Barcelona Metropolis

El manifiesto es un salvavidas extremadamente optimista sin ser necio: un mundo mejor es posible, porque ya existe en algunas partes. Sin caer en el realismo mágico del que a menudo son prisioneros algunos relatos de la izquierda, la gracia del texto es la narración racional, bien documentada, repleta de ejemplos de prácticas que mejoran la vida de las personas, como puntos de partida. No es tampoco un decálogo ni el programa de ningún partido, es un cambio de paradigma: “¿Qué pasaría si empezásemos a colocar los cuidados en el centro neurálgico de la vida?”.

El manifiesto nos invita a imaginarnos un mundo en que el objetivo de la especie humana no sea acumular y ser más ricos, sino simplemente ser más felices, trabajar menos y cuidarnos más. El texto propone un mundo posible donde los cuidados están en el centro, partiendo de los aprendizajes feministas, queer, antirracistas y ecosocialistas, con la premisa de ir aceptando que somos independientes: yo necesito ser cuidada para poder cuidar. Si no miramos más allá del yo, no hay yo ni nosotros (solo hay listas de fortunas, supongo); los autores nos proponen con inteligencia el concepto de “cuidado universal”. Una idea de cuidados lo más amplia posible, “entendiendo el cuidado como un principio organizador de todos los estadios de la vida”, desde el nacimiento hasta la muerte, incluyendo tanto los cuidados individuales como los espacios de cuidado colectivos que nos convierten —o podrían convertirnos— en una sociedad más democrática.

La cara más oscura

Unos cuidados que no deberían darse siempre durante nuestro tiempo libre, siempre no remunerados y básicamente desde la precariedad —el 99%, feminizados—, sino también desde una profesionalización digna, cooperativizada. Porque los cuidados no siempre son gratificantes sino agotadores, y a menudo nos exponen a nuestra cara más oscura, a las miserias humanas que no colgamos en las redes sociales. Así pues, los familiares no siempre son los más indicados para hacerse cargo de ellos, y de ahí la propuesta de los autores de “cuidado promiscuo”, que no deja de ser una manera simpática y provocadora de hablar de ampliar la tribu y cargarnos a la familia nuclear.

No hace mucho, en un grupo de WhatsApp de madres activistas que acabó en nada por falta de tiempo, una madre reclamaba: “¿Qué queremos? Dinero y tiempo”. En ese momento me pareció enormemente práctica, quizá incluso simplista. Hoy, unos meses de crianza más tarde, ya sé que tenía razón. El manifest de les cures lo refina y habla de “recursos y tiempo”. No quiero destriparos cómo termina, cómo resuelve la demanda de la madre del grupo de WhatsApp, porque vale la pena que os cuidéis y encontréis tiempo para leeros el libro. Pero a modo de despedida, diría que es un libro que ayuda a recuperar cierta fe en la humanidad y te deja una sonrisa en los labios. Quizá cambiar el mundo era más sencillo de lo que parecía.