Crisis energética y vulnerabilidad

Il·lustració. ©David Sierra

Las personas con menos recursos económicos son las más perjudicadas por el incremento de precios de los suministros básicos y las que tienen menos herramientas para intentar paliar la situación. Las medidas que se han tomado para contener los precios y proteger a los usuarios son temporales y con mirada de corto alcance. La estrategia a largo plazo requiere reducir la dependencia exterior de combustibles fósiles y apostar por una generación de energía más local y con fuentes no contaminantes. Esta transición energética, para que sea efectiva, no debe dejar a nadie atrás.

“Este mes no puedo hacer frente a la factura de la electricidad”. Esta es una de las frases que más se oyen en los Puntos de Asesoramiento Energético de la ciudad de Barcelona, un servicio universal de detección de situaciones de pobreza energética que realiza casi 3.000 asesoramientos mensuales y que, desde su creación en 2017, ha atendido a cerca de 200.000 personas, muchas de ellas en situación de vulnerabilidad.

La situación para las familias es crítica porque el coste de los suministros energéticos como la electricidad o el gas natural se ha disparado en los últimos tiempos. Por poner un ejemplo, la electricidad costaba alrededor de 60 €/MWh en febrero de 2012 y, diez años más tarde, superaba los 300 €/MWh1. Medidas como la reducción del IVA en los suministros energéticos o el incremento en los descuentos para los beneficiarios del bono social han amortiguado el impacto en los bolsillos de los usuarios, pero son medidas temporales que no resuelven el problema de fondo.

La crisis energética actual, de dimensiones geopolíticas extraordinarias, tiene un impacto real en la vida de las personas y afecta sobre todo a los colectivos en situación de vulnerabilidad; hace que el coste en suministros tenga una mayor carga en la “cesta” básica de los hogares. En el hogar se utiliza la energía para iluminar, calentar y refrigerar las estancias y los alimentos, y para hacer que funcionen diferentes equipamientos. Cuando las facturas de los suministros energéticos se incrementan tanto, las familias en situación de vulnerabilidad deben elegir entre comprometer su confort térmico en el hogar, comprometer otras necesidades básicas o endeudarse.

Cuando el precio de la electricidad o del gas sube, muchas familias deciden reducir otros elementos también necesarios para su bienestar, como, por ejemplo, el gasto en alimentación. De hecho, es conocido el dilema del heat or eat, en referencia a la necesidad de elegir entre calentarse o comer. Otra opción implica disminuir el uso de energía cuando se produce un incremento en el precio de los suministros energéticos. Es frecuente encontrarse con personas que reducen las horas de calefacción en invierno o de climatización en verano para rebajar el importe de las facturas. Pero en este contexto de “reducir para ahorrar” se da una paradoja que hay que poner de manifiesto. Por ejemplo, un frigorífico es un electrodoméstico que encontramos en todos los hogares y que está siempre conectado. Mientras que los frigoríficos más antiguos tienen un consumo de 1.000 kWh/año, los más nuevos y eficientes del mercado no llegan a los 300 kWh/año. La cuestión es: ¿quién tiene acceso a una nevera moderna y eficiente energéticamente? Seguro que las personas en situación precaria, no. Este hecho se relaciona con el concepto de prima de pobreza (poverty premium), que representa el coste extra que las personas con bajos ingresos y en situación de pobreza pagan por los productos y servicios esenciales, lo que hace empeorar su situación de pobreza energética.

A grandes rasgos, se entiende que la pobreza energética es la dificultad o la incapacidad de acceder a los servicios esenciales básicos. Estas situaciones dependen de factores de exposición, pero también personales y de la capacidad de respuesta. En cuanto a las necesidades energéticas, no es lo mismo vivir cerca del mar que en un municipio de interior, ni tampoco es equiparable vivir en una vivienda con un buen aislamiento y una buena orientación que en viviendas con otras condiciones. El estado de salud o la edad también son factores que agravan las situaciones de vulnerabilidad energética. Y la resiliencia, la capacidad de respuesta en cada caso, hace que la situación de vulnerabilidad energética se supere fácilmente o no: una persona con una enfermedad crónica que pueda permitirse un cambio de vivienda para mejorar el confort térmico no sufrirá una situación de precariedad energética.

