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Barcelona cultura

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Didier Ruiz: "Barcelona no es el paraíso"

Vie 16/07/2021 | 01:00 H

Por Andreu Gomila

En seis años, Didier Ruiz ha estrenado cinco espectáculos en Barcelona. Poca broma para el director francés de raíces catalanas. Y es que lo que hace él lo sabe hacer muy poca gente. Se estrenó en casa en el Grec 2015 con '2015 como posibilidad', una pieza donde daba voz a diferentes jóvenes del Raval. Con 'Trans (més enllà)' (Teatre Lliure, 2019) llevó Barcelona al Festival de Aviñón. Ahora, en el CCCB, dentro de la programación del Grec 2021, estrena 'Dale recuerdos XXXVI (Je pense à vous)' una obra construida con nueve abuelos de origen africano, barceloneses de hace décadas.

¿Cuál es el casting de 'Dale recuerdos XXXVI (Je pense à vous)'?
Son siete hombres y dos mujeres, con una media de edad que ronda los 70 años. Vienen de seis países diferentes: Marruecos, Senegal, Guinea Conakry, Guinea Ecuatorial, Ghana y Camerún.

¿Cómo los has encontrado?
Me han ayudado varias asociaciones y no ha sido fácil, ya que no son tantas, las personas mayores de origen africano que viven en Barcelona. En total vi a once  y, finalmente, he incluido a nueve. Es importante que encajen en la propuesta, que tengan ganas de hablar, de hablar de ellos, sobre lo que significa ser migrante hoy en día. Aunque haga mucho tiempo que viven aquí, siempre serán migrantes.

"No puedo olvidar que en 2021 la migración nos llega a la puerta de casa, con un Mediterráneo que es la tumba a cielo abierto más grande del mundo. No podemos obviarlo"

¿Ha cambiado tu idea así que has empezado a ensayar?
Al principio, pensaba que sería un 'Dale recuerdos' clásico, con recuerdos suyos de aquí y de allá, pero ahora veo que es más importante que hablen de la odisea, de este viaje que emprendieron hace años y que no acaba nunca, más que de la nostalgia. Para mí, esta obra es muy política. Tengo sensibilidad con el tema porque soy nieto de migrantes. Y, por tanto, es algo que llevo dentro, de una manera o de otra. Y no puedo olvidar que en 2021 la migración nos llega a la puerta de casa, con un Mediterráneo que es la tumba a cielo abierto más grande del mundo. No podemos obviarlo. Y me tenía que preguntar: cómo los aceptamos, cómo los miramos, cómo los consideramos. Todos, todos, tenemos alguna responsabilidad.

¿Cómo viven la situación actual tus 'personajes'?
Todos llevan entre quince y 50 años en Barcelona. Y, para ellos, lo que está pasando en el Mediterráneo es un drama. Creen que se mantiene una mentira, de la que fueron víctimas: esto no es el paraíso. Algunos son muy activistas al respecto. Creen que el desarrollo se debe hacer allí, en África, y que son los africanos los que deben hacer algo para que la gente no se vaya.

¿Les pesa más el pasado o el futuro?
Pesa más el presente. El pasado es bonito porque hablan de un África perdida, de los tam-tam, de la abuela que cuenta historias con la luna llena. Pero todo esto es muy tópico. Así como el shock que tienen cuando llegan a Europa. El mismo que tiene un pastor cuando baja de la montaña a la ciudad por primera vez.

¿Cómo ha sido el proceso de ensayo?
He ido a lo esencial, tratando de no perder tiempo en cosas que no me importan. Y lo esencial es cómo hablan de nosotros, cómo hablan de mí, que soy política y socialmente activo.

"Al final, estamos hablando de gente sin tierra que vive en un lugar donde se habla un idioma que no es el suyo, que vive una vida que no es la suya"

¿Barcelona es diferente al resto de Europa respecto a la acogida de migrantes africanos?
La diferencia principal pasa por la historia. Francia, que es mi país, tiene una historia mucho más larga al respecto. Los primeros africanos llegaron durante la Primera Guerra Mundial. Y, por tanto, estamos más acostumbrados a vivir la diversidad cultural. Aquí, en cambio, la migración internacional es más reciente y la sociedad no está acostumbrada.

¿Aquí se está haciendo mejor el proceso de integración?
No lo sé. Al final, estamos hablando de gente sin tierra que vive en un lugar donde se habla un idioma que no es el suyo, que vive una vida que no es la suya. Y esto pasa en todas partes.

¿Te sientes afortunado de haber podido sacar adelante cinco obras en seis años en Barcelona?
Barcelona, ahora mismo, es mi casa. Es muy fácil contactar con la gente, con los directores de los teatros, a diferencia de lo que ocurre en París. Aquí es sencillo hablarles, aunque después cuesta más llegar a algún lugar... No me puedo quejar, sin embargo. ¿Cuántos directores de fuera han podido trabajar tanto aquí? Quizás que hable catalán ha ayudado, claro. Y que vengo con una manera diferente de ver el teatro.

"El teatro es un acto político que sirve para hacer que la gente esté despistada, vertical y viva"

Has trabajado con jóvenes, con personas mayores de diferentes barrios, con transexuales y ahora con inmigrantes africanos. ¡Seguro que conoces el sustrato de la ciudad mejor que muchos barceloneses!
Tengo una lectura muy amplia de la ciudad. Me siento muy vivo, aquí. Quizás porque he podido leer Barcelona, una ciudad que ha cambiado muchísimo desde que vine por primera vez. Ahora, a raíz de la pandemia, la vuelvo a ver como me gustaba y no como aquella ciudad que corre detrás del turismo barato.

¿Y la lectura social?
En París, tenemos siempre la posibilidad de ver la mezcla. Cuando cojo el metro, veo la diversidad. Aquí, no. Y eso que Barcelona lo tiene todo para ganar con la mezcla... Recuerdo la Barcelona desaparecida de antes de los Juegos Olímpicos, con la Rambla que era un teatro de día y de noche. Ahora parece una ciudad más europea que catalana.

¿Qué es para ti el teatro?
Es un acto político que sirve para hacer que la gente esté despistada, vertical y viva. Cuando entras en un teatro, crees que, al salir, serás o pensarás diferente. Si esto no ocurre, es mejor quedarse en el bar con los amigos. El teatro es un arte para hacer preguntas sobre el mundo. Mi teatro participa de ello.

¿Y cómo ves el teatro barcelonés?
Veo un panorama muy vivo. La programación del Grec, es un ejemplo. Quisiera ver todos los espectáculos.

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