Benedetta Bolognesi: "Hemos cuantificado todas las mutaciones de la proteína que causa el Alzheimer"
Entrevista de Àurea Grau para Barcelona Ciencia y Universidades y Núvol.
Benedetta Bolognesi y biotecnóloga y doctora en química por la universidad de Cambridge. En la estancia postdoctoral en el Centro de Regulación Genómica (CRG) estudió la toxicidad de algunos genes. Actualmente, y desde hace cinco años, es la group leader de los laboratorios Transiciones de fase proteica en la salud y la enfermedad del Instituto de Bioingeniería de Cataluña (IBEC), cuyo objetivo es medir el efecto de miles de mutaciones de las proteínas y su capacidad para formar las diferentes fases y causar toxicidad en muchas enfermedades neurodegenerativas como el Alzheimer, el Parkinson o la ELA.
¿Cuál es tu campo de estudio? ¿Cuáles son vuestras principales líneas de investigación?
La pregunta es interesante porque es algo difícil definir lo que hacemos dentro de una sola disciplina. Utilizamos tecnología y estrategias de genómica para entender la biofísica de las proteínas en enfermedades humanas. Es decir, intentamos entender el funcionamiento de una proteína analizando miles de posibles mutaciones de esta. La idea principal de nuestro estudio es que si vemos miles de mutaciones, primero, entenderemos mejor cómo funciona este mecanismo, y segundo, podremos anticipar de forma preventiva cómo las mutaciones desarrollarán las enfermedades en las personas.
¿Cómo es tu trabajo como investigadora?
En mi día a día como group leader hay mucha gestión en dos aspectos: gestión de las personas de mi equipo de trabajo —saber cómo están, valorar cómo van los experimentos en el laboratorio, mirar resultados conjuntamente, etc.— y, por otra parte, gestión de los proyectos —como avanzamos en el estudio, publicar las novedades, hablar con colaboradores, etc. También hay bastante trabajo de divulgación: redactar papeles, presentaciones y conferencias, y leer todo lo que se va publicando. Pero una parte muy importante es la redacción de proyectos para pedir dinero, esto ha sido la mitad de mi trabajo hasta ahora, y justo hace un año ganamos la subvención de la Unión Europea ERC Consolidator dos millones de euros para consolidar la investigación.
¿Dos millones de euros es mucho dinero para un laboratorio? ¿En qué se traduce exactamente?
Dos millones para un laboratorio júnior es bastante. La investigación es cara y dos millones permiten financiar la búsqueda de cuatro personas durante cinco años. Esto nos da oxígeno para trabajar más y podremos sumar otras cuatro o cinco personas en el laboratorio. Creceremos.
¿Qué es lo más importante para liderar un laboratorio?
Hay que estar increíblemente centrado en los proyectos de laboratorio, leer, mirar los resultados muchas veces, sentarte con las y los trabajadores. Antes, por ejemplo, viajaba un poco más, pero cada vez intento elegir mejor cuándo y dónde voy, porque cada vez que me voy pierdo ese ritmo y me cuesta recuperarlo. Prefiero dar prioridad a estos momentos conceptuales con las personas del laboratorio, porque son el que tiene más sentido.
Hace cinco años Núvol te incluyó en una lista de 25 científicas destacadas del país. ¿Cómo ha avanzado tu búsqueda desde entonces?
Hace cinco años yo tenía una idea que quizás podía funcionar y era la idea de que podíamos cuantificar el efecto de cada mutación en la proteína que se deposita en los cerebros de los pacientes con Alzheimer. Ahora han pasado cinco años y ha funcionado, hemos cuantificado las mutaciones, sabemos lo que hacen, sabemos si serán patogénicas o no, y eso nos ha ayudado mucho a entender el mecanismo que existe en la base de esta enfermedad. Y, por otra parte, nos ha dado la posibilidad de implementar ese descubrimiento con otras proteínas implicadas en otras enfermedades. Que la idea haya prosperado ha dado identidad al laboratorio, porque es lo que hacemos y ha funcionado.
Uno de tus últimos trabajos ha sido el desarrollo del atlas de las mutaciones genéticas que provocan la formación de una proteína implicada en la enfermedad de Alzheimer. ¿Qué supone esto exactamente?
Hemos generado el primer paisaje mutacional para el amiloide BETA, una proteína que se deposita en los cerebros de los pacientes con Alzheimer. Esto significa que hemos cuantificado el efecto de todas las mutaciones posibles en esta proteína sobre su habilidad de agregar, depositar y generar daño en las neuronas. En primer lugar, esto nos ha permitido saber de forma preventiva o proactiva lo que cada mutación hará. Esto significa que si se encuentra una mutación en un paciente o familia que no tiene nada, ya se puede saber si esta es una mutación tranquila o una mutación de alto riesgo. En segundo lugar, cuando generas un paisaje mutacional se entiende mucho mejor el mecanismo en la base del proceso de agregación de proteínas. Esto te permite desarrollar ideas que puedan inhibir la agregación de la proteína y puedan ser la base para desarrollar nuevas terapias y estrategias que nos permitan revertir este proceso.
¿Consideras que falta divulgación en el mundo de la investigación?
En los últimos cinco o diez años se ha hecho bastante divulgación sobre los nuevos descubrimientos, pero falta información sobre el proceso. Lo que se publica es el resultado del trabajo de quince o veinte años de muchas personas, falta información más cuantitativa sobre los hechos. Se generan muchos debates en torno a la ciencia, pero al final hay unos números muy sencillos, que mucha gente puede entender. En el día a día de la comunicación científica deberíamos explicar más esta información cuantitativa, y que las personas que no son científicas puedan acostumbrarse a ver un gráfico y saber qué significa. Hay muchas opiniones sobre la ciencia que se olvidan de los números.
¿Qué cosas han cambiado a nivel personal en estos últimos cinco años?
Personalmente, no ha sido sencillo, es necesario tener mucha confianza y seguridad, no tanto en ti misma, como en tus ideas, al saber que lo que estás haciendo es importante y vale la pena el sacrificio. También es muy importante tener unos mentores que crean en el proyecto y puedan ayudarte, porque es un trabajo muy solitario. Hace cinco años yo no sabía si podría hacerlo, ahora sé que puedo hacerlo y eso me da una nueva energía que puedo trasladar al laboratorio.
En todo este proceso, ¿qué papel ha jugado el síndrome de la impostora?
El síndrome de la impostora lo viví quizá en situaciones distintas de mis primeros días como una Group Leader, cada nueva situación era un reto para el síndrome de la impostora. Ahora me he dado cuenta de que muchas cosas puedo hacerlas perfectamente, al final es la experiencia lo que te ayuda.
¿La investigación es una profesión fácil de conciliar con la maternidad?
La maternidad es para mí lo que me hace desconectar del trabajo, en mi tiempo libre estoy con mi hija. Ella es mi equilibrio entre el trabajo y la vida personal, porque me obliga a cenar bien, me obliga a estar en casa y dormir, si no a veces me pasaría el día en el laboratorio. Lo fácil es que este trabajo es flexible y si mi hija está enferma, no tengo que explicar a nadie que debo quedarme en casa, eso no es poco. Quizás el más complejo no esté necesariamente ligado a la ciencia, sino a que ni yo ni mi marido seamos de aquí y nos hemos sentido un poco solos en la crianza. Mi hija es una niña y lo que tenía claro es que no quería contarle la historia de: “yo estaba haciendo todas estas cosas importantes, después has nacido tú y ya está”. En lugar de eso le explico: “yo estaba buscando, he continuado haciéndola y has nacido”. Quería ser un modelo para ella y tener mi trabajo y mi identidad aparte de la identidad como madre. En conclusión, es complejo ser madre científica, sí, pero la conciliación no es un problema exclusivo de la ciencia, es complejo trabajar y ser madre porque nuestra sociedad no ha llegado todavía aquí.
¿Desde pequeña ya querías ser investigadora? ¿Cuándo decidiste dedicarte a la investigación?
Cuando era pequeña, de un modo naif, tenía la idea de que quería hacer algo bueno para el mundo. Cuando empecé a estudiar ciencia en el instituto, y me explicaron lo que era el ADN, quedé cautivada por estos mecanismos moleculares, la idea de la vida que no se ve, pero que es vida. Un día recuerdo que pasaban en televisión noticias sobre el VIH y hablé con mi padre, que era científico, pero que nunca me había empujado hacia este campo, y me ayudó a entender que buscando inhibidores de receptor en el VIH se podían desarrollar nuevas terapias para estas personas. A partir de ahí conecté con la idea de que investigando esa vida minúscula que me llamaba la atención podía ayudar a mejorar el mundo.
Tomando una perspectiva de estos últimos años, ¿crees que las mujeres están ganando terreno en el mundo de la investigación?
Veo muchos cambios en mi laboratorio, en mi entorno, en mis estudiantes, pero cuando miras arriba ese cambio todavía no ha pasado. No ha cambiado en representación, no ha cambiado en maneras… He visto cambiar mucho las cosas desde que yo hice el doctorado hace quince años, que apenas se hablaba de eso, incluso ahora puedo preguntarle a mi hija que tiene siete años y está sensibilizada con el problema de la representación de la mujer en la ciencia y no por mí. Hay más referentes. Nosotros vamos también a ser referentes para las nuevas generaciones, lo que da mucha fuerza para aguantar dentro de este sistema.
¿Qué consejos darías a una joven investigadora que se plantee realizar carrera científica?
Mi consejo para una joven investigadora es que se enfoque mucho en la ciencia, que aprenda nuevas competencias, que no tenga miedo a hacer cosas difíciles. Cuando eres joven, puedes hacerlo todo. Le recomendaría que se centrara más en la ciencia que en la carrera, la carrera es la consecuencia de la buena ciencia.