El futuro de la Barcelona azul
- Visiones urbanas
- Abr 24
- 15 mins
Cuando hablamos de economía azul, no nos referimos solo a las actividades náuticas y a toda la industria que se mueve a su alrededor. El concepto también incluye la pesca, el turismo y la restauración, el trasiego de mercancías en el puerto, el tratamiento del agua, el mundo académico y los centros de investigación sobre el ecosistema marino, entre otros. En Barcelona hablamos de 1.200 empresas, 3.938 millones de euros de facturación y 16.186 personas empleadas. Por todo ello, la ciudad quiere hacerse un hueco en la competición internacional en la que juegan Lisboa y otras ciudades norteuropeas.
Corría el año 1520 cuando el Consejo de Ciento se dirigió a Carlos I para pedirle que iniciara una expedición naval desde el puerto de Barcelona que permitiera reconquistar Constantinopla, unificar el ya antiguo Imperio romano y poner fin a la piratería que asediaba ese comercio en el Mediterráneo que enriquecía a parte de los miembros de la asamblea de notables de la ciudad. El intento, recordado en Barcelona. Una biografía, de Enric Calpena, no fructificó. El próximo agosto, quinientos años después de aquella carta fracasada, un grupo de veloces embarcaciones de última tecnología se citarán en la capital catalana para intentar ganar la Copa América, el que dicen que es el tercer mayor evento deportivo del mundo después de los mundiales de fútbol y los Juegos Olímpicos. Serán 68 días de competición en los que el litoral barcelonés podrá salir en los medios de comunicación de todo el mundo. Es otra forma de ver la conquista de los mares, contienda de la que Barcelona no quiere quedar al margen. Si con las Olimpiadas la ciudad explotó la consigna de “(re)abrirse al mar” tras haber abandonado su fachada marítima durante siglos, ahora quiere sondear un neologismo acuñado en 1994 y al que la Comisión Europea trata de dar forma estratégica desde hace unos tres años: economía azul.
La economía azul es una de las ramas del Green Deal europeo, el Pacto Verde de la Comisión Europea para avanzar hacia la descarbonización y reducir la contaminación.
Y he aquí un buen atolladero que empieza por la definición: ni la Comisión Europea, ni las Naciones Unidas, ni la OCDE, ni el Banco Mundial son capaces de consensuar una definición, ni los actores ni los recursos implicados. Un artículo publicado por el Barcelona Centre for International Affairs (CIDOB) mencionaba incluso las dificultades de comparar magnitudes en España, porque cada administración las realiza a su manera. En cualquier caso, la economía azul incluye muchas cosas. Son los pescadores de toda la vida de la Barceloneta y, a la vez, el turismo y la restauración vinculados a los diez kilómetros de las playas de la ciudad, que surgieron como de la nada en aquel 1992. Pero también el trasiego del puerto de Barcelona, una ciudad dentro de la ciudad, y las actividades náuticas más vinculadas al ámbito del ocio y del deporte, o el tratamiento del agua, más crítico que nunca en tiempo de sequía. Y como la economía azul es una de las ramas del Green Deal europeo, el Pacto Verde de la Comisión Europea para avanzar hacia la descarbonización y reducir la contaminación, también incluye todas las actividades de investigación e innovación que aporten mejoras a la sostenibilidad del ecosistema marino (y del mundo), así que el ámbito académico y los centros de investigación no pueden quedar al margen. En resumen, y para aportar tres cifras: Barcelona Activa calcula que en 2022 todas las actividades relacionadas con este ámbito sumaban unas 1.200 empresas de la ciudad, 3.938 millones de euros de facturación (similar al presupuesto municipal) y una ocupación de 16.186 personas.
“A veces lo olvidamos, pero esta es una ciudad que está donde está gracias al mar”, apunta con firmeza el teniente de alcalde de Economía, Hacienda, Promoción Económica y Turismo del Ayuntamiento de Barcelona, Jordi Valls. “Nos abrimos al mar en 1992, pero no descubrimos el mar —sigue—, sino las playas, y el reto que tenemos ahora es descubrir el mundo de la economía azul, que es el descubrimiento de las actividades económicas que están relacionadas con él”. Anna Majó, directora de Sectores Estratégicos e Innovación en Barcelona Activa y una de las personas que más se ha adentrado en el ámbito de la economía azul para redactar la hoja de ruta municipal, lo aborda desde otra perspectiva. “La apuesta es construir un punto de debate y de encuentro donde haya oportunidades: una compañía que crece en una aceleradora de empresas en la ciudad, que conoce aquí a un inversor, que al año siguiente se presenta en una competición de start-ups en el Tomorrow Blue Economy [un espacio que se organiza en el Smart City Expo World Congress de Barcelona] y gana y es financiada por un fondo de capital riesgo que vino a la ciudad por otro evento. Estos son el tipo de acciones que queremos que sucedan, como la de algún hijo del barrio que realiza un curso de vela en un centro municipal y acaba estudiando Náutica y trabajando en Marina 92”. Majó asegura que “son cosas que ya están pasando”.
Empresas de todos los tamaños
La empresa Marina Barcelona 92 a la que se refiere Majó es conocida internacionalmente como MB92 y ocupa el muelle de Catalunya desde 2010. No pasa desapercibida, porque desde varios puntos de la ciudad a menudo pueden verse allí varados los superyates más grandes del mundo mientras son revisados, reparados o reformados. En sus instalaciones barcelonesas (tienen otras similares en Marsella) trabajan unas 1.200 personas y se sirven de una red de un millar de proveedores. Son líderes mundiales en un segmento que, como la Copa América, está en la cúspide del lujo, pero también de la tecnología. “Para nosotros, el ecosistema ha sido fundamental, hace veinte años todos nuestros trabajadores eran extranjeros —neerlandeses, británicos…—, y hoy, a pico y pala, hemos conseguido trabajar con la misma calidad y excelencia con gente de aquí”, dice Carmen Sánchez, directora de Recursos Humanos de la compañía, consciente de que la empresa también se beneficia de la ciudad: “Estar en Barcelona es un atractivo para los clientes y las tripulaciones de los barcos que vienen. Esto es crucial”.
En el lado contrario de la cadena de crecimiento, la de la búsqueda de una oportunidad, encontramos a SolarBox, una pequeña empresa con cinco trabajadores que recientemente ha sido reconocida con un galardón por su apuesta por desarrollar baterías para la industria náutica, que hoy se encuentra a años luz de la industria del automóvil con respecto a la movilidad de cero emisiones. Entraron comprando un laúd y viendo cómo podía ir la aventura de electrificarlo, y se han dado cuenta de que la tecnología puede convertirse en un puntal para catapultar esta actividad, en un momento en el que la mala salud de los océanos no pasa desapercibida para nadie. Eso es tan complejo que uno de los fundadores de la empresa, Marc Navarri, explica que le dijeron que lo tendría crudo porque sería el primero en matricular un barco eléctrico, con toda la falta de preparación por parte de la Administración. Y, efectivamente, terminó consiguiendo los papeles en Polonia. “Entramos en la economía azul en 2021 porque vimos que era un nicho virgen y todo el mundo quiere ponerse la túnica de la sostenibilidad, pero todavía está todo por hacer”. El teniente de alcalde Valls discrepa, al menos en parte: “Tenemos sectores ya consolidados en la economía azul que debemos conseguir que sean más sostenibles, y hay otros que no tenemos y por los que debemos apostar: como hacer que de un alga se desarrolle una vacuna contra la covid o como generar energía a partir de las olas del mar”.
La ciudad prepara una gran revolución tierra adentro que supondrá remover alrededor de 50.000 metros cuadrados en operaciones promovidas por varios actores.
En cualquier caso, MB92 y SolarBox son ejemplos del futuro de la economía azul según el plan estratégico barcelonés: aprovechar lo que ya hay como elemento tractor, haciendo que se sumen al vector de la sostenibilidad y complementarlo con todas las actividades que están por llegar y que, dentro de unas décadas, serán lo más normal del mundo. Es la explotación del legado, por un lado, y el posibilismo del todo está por hacer, por otro. Y mirando qué hacer en el mar, la ciudad prepara una gran revolución tierra adentro que supondrá remover alrededor de 50.000 metros cuadrados en operaciones promovidas por varios actores.
Los vectores de crecimiento
Una de las principales operaciones es la que desempeña la Autoridad Portuaria de Barcelona (APB) en el muelle de Sant Bertran, en los que invertirá 50 millones de euros para convertir los tinglados existentes en el Blue Tech Port (que nació en 2022 en el Pier 01 del Port Vell), con la voluntad de convertirlo en un nodo empresarial y de investigación donde convivan actividades como la robótica submarina, la recuperación de la biodiversidad o la inteligencia artificial vinculada a los océanos. “Cuando me preguntan qué es la economía azul, siempre digo que somos nosotros, el puerto”, afirma Emma Cobos, directora de Innovación y Estrategia de Negocio de la APB, una institución con competencias propias y responsable de un tercio de este ámbito de la economía vinculada al mar y, sobre todo, al agua. “No es solo que tengamos este peso, es que tenemos competencias para hacer cosas en este ámbito”, subraya. El puerto ha estado en el foco social y mediático por la contaminación que emana de sus instalaciones, pero Cobos defiende que su plan estratégico apuesta por la sostenibilidad con el llamado Objetivo 70-50-40: “Debemos ser capaces de llegar a unos 70.000 millones de euros de comercio exterior [ahora está alrededor de los 50.000 millones], debemos conseguir que el 50% de nuestros muelles estén electrificados para reducir las emisiones de CO2 y debemos pasar de las 37.000 personas que actualmente trabajan en nuestras instalaciones a tener alrededor de 40.000 personas. Debemos ser capaces de transformarnos para que las actividades emitan menos emisiones y sean neutrales”, dice la directora de Innovación y Estrategia de Negocio de la APB.
Otro de los vectores de crecimiento es el Parque de Tecnología Marítima de Barcelona, que persigue el mismo objetivo de unir la creación de empresas y la innovación en la Nova Bocana del puerto, y que están desarrollando el Ayuntamiento de Barcelona y la Universitat Politècnica de Catalunya. El tercero es la renovada configuración del Port Olímpic, donde se dará una nueva cara a la oferta deportiva y de restauración y se añadirá el primer centro de actividad económica de la ciudad vinculado al mar. Las inversiones se han acelerado para tenerlo listo con la Copa América, y el objetivo es atraer a empresas de actividades náuticas, innovación, tecnología y economía circular que ocuparán los antiguos bares musicales que se abrieron en los años noventa.
Todas las personas consultadas por Barcelona Metròpolis consideran que la Copa América, independientemente del evento, puede ser un punto clave en el futuro de la ciudad. La vicepresidenta de la America’s Cup Barcelona, Aurora Catà, subraya que el evento supera el hecho de ser una competición deportiva y defiende el legado que podrá dejar en la ciudad: “Es una competición de tecnología e innovación, que defiende la diversidad [por primera vez habrá una competición reservada para mujeres], la inclusividad y la sostenibilidad, que es un valor por el que tanto la ciudad como la Copa América han apostado de forma muy firme”. Por ejemplo, defiende el uso, por primera vez, de un barco impulsado por hidrógeno, que permitirá seguir a las embarcaciones competidoras. “Una clara apuesta —defiende— por la descarbonización de los océanos”. Pero también por la transferencia tecnológica a empresas catalanas que puedan trabajar en proyectos asociados.
En paralelo a la habilitación de nuevas infraestructuras, Barcelona Activa ha creado un proyecto de emprendimiento llamado B-Blue que acoge 23 proyectos en fase de aceleración, y se ha creado el fondo Barcelona Deep Tech para invertir, entre otras cosas, en empresas vinculadas con la economía azul, uno de los retos más importantes que tiene la ciudad según una encuesta efectuada por la OCDE. Y existe otra institución, el BlueNetCat, en la que se unen varios centros de investigación y universidades centrados en la investigación en la economía azul. “Estamos en este punto de saltar de escala”, destaca Majó.
Parece que se está produciendo un efecto llamada. Las Naciones Unidas han escogido Barcelona como sede del Ocean Decade Conference.
La ONU mira a Barcelona
Los esfuerzos, aún por terminar, parecen estar produciendo un efecto llamada. Por ejemplo, el Ocean Decade Conference, en abril, “és una oportunidad increíble para que actores de todo el mundo reflexionen colectivamente sobre el uso de la ciencia y el conocimiento para la gestión sostenible del océano y, a su vez, abran el camino hacia el futuro de la década”, según la describe Vladimir Ryabinin, secretario ejecutivo de la Comisión Oceanográfica Intergubernamental de la UNESCO, en la página web del evento. El encuentro incluye una semana de actos y dos miles de participantes en conferencias y debates sobre cuestiones críticas como el cambio climático, la seguridad alimentaria, la gestión sostenible de la biodiversidad, la economía oceánica sostenible, la contaminación y los peligros naturales. El World Ocean Council, un lobby de empresas internacionales interesadas en fomentar la economía marítima, ha decidido también instalar su sede central en Barcelona, una presencia que implica la celebración de sus dos eventos principales, el Sustainable Ocean Summit y el Global Blue Finance Summit. “Barcelona lleva tiempo intentando poner orden con una serie de grupos de interés para mostrarse como un potente hub que engloba todo lo vinculado con la economía azul. Empieza a haber cosas concretas, como la instalación aquí del World Ocean Council”, explica Ignasi Armengol, director general de la Fundació Barcelona Capital Nàutica.
Este tipo de centralidad puede dar un papel primordial a Barcelona en el ámbito de la economía azul si la ciudad consigue hacerse un hueco dentro de la competición internacional, donde también juegan Lisboa y otras ciudades norteuropeas. En la Unión Europea no existe ningún organismo centrado en esta actividad y no sería descabellado que, en el futuro, se decidiera crear uno por medio de su red de institutos de innovación tecnológica (más conocidos como EIT, por sus siglas en inglés). “Eso se sabrá dentro de dos o tres años; y estamos presentes, como ciudad y como país, mirando y viendo cómo podemos posicionarnos, pero no olvidemos que es un concepto relativamente nuevo”, dice Anna Majó. “Debemos ser capaces de competir y, por qué no, de aliarnos con otras ciudades”, defiende también Emma Cobos. De momento, en este objetivo, todo está por hacer.
Del número
N130 - Abr 24 Índice
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