino es contar historias de personas. La física de la honda entra mejor si la dispara David sobre Goliat. Además, las anécdotas son fáciles de retener. Por ejemplo, el fósforo se descubrió destilando pipí en un intento de encontrar oro, no por alquimia, sino utilizando ya la metodología química. En los reportajes contamos historias con ayuda de la ciencia, y en las escenas de plató contamos ciencia con la ayuda de historias.
¿Qué ocurre cuando un tema es abstracto, poco tangible o difícil de relacionar con el día a día?
Cuando compartes casos concretos, el público ve que la ciencia (y el conocimiento en general) sirve para vivir mejor, e inmediatamente presta atención. Sin embargo, no es tan fácil intuir que un matemático está resolviendo tus problemas. Tienen que explicárselo y, si te lo cuentan bien, es posible que digas la frase que más ilusión nos ha hecho oír en todos estos años de Quèquicom: “¡No sabía que me interesaba este tema!” Cuando esto ocurre, ¡es sensacional!