La situación, en cifras

Gracias a los indicadores oficiales de pobreza energética establecidos por el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico (MITECO) y los últimos datos del Instituto de Estadística de Cataluña (Idescat), sabemos que el 15,9% de la población catalana no puede mantener la vivienda a una temperatura adecuada y un 10,8% de la población tarda en pagar las facturas de los suministros del hogar, frente al 6,6% de 2017. También es relevante el dato que indica que el 23,1% de la población catalana vive en hogares con goteras, con humedades o con suelos, ventanas o puertas en mal estado.

Estos datos generales muestran diferencias en función de si analizamos zonas de interior o cercanas al litoral, con un clima más amable, pero también divergen los contextos urbanos de los rurales. Aunque el precio de la energía es igual en todo el territorio estatal, existen factores específicamente urbanos que influyen en la extensión y las características de la pobreza energética. Un ejemplo de ello es el precio de la vivienda, mucho más elevado en contextos urbanos y que afecta al presupuesto de las familias. También la configuración arquitectónica de las ciudades, centrada en edificios multivivienda, afecta a la demanda de energía necesaria para la climatización.

En el interior de los núcleos urbanos también encontramos diferencias en la afectación de la pobreza energética. Por ejemplo, es muy visual el mapa resultante del estudio que realizaron investigadores de la Agencia de Salud Pública de Barcelona comparando seis indicadores de pobreza energética en los 73 barrios de Barcelona2 y en el que se muestran diferencias importantes entre barrios.

Hacia una transición energética efectivamente justa

Como ciudadanía hemos relacionado la crisis energética actual con el incremento de precios de la electricidad y el gas porque nos afecta directamente. Pero la causa de fondo de la situación actual de los precios tan elevados en los mercados europeos es la dependencia energética que tiene la Unión Europea de los combustibles fósiles, como el gas. Las medidas que se han tomado para contener los precios y proteger a los usuarios son temporales y con mirada de corto alcance. La estrategia a largo plazo requiere reducir esta dependencia exterior de combustibles fósiles y apostar por una transición energética que permita una generación de energía más local y con fuentes no contaminantes. Ahora bien, esta transición energética, para que sea una apuesta efectiva, no debería dejar a nadie atrás.

Il·lustració. ©David Sierra Ilustración. ©David Sierra

Seguramente la mayoría de los lectores conocen a alguien que tiene o está en proceso de instalar placas solares fotovoltaicas en el tejado. Pero lo cierto es que, en la mayoría de los casos, solo aquellas personas con recursos o acceso a la información son las que tienen la posibilidad de reducir la dependencia de combustibles fósiles y abaratar las facturas de suministros. Además, en el contexto urbano, se añade la complejidad de tener que ponerse de acuerdo entre vecinos para poder utilizar las cubiertas de los edificios para generar energía. Los colectivos en situación de vulnerabilidad tienen, sin duda, mayor dificultad para conseguir no solo financiación sino también información, e incluso a veces no se pueden beneficiar de las medidas de promoción a las energías renovables. Este es el caso de las subvenciones: se penaliza a aquellas personas que, por ingresos bajos, no están obligadas a realizar el impuesto sobre la renta de las personas físicas (IRPF) o a las familias acogidas a algún tipo de bonificación de impuestos, como el IBI, que ya no pueden optar a bonificaciones específicas para la instalación de energías renovables en el hogar.

La crisis energética será endémica mientras no logremos un suministro energético limpio tan independiente de terceros como sea posible, especialmente de aquellos países geopolíticamente inestables. La reducción de la demanda energética, la mejora de la eficiencia y el acceso a las energías renovables darán respuesta al reto energético con el doble valor de sostenibilidad ambiental e independencia energética. Siempre que, eso sí, no deje a nadie atrás.

1 Evolución del mercado de electricidad. CNMC. http://ow.ly/i82H50LENaO

2 Marí-Dell’Olmo, M., Oliveras L., Vergara-Hernández C. y otros. “Geographical inequalities in energy poverty in a Mediterranean city: Using small-area Bayesian spatial models”. Science Direct, 2022. http://ow.ly/eBN050Lue0t

Publicaciones recomendadas

  • Atlas of Energy Poverty Initiatives in EuropeDiversos autores. Ecoserveis, 2017

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