María (nombre ficticio) es una mujer marroquí y es una de las primeras usuarias del proyecto de Mares Veïnes en el barrio del Carmel. Esta iniciativa, activa desde principios de 2023, facilita recursos para la crianza, educación en la primera infancia y apoyo comunitario a madres migrantes. Salima es trabajadora del proyecto desde sus inicios y acompañante de María. Al igual que María, es de Marruecos, pero lleva prácticamente toda la vida viviendo en Barcelona. El proyecto de Mares Veïnes le ha permitido acompañar a madres migrantes de su país de origen para que se empoderen y tengan suficientes recursos para el día a día. Hemos hablado con María para conocer su historia y su experiencia en esta iniciativa que nace del servicio de cuidados municipales VilaVeïna.
¿Cuándo viniste a Barcelona?
Llevo treinta años aquí. Antes de vivir en Barcelona, vivía en un pueblo del área metropolitana de Barcelona.
¿Conocías a alguien en la ciudad con quien pudieras contactar?
Cuando me fui a Barcelona, no conocía a nadie de Marruecos con quien pudiera hablar. Me sentía muy sola.
Como madre migrante, ¿cómo fue el proceso de integrarte en la ciudad?
Lo viví muy mal. Al no conocer el idioma, no puedes comunicarte con nadie, ni con vecinos ni con establecimientos cerca de casa. No tienes familia ni nadie que te ayude. Cuando no sabes algo y quieres preguntarlo, no puedes hacerlo.
En un momento dado, quise volver a Marruecos. No podía contactar ni siquiera con mis padres, porque no tenía móvil. Tenía que enviar cartas, pero yo no tenía estudios y no sabía hacerlo. Vivía con mi marido, pero sufría una violencia constante y no me dejaba relacionarme con nadie. Yo le decía que necesitaba hablar con gente, pero me lo impedía. Entonces pasé más de un año encerrada. Me resultó muy duro no poder hablar con nadie para contarle lo que me estaba pasando.
Cuando mi hijo cumplió un año, empecé a salir de casa porque necesitaba conocer el entorno. Lo llevaba al parque, pero mi situación en casa no cambió y seguía sufriendo maltratos. Un día encontré en el parque a una mujer que venía de Marruecos y le comenté lo que me sucedía. Me dijo que era intolerable y se ofreció a acompañarme a una asistenta social. Ella me encontró una casa de acogida.
¿Te resultó fácil conocer los recursos y servicios de educación y salud para la primera infancia?
Me costó mucho. En ese momento no tenía documentación, y tenía muchas cosas en mente para poder instalarme en la ciudad. Personalmente, siento que he vivido toda la vida con mucho miedo. No he recibido muchas ayudas. Cada vez que hablaba con mi asistenta social, no me ayudaba mucho. No conseguía regularizarme aquí, por más que lo intentase.
En la casa de acogida donde vivía había personal que podía llevar a mis hijos al colegio. Yo no podía hacerlo, porque mi integridad física peligraba. A lo largo de mi vida, he tenido muchos problemas de salud. Había ocasiones en que no tenía fuerzas para atender a mi hijo.
¿Por qué decidiste entrar en el proyecto de Mares Veïnes?
Cuando vine a vivir en el Carmel, me apunté a hacer clases de español en La Teixonera. Había varias mujeres allí, y me dijeron que iban a un lugar que yo no conocía. Cuando vine, me gustó mucho. Me ayudaba mucho a distraerme y a mantenerme activa en un punto vital en que estaba bastante tiempo sola en casa y sufría problemas de salud.
Antes de entrar en Mares Veïnes, entré en un proyecto llamado Veïnes per veïnes que me ayudó mucho. Todo este proceso me ha ido muy bien para tener más recursos en el día a día. En Mares Veïnes, he aprendido catalán para poder comunicarme en mi vida diaria. También he aprendido a leer ciertas cosas y a apuntar datos importantes.
Ahora, Salima me ayuda con mis agendas médicas. Ella me apunta los días que tengo que ir al médico y las llamadas que tengo que hacer. Pienso que este servicio es muy necesario. De hecho, antes de que existiese Mares Veïnes pedí ayuda al ayuntamiento para que me acompañasen al médico.
¿Has construido vínculos con otras madres migrantes en Mares Veïnes?
La verdad es que sí. Hay muy buenas personas que forman parte del proyecto. Aquí he conocido a gente nueva. Por ejemplo, tenemos un grupo en que hacemos ejercicio una vez por semana. También he conocido a personas de otros países, y esto me enriquece mucho.
¿Qué aprendizajes te llevas de Mares Veïnes?
Me ha servido mucho para afrontar mejor el día a día. Ahora siento que estoy más preparada para situaciones diarias. Por ejemplo, en el proyecto he aprendido a utilizar la aplicación de La Meva Salut y a utilizar la red de metro de la ciudad.
¿Recomendarías a otras madres migrantes que se unieran a Mares Veïnes?
Claramente, sí. Yo siempre que veo a alguien que le puede venir bien, se lo comento. Este proyecto es muy útil para las madres que tienen dificultades con el idioma y necesitan hacerse visitas médicas. Todas las personas que vienen se sienten muy a gusto con Mares Veïnes.