Refugios climáticos: una respuesta urbana a la crisis global
- Visiones urbanas
- Jul 22
- 12 mins
La lucha contra el cambio climático pasa por las ciudades. El fomento del transporte público y las energías renovables, la transformación urbanística y la reducción de las emisiones de los vehículos de combustión son medidas urgentes, pero igualmente son necesarias actuaciones de adaptación y mitigación para garantizar la salud y el bienestar de las personas. La creación de refugios climáticos es una de estas acciones que se despliegan en ciudades como Barcelona, Bruselas, París y Rotterdam para ofrecer acogida y espacios de confort térmico en momentos críticos como las olas de calor.
El cambio climático afecta al conjunto del planeta, pero hay ecosistemas, regiones e incluso ubicaciones concretas en los que este proceso de aumento de las temperaturas provocado por actividades humanas es más evidente y conmovedor. Las grandes ciudades son un ejemplo de ello. Y dentro de estas, hay distritos y barrios con notables diferencias térmicas —como es el caso de Barcelona— que hacen que este impacto sea más grave en las personas mayores y en las más sensibles.
Las urbes compartían históricamente fenómenos climáticos relativamente moderados, como las islas de calor. Estas se caracterizan por un aumento leve de la temperatura en los núcleos urbanos —respecto al gradiente térmico de la periferia— por culpa de la cantidad de edificios, infraestructuras, zonas asfaltadas, tránsito motorizado y contaminación atmosférica presentes. El calentamiento global se suma al fenómeno isla de calor para convertir algunas ciudades en lugares de difícil habitabilidad en periodos de verano y, muy especialmente, durante las olas de calor.
Barcelona no es una excepción. Es más bien un ejemplo negativo del impacto del cambio climático en las ciudades, un exponente de la necesidad de actuar localmente contra el calentamiento del planeta. Datos de la Agència de Salut Pública de Barcelona (ASPB) indican que en las tres últimas décadas (etapa de mayor incremento del cambio climático) cada año mueren en Barcelona una media de 150 personas por efectos del calor extremo. El año 2003 marcó un récord en cuanto a olas de calor en la ciudad, con 13 días de verano con temperaturas muy por encima de la media. En concreto, del 8 al 16 de agosto se superaron los 38 °C.
El Instituto de Ciencia y Tecnología Ambientales (ICTA-UAB) indica que, según los estudios científicos más actualizados, si se mantiene la tendencia actual, en 2050 se habrá llegado a un incremento global de la temperatura de 2 °C (respecto a la temperatura media preindustrial) y en 2100 se llegará a los 3 °C de más.
El objetivo marcado en los Acuerdos de París (de 2015) es actuar a escala mundial para evitar que se supere el incremento de 1,5 °C de media, pero, aun así, en ciudades como Barcelona esta cifra queda claramente superada en épocas de verano, recuerda el ICTA-UAB. Los episodios de clima extremo, como las olas de calor, son ahora más frecuentes, lo serán aún más en el futuro “y tendrán efectos especialmente en las personas más vulnerables al calor: niños y ancianos”, destaca el Instituto de Ciencia y Tecnología Ambientales.
Respuestas de ciudad a la emergencia climática
El Plan Clima aprobado en pleno del Consejo Municipal de Barcelona en octubre de 2018, la Declaración de Emergencia Climática de enero de 2020 y el Plan de Acción para la Emergencia Climática 2030 aprobado en 2021 son respuestas a este reto de impacto creciente. “El Plan Clima de 2018 fue un primer paso para dotar a la ciudad de herramientas para adaptarse y mitigar el impacto del cambio climático, con las olas de calor como una de las situaciones en las que se hace evidente el problema en la salud y el bienestar de las personas”, recuerda Eloi Badia, concejal de Emergencia Climática y Transición Ecológica de Barcelona.
En 2020 se pusieron a disposición de la ciudadanía 70 refugios climáticos y en 2021 se llegó a los 155. Con esta cifra se superaba el propósito de tener 100 en 2024.
Una de las respuestas previstas ya en el plan de 2018 es la creación y el desarrollo de una red de espacios de refugio climático. En estos recintos, locales o zonas al aire libre, las personas más afectadas por las altas temperaturas pueden encontrar condiciones ambientales acogedoras y saludables gracias a elementos aislantes, vegetación, agua, ventilación... El objetivo es habilitar o adaptar equipamientos públicos para ser utilizados en caso de necesidad como refugios climáticos. “En situaciones críticas como las olas de calor, no todos los hogares de la ciudad pueden ofrecer condiciones saludables o confortables a sus ocupantes, y por eso tenemos que ofrecer ‘refugios’ en los que las personas tengan —cerca de casa— un espacio acondicionado y climatizado adecuadamente”, señala Badia.
En 2020, por primera vez, esta red puso a disposición de la ciudadanía 70 refugios climáticos. Durante el 2021 se actualizó el protocolo para activarla durante la fase preventiva de posibles olas de calor (en principio, del 15 de junio al 15 de septiembre) y se consiguió llegar a los 155 espacios de refugio climático en la ciudad. Por lo tanto, se superó el propósito contemplado en la Declaración de Emergencia Climática de tener 100 en 2024.
Las escuelas públicas han sido un espacio-modelo en el que poner en marcha el proyecto barcelonés de refugios climáticos.
Las escuelas, primeros refugios climáticos
Las escuelas públicas han sido un espacio-modelo en el que poner en marcha el proyecto barcelonés de refugios climáticos con el impulso del proyecto Adaptación climática en las escuelas azul, verde y gris, cofinanciado por el programa europeo Urban Innovative Actions (UIA). La UIA es una iniciativa que quiere encontrar y probar nuevas soluciones a retos del desarrollo urbano sostenible que resulten relevantes para el conjunto de los miembros de la Unión Europea.
El proyecto de Barcelona —también conocido con el nombre de Refugios climáticos en las escuelas— recibió una subvención FEDER de cuatro millones de euros (más un millón de euros de aportación municipal) y se ha llevado a cabo de 2019 a 2022. En este proyecto han participado el Ayuntamiento de Barcelona, el Consorcio de Educación de Barcelona, Barcelona Cicle de l’Aigua SA (BCASA), la Agència de Salut Pública de Barcelona (ASPB), el ICTA-UAB, ISGlobal y la escuela Vila Olímpica, además de otras áreas del consistorio barcelonés como el Institut Municipal d’Educació (IMEB) y la Agencia de Energía.
Como indica su nombre, el proyecto plantea intervenir en las escuelas con un paquete de medidas azules (incorporación de puntos de agua de diversas tipologías en los patios), verdes (espacios de sombra también en los patios) y grises (intervenciones sobre los edificios para mejorar su aislamiento o generar energía). Los niños y niñas se han involucrado en el diseño de soluciones climáticas y en la evaluación de las acciones en sus escuelas. El principal destinatario es el alumnado, pero también el conjunto de la ciudadanía, ya que los patios están abiertos durante el verano y se incorporan, así, a la red de espacios de refugio climático.
Mientras Barcelona ponía en práctica el proyecto de adaptación climática en las escuelas, París llevaba a cabo una acción similar con el proyecto Oasis, también cofinanciado por la UIA y con intervención destacada de los centros formativos.
Un equipo de investigadores y técnicos de ISGlobal, centro impulsado por la Fundación ”la Caixa”, en coordinación con la Agència de Salut Pública de Barcelona, se ha encargado de evaluar si las adaptaciones en los centros participantes en el proyecto para crear refugios climáticos en las escuelas han tenido los efectos que se esperaban —como cambios en la temperatura, humedad o calidad del aire— y, “qué impacto tiene esto en la salud y el bienestar”, explica Mònica Ubalde, investigadora de ISGlobal que ha formado parte del proyecto. Para poder sacar conclusiones, el proceso de evaluación completado en octubre de 2021 ha analizado, entre otros indicadores, el confort térmico, los niveles de actividad física y de atención de los niños y niñas antes y después de la intervención, así como el uso de los espacios y las interacciones sociales del alumnado y de los usuarios potenciales.
Las conclusiones de esta evaluación científica aún están en fase de elaboración y publicación oficial, pero Mònica Ubalde avanza que los resultados han sido positivos en muchos aspectos. Dos de las conclusiones que se pueden extraer de los primeros años de funcionamiento de los refugios climáticos en Barcelona son, por un lado, la necesidad de trabajar no solo en la creación sino también en el mantenimiento y la mejora constantes, y, por el otro, la posibilidad de aprovechar los conocimientos adquiridos en las actuaciones en las escuelas refugio para hacer crecer la red y los equipamientos correspondientes en otros espacios públicos. “Las escuelas son puntos estratégicos repartidos por toda la ciudad, y muchas de las cosas que hemos comprobado que funcionan como refugio climático en las escuelas pueden funcionar en otros espacios”, concluye Mònica Ubalde.
Preparar los centros educativos para el cambio climático
Un segundo proyecto científico, en este caso coordinado por expertos de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC), trabaja igualmente en el análisis del impacto transformador de intervenciones para la acción climática como las que está poniendo en práctica la iniciativa Refugios climáticos en las escuelas. En este caso, el proyecto recibe el nombre CoolSchools, tiene alcance europeo (incluye también escuelas de Bruselas, París y Rotterdam) y cuenta con la participación de 16 socios, entre ayuntamientos, universidades, centros de investigación, asociaciones y cooperativas sociales. La investigación dispone de una financiación de más de 1,5 millones de euros para los próximos tres años, aportados por el fondo europeo Urban Transformation Capacities (JPI Urban Europe), en el que participa la Agencia Estatal de Investigación.
Isabel Ruiz Mallén, líder de este proyecto e investigadora Ramón y Cajal del Urban Transformation and Global Change Laboratory (TURBA) de la UOC, explica que “las soluciones que se están implantando pretenden proteger a los niños y las niñas frente a los riesgos derivados del cambio climático, y mejorar la adaptación de los centros educativos en este nuevo contexto”. “Lo que queremos ver a partir de las actuaciones que se están implementando en estas cuatro ciudades es el impacto que estas intervenciones tienen en términos de sostenibilidad urbana, resiliencia al cambio climático, justicia social y fomento de la educación de calidad”, describe la experta de TURBA, un grupo de la UOC que centra su labor en el análisis de las transformaciones urbanas socioambientales y tecnológicas con una perspectiva crítica e interdisciplinaria. Más allá de las actuaciones puntuales, la investigadora Isabel Ruiz Mallén recuerda que estas transformaciones socioeconómicas en los patios de las escuelas “aspiran a ser dinamizadoras de los cambios sociales en los distritos urbanos y servir de catalizadores para llegar a transformar también los hogares y el vecindario”.
A l’antiga fàbrica Mercedes-Benz, al districte de Sant Andreu, està previst incorporar actuacions coherents amb la resposta adaptativa al canvi climàtic.
Urbanismo verde y sostenible
Los refugios climáticos son actuaciones necesarias, pero puntuales; una pieza más en el proceso de adaptación de ciudades como Barcelona a las nuevas condiciones establecidas por el cambio climático. El conjunto de la ciudad, y su urbanismo en particular, deben garantizar condiciones de salud y bienestar ante la crisis climática.
Uno de los proyectos urbanísticos en fase de desarrollo en el que se quieren incorporar actuaciones coherentes con esta respuesta adaptativa al cambio climático, incluyendo los refugios climáticos, es el que tiene que ocupar el espacio de la antigua fábrica de automoción Mercedes-Benz, en el distrito de Sant Andreu, una manzana delimitada por las calles Sant Adrià y Ciutat d’Asunción y el paseo de L’Havana, con 90.641 m2 de superficie.
En la primavera de 2021, el Gobierno municipal firmó un convenio con la sociedad Conren Tramway, propietaria de este ámbito industrial en desuso desde 2007, para impulsar el proceso de transformación en un nuevo tejido urbano con usos vecinales y productivos. Según Conren Tramway, el proyecto cumplirá los criterios más exigentes de sostenibilidad alineados con los objetivos de desarrollo sostenible de la Agenda 2030 de las Naciones Unidas y la New European Bauhaus, que introduce una dimensión cultural y creativa al Pacto Verde Europeo para demostrar cómo la innovación sostenible aporta experiencias tangibles y positivas a la vida cotidiana.
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