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África, su diáspora y la Barcelona transcultural
Por Tania Adam. Periodista y productora cultural, fundadora de Ràdio Àfrica Magazine. Comisaria del Ciclo "Colonialidad, Racismo y Creación" y de "Africa On Air" en el Grec 2021
Últimamente me cuesta desprenderme de la idea de transculturalidad, un concepto al que he llegado después del callejón sin salida de la multiculturalidad y de la interculturalidad concebida como un proceso de aculturación encubierta. Estoy cada vez más interesada en enunciar la urgencia de pensarnos como una sociedad transcultural porque vivimos un proceso de transculturización constante donde nuestros bagajes culturales se expanden incorporando y desechando elementos mientras se crean identidades culturales complejas e híbridas. Aunque no escriba estas líneas para profundizar sobre estos conceptos, sino que lo hago para reflexionar entorno a mi participación en el Grec y a su incursión en África y sus diásporas; para mí es importante recordar que Barcelona, lejos de ser multicultural o intercultural como anuncian quienes gobiernan la diversidad, es transcultural. También lo es mostrar mi incomodidad ante esa gestión de la diversidad que se reduce al cometido del “ellos” y del “nosotros”. ¿Quiénes determinan las fronteras entre unos y otros y qué variables utilizan al hacerlo? Quizás habría que asumir que la diversidad no es gobernable como nos pretenden inculcar las políticas de interculturalidad. La diversidad es inherente a la noción de ciudad y si no ha habido experiencias traumáticas de segregación, la convivencia se da con cierta naturalidad a pesar de que existan desigualdades y conflictos en términos de raza, religión, sexo, edad… Y, a mi entender, la clave está en cómo