El acceso al agua y la promesa incumplida de la democracia

Ilustración ©Octavi Serra

El agua es una piedra angular de la vida democrática y, sin embargo, su acceso universal todavía es silenciosamente insuficiente o deficiente en muchos hogares de Estados Unidos. Atrapados en la crisis del acceso a la vivienda o del coste de la vida, millones de habitantes urbanos se ven abocados a vidas precarias, sin acceso seguro al agua corriente ni al sistema de saneamiento. Es necesario un cambio de paradigma en el contexto de la emergencia climática.

En 2016 se declaró un incendio en el que murieron 36 personas en Ghost Ship, un antiguo almacén de Oakland (California) reconvertido ilícitamente en viviendas y espacios de trabajo. El alquiler en el inmueble era barato, sobre todo comparado con el resto de la región metropolitana. Por aquella época, un periodista alquiló una barraca detrás de un bungaló en el barrio burgués de West Oakland y se mudó allí. “No había tuberías ni agua corriente para lavarme las manos o los dientes antes de acostarme”, explicaba en un artículo de una revista, donde describía su vida en ese patio. “La electricidad llegaba a la barraca a través de un alargador que serpenteaba por un terreno lleno de menta silvestre y mímulo, y subía hasta un agujero que había entre los tablones del suelo. La estructura era más pequeña que una celda de la cárcel de San Quentin (una casa diminuta o un ataúd enorme, según se mire), de cuatro por ocho y tres metros de altura, tan estrecha que solo cabían un colchón, mis chaquetas y corbatas, un calefactor, algunas novelas y el bote donde orinaba”.[1]

El acceso al agua y al sistema de saneamiento en las ciudades nunca es una cuestión solo de agua: se trata de una cuestión de ciudadanía, de pertenencia y de seguridad, los principios básicos de la vida democrática. Según Stephen Graham y Simon Marvin, el ideal de una infraestructura moderna se basa en al menos tres elementos sociales y de diseño principales: en primer lugar, un sistema en red de recursos agrupados e integrados; en segundo lugar, recursos uniformes en cuanto a calidad y cantidad; y en tercer lugar, una noción universal de la provisión de recursos, reflejada en el objetivo de las Naciones Unidas de “agua para todos”.[2]

Claramente, el ideal democrático de “agua para todos” se desploma rápidamente ante la evidencia de los datos. En muchos países occidentales, el acceso al agua corriente está tan normalizado y se da tanto por hecho que es fácil ignorar que no en todas partes es una realidad, a menos que, como le ocurrió a aquel periodista, nos toque vivir sin agua corriente y orinando en un bote.

Promesa incumplida

El agua corriente es más un horizonte de lucha que un hecho consumado. En Estados Unidos, se calcula que 1,1 millones de personas carecen de agua corriente en su casa. El 73% de los afectados viven en grandes áreas metropolitanas, como Nueva York (65.000 personas sin agua corriente), Los Ángeles (44.200), San Francisco (27.400), Chicago (22.300) y Houston (20.300). En todo el país, los núcleos familiares sin acceso básico al agua corriente se encuentran mayoritariamente en ciudades, tienen unos ingresos bajos, viven de alquiler y sus integrantes no son blancos.[3]

En algunas ciudades, esta tendencia ha ido a peor. En conjunto, aunque el acceso de los hogares al agua ha mejorado en Estados Unidos desde el año 2000, nuestra investigación muestra una tendencia a la baja en algunas de las ciudades más ricas y de mayor crecimiento, como San Francisco, Portland, Austin, Nashville y Seattle, entre otras. Portland es un ejemplo paradigmático del empeoramiento de la tendencia: en el año 2000 la ciudad registraba 3.200 hogares sin agua corriente. En 2017, esta cifra se había disparado hasta los 6.200 hogares, un aumento del 50%.[4]

¿Qué impulsa esta tendencia corrosiva? Como explica nuestro informe de 2021,[5] el caso de San Francisco ofrece pistas importantes sobre la confluencia de la vivienda y el agua. Los inquilinos constituyen menos de la mitad de los hogares del área metropolitana de San Francisco, pero representan casi el 90% de las viviendas que no disponen de agua corriente.[6] El celebrado auge tecnológico de la región y la creación de empresas propietarias en el sector del alquiler en California, después de la crisis financiera global de 2008, contribuyeron a la aparición de la crisis de la vivienda actual: altos precios, bajas tasas de propiedad y alquileres insostenibles para núcleos familiares con ingresos bajos y medios.[7]

San Francisco, que es la tercera ciudad del mundo con más multimillonarios, es también una de las ciudades de Estados Unidos donde los precios del alquiler son más altos. En 2024 el precio medio era de 3.371 dólares al mes, cifra que es un 61% más alta que la media nacional.[8] Según nuestro informe, un inquilino medio sin conexión a la red gastaba el 44% de sus ingresos mensuales (pagados a un propietario) por vivir en una casa sin agua corriente en la ciudad. En pocas palabras, los inquilinos ganan menos y pagan más por servicios deficientes.

Democracia aplazada

¿Cómo se convierte una ciudad en la ciudad de los sinagua? El mito romántico de San Francisco (como faro de la política progresista) contradice su historia de desarrollo geográfico desigual y de explotación racializada. El escritor y crítico James Baldwin rompió con esta imagen edulcorada de la ciudad para sacar a relucir verdades más profundas. “Supongo que es fácil que una persona blanca que pasee por San Francisco piense que todo está en paz, porque ciertamente lo parece, en la superficie”, dijo en el documental de 1964 Take This Hammer: “San Francisco es mucho más bonito que Nueva York. Y es mucho más fácil esconderse, tienes las vistas, tienes las colinas. También tienes la leyenda de que San Francisco es cosmopolita y con visión de futuro, pero no es más que una ciudad como cualquier otra de Estados Unidos”.

Las observaciones de Baldwin podrían aplicarse hoy en día a la crisis oculta de la desigualdad del agua. Como explicamos en el informe, “a pesar de la disminución de la población negra en San Francisco, el número de personas negras en situación de pobreza hídrica aumentó casi un 50% en este periodo [de 2000 a 2017], y pasó de 3.200 a 4.600 individuos”.[9]

La historia de la pobreza hídrica en San Francisco está vinculada a una combinación de vivienda inasequible, ingresos decrecientes, transformaciones posteriores a la recesión en el sector del alquiler y la brecha de la riqueza racial. “Este es el San Francisco que los estadounidenses fingen que no existe”, argumentó Baldwin, “creen que me lo estoy inventando”.

La pobreza hídrica en las regiones urbanas de Estados Unidos no es una cuestión técnica ni un vestigio del pasado, sino el producto de un orden social capitalista que explota las diferencias raciales y de clase a través de un sector de la vivienda que prioriza los beneficios por encima de la vida. Empíricamente, la situación está empeorando, no mejorando, en varias de las principales ciudades de Estados Unidos, un dato que hace saltar las alarmas sobre la adaptación de los hogares a la emergencia climática. Aunque la Ley de infraestructuras bipartidista, aprobada en 2021, va en la buena dirección, habrá que ver si la inversión que prevé, relativamente modesta, puede transformar el sistema. Hasta entonces, la lucha por una gestión más equitativa y justa del agua continúa, incluso en los lugares más impensables.

Referencias bibliográficas

Graham, S. y Marvin, S. Splintering Urbanism: Networked Infrastructures, Technological Mobilities and the Urban Condition. Routledge, Londres, 2001.

Meehan, K., Jurjevich, J. R., Chun, N. M. J. W. y Sherrill, J. “Geographies of insecure water access and the housing-water nexus in US cities”. Proceedings of the National Academy of Sciences, 117(46), 28700-28707. 2020.

Meehan, K., Jurjevich, J. R., Griswold, A., Chun, N. M. J. W. y Sherrill, J. Plumbing Poverty in US Cities: A Report on Gaps and Trends in Household Water Access, 2000 to 2017. King’s College London, Londres, 2021.

Moore, R. O. Take This Hammer. KQED National Educational Television, 1964.


[1] Enzinna, W. “Gimme Shelter: The Cost of Living in the Bay Area”. Harper’s Magazine. 2019. via.bcn/zwbJ50ThhVp

[2] Graham, S. y Marvin, S. Splintering Urbanism: Networked Infrastructures, Technological Mobilities and the Urban Condition. Routledge, Londres, 2001.

[3] Meehan, K., Jurjevich, J. R., Chun, N. M. J. W. y Sherrill, J. “Geographies of insecure water access and the housing-water nexus in US cities”. Proceedings of the National Academy of Sciences, 117(46), 28700-28707. 2020.

[4] Meehan, K., Jurjevich, J. R., Griswold, A., Chun, N. M. J. W. y Sherrill, J. Plumbing Poverty in US Cities: A Report on Gaps and Trends in Household Water Access, 2000 to 2017. King’s College London, Londres, 2021. via.bcn/P93P50Thi5s

[5] Ibíd.

[6] Ibíd.

[7] Fields, D., Kohli, R. y Schafran, A. The Emerging Economic Geography of Single-Family Rental Securitization. Working Paper 2016-02. Banco de la Reserva Federal de San Francisco y Community Development Investment Center, San Francisco, 2016.

[8] Zillow Rental Manager (consultado el 3 de septiembre de 2024). via.bcn/69jE50Thitf

[9] Meehan et al. 2021.

PUBLICACIONES RECOMENDADAS

  • Water: A Critical IntroductionKatie Meehan, Naho Mirumachi, Alex Loftus y Majed Akhter / Wiley-Blackwell, 2023

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