Carlota Dobaño: "Las científicas tenemos poco apoyo en el momento crítico de la maternidad"
Entrevista de Teresa Bau para Barcelona Ciencia y Universidades y Núvol.
La malaria -también conocida como paludismo- es una enfermedad causada por un parásito que transmiten los mosquitos hembra de la especie Anopheles. En los años sesenta se inició una campaña de erradicación de la enfermedad, principalmente desde la Organización Mundial de la Salud (OMS), pero solo se logró en los países del norte. En el Sur sigue causando todavía un gran número de muertos: el año pasado contrajeron malaria 249 millones de personas en todo el mundo y, en África, cada minuto se muere un niño por esta enfermedad. Una de las científicas más prestigiosas en investigación de malaria a nivel internacional es la doctora Carlota Dobaño, que lidera una línea de investigación sobre inmunidad en el Instituto de Salud Global de Barcelona (ISGlobal).
¿Por qué después de tantos años de lucha contra la malaria no existen tratamientos eficaces ni se ha podido erradicar?
Hay tratamientos, pero el parásito se va haciendo resistente y es necesario desarrollar otros nuevos porque hay zonas del mundo donde los pacientes no responden a los medicamentos disponibles. Aparte, el hecho de que la malaria sea causada por un parásito, que es un patógeno más complejo que un virus o una bacteria, hace que desarrollar vacunas sea más difícil y que se tarde mucho tiempo en desarrollarlas.
Hace pocos días se lanzó el primer programa de vacunación contra la malaria en un país africano, Camerún. ¿Eres optimista respecto al impacto que pueden tener estas campañas?
Actualmente, existen dos vacunas disponibles, la RTS,S/AS01E (con el nombre comercial de Mosquirix), que es la 1ª que se recomendó, y una más reciente, la R21/Matrix-M. Es una primera generación de vacunas que tienen una eficacia moderada, pero si tenemos en cuenta que hay una gran cantidad de personas que se infectan y que podrían morir, ya es un primer paso muy importante. Si a esto le añadimos otras medidas de control, como los fármacos, las mosquiteras, etc. todo esto será útil para controlar la enfermedad, pero no para eliminarla del todo. Necesitamos nuevas herramientas y vacunas más eficaces para llegar a la total erradicación.
Aunque la respuesta parezca evidente… ¿Por qué no se han puesto tantos esfuerzos en acabar con la malaria como con otras enfermedades, por ejemplo, el COVID-19 o el SIDA?
La respuesta es clara: es una enfermedad que afecta a los países más pobres. La lucha contra la malaria ha sido siempre un esfuerzo de instituciones que han priorizado aspectos sociales y la solidaridad por encima del lucro. Es difícil que desde instituciones europeas o estadounidenses se ponga el foco en una enfermedad como la malaria.
Tu investigación se centra en la inmunología. ¿Cuáles son tus metas?
Como he dicho, tenemos unas vacunas, pero no son suficientemente eficaces y debemos mejorarlas. Trabajamos para entender por qué estas vacunas funcionan en algunos niños -este colectivo es el principal receptor- mientras que en otros no. Estudiamos el sistema inmunitario de las personas que han pasado la enfermedad (sus anticuerpos y los linfocitos T), qué diferencias existen a nivel inmunitario entre las personas que responden bien a la vacuna -cuando les protege de la enfermedad- y las que no. El objetivo es poder desarrollar nuevas generaciones de vacunas que sean cada vez más eficaces.
¿Hay alguna previsión de cuándo estarán disponibles?
El hecho de que tengamos dos vacunas -y recomendadas por la OMS- es ya un gran hito. Otra cosa es que no hay cantidad suficiente para que todo el mundo pueda beneficiarse. El reto es que aunque el mercado es grande, el poder adquisitivo de los países que las necesitan es bajo. Esto hace que se dependa de la buena voluntad de las instituciones y de las compañías farmacéuticas que invierten en este ámbito.
¿Por qué algunas personas tienen mayor inmunidad que otras?
Esta es la gran pregunta… Cuando las personas nacen, los bebés, son cuando son más vulnerables porque apenas tienen inmunidad. Si cogen la malaria durante las primeras semanas de vida, es cuando tienen mayor riesgo de morir. Si sobreviven, con la edad van cogiendo inmunidad, pero hay personas que desarrollan más inmunidad que otras -algunas, por ejemplo, vuelven a enfermar. Esto es lo que estamos investigando, lo que hace que algunas personas tengan un sistema inmunitario que las proteja más que a otras. Por lo general, cuando una persona adulta se contagia de malaria a una zona muy endémica lo pasa como una gripe, raramente se muere. Son los niños los que tienen un mayor índice de mortalidad. Hemos visto que la inmunidad depende de la edad y de las veces en que la persona se ha expuesto al parásito.
El cambio climático está haciendo que enfermedades propias de países tropicales irrumpan en zonas donde antes no existían. ¿Crees que la malaria podría llegar por nuestras tierras?
La malaria había existido hasta la guerra civil en el delta del Ebro y del Llobregat, había muchísima. El agua del delta es un lugar fantástico para que se reproduzcan los mosquitos. Las campañas que se realizaron en los años sesenta del siglo XX la erradicaron.
La malaria, como otras enfermedades transmitidas por los mosquitos –por ejemplo el Dengue– están vinculadas al clima y actualmente estamos viendo cambios epidemiológicos vinculados a la subida de las temperaturas. Quizás aquí no es tan evidente, pero tenemos algunos ejemplos donde está claro. En Etiopía, que es un país montañoso, se está viendo que la malaria cada vez llega a territorios más elevados, donde antes no existía. En varias zonas del planeta donde no había malaria, ahora existen. En Cataluña es más difícil de predecir, deben darse una serie de circunstancias, como haya un número elevado de personas infectadas. Pero tenemos programas de vigilancia para detenerlo a tiempo. De vez en cuando tenemos algunos casos, pero ahora mismo no veo que pueda ocurrir en un futuro próximo.
Hablemos ahora de tu bagaje profesional. Sobre tu paso por diversas instituciones de investigación en distintos países, ¿cuáles son las experiencias que más te han marcado?
Destacaría la London School of Hygiene & Tropical Medicine, una de las instituciones punteras del mundo en Medicina Tropical, en la que confluyen muchas redes que trabajan en este ámbito. También la Universidad de Edimburgo, donde hice el doctorado, que tiene un departamento muy potente en malaria. La estancia en estas dos instituciones me abrió muchas puertas. También me marcó y abrió a contactos poder hacer el post-doc en el centro de investigación médica naval de Estados Unidos (Naval Medical Research Center), dado que tienen un foco importante en enfermedades tropicales para que los militares estadounidenses viajan por todo el mundo.
Viviste un tiempo en África, experiencia que te hizo decidir que querías enfocarte en esta enfermedad.
Cuando estudiaba Farmacia hice un voluntariado en Guinea Ecuatorial. Allí vi el impacto que tenía la malaria: muchos niños se morían, otros enfermaban y no podían ir a la escuela, sus padres no podían trabajar… Vi que no había ninguna vacuna para prevenirla y eso me hizo decidir investigar en ese ámbito.
También me impactó una segunda estancia en África durante el doctorado, concretamente en un centro de Malaui que atendía a niños con malaria cerebral. Son niños que acaban en coma y muchos mueren… Les hacíamos la autopsia para determinar y entender la causa de la muerte. Fue muy interesante ya la vez impresionante.
Por último, he trabajado en el centro de investigación colaborador de ISGlobal, en Manhiça, Mozambique, donde he dirigido las tesis doctorales de un buen número de investigadores.
En tu carrera profesional, ¿te has encontrado con dificultades específicas por el hecho de ser mujer?
Durante mi época como investigadora junior no noté ninguna discriminación de género. El único momento en que he tenido que afrontar dificultades ha sido en el momento de la maternidad. Es muy duro el hecho de que, en una carrera académica, justo coincide el momento de ser madre con el de independizarte y convertirse en Jefe de Grupo en el campo de la investigación. Esta etapa pide una gran exigencia… Es un mundo en el que hay mucha competitividad. En ese momento tan complicado no hay apoyo hacia las mujeres y muchas abandonan porque deciden que no vale la pena. En mi caso, se unieron una gran voluntad de seguir adelante y la suerte de tener un entorno familiar que me apoyó (mi marido, mis padres…). Sin eso, no pudo llegar donde estoy. Es injusto el poco espaldarazo que las científicas tenemos en este momento crítico.
¿Cómo ves el estado de la ciencia en Cataluña, hay suficiente apoyo en la investigación?
Aquí tenemos mucho talento y la tasa de éxito para atraer fondos competitivos de ciencia comparada con otros territorios cercanos es alta, pero, por supuesto, si nos comparamos con países del norte de Europa o Estados Unidos, no tenemos suficiente apoyo y la inversión necesaria. No disponemos de unos fondos estables que permitan continuar en momentos de crisis, y esto condiciona mucho. Debería haber más inversión para contar con más personal y se pudiera financiar lo que cuesta la investigación.
¿Qué consejo le darías a una niña o chica que quiera dedicarse a la ciencia?
De entrada, que tenga vocación, curiosidad y capacidad académica y de estudio importante, puesto que es un ámbito muy exigente. Pero las cualidades más importantes son la resiliencia, el foco y la perseverancia: es un mundo fascinante, pero a menudo te encuentras con obstáculos -como te denieguen una beca o un artículo- y solo las personas que lo tienen claro y persisten siguen adelante. Creo que es un tema que las generaciones actuales deben trabajar… De hecho, el número de vocaciones está disminuyendo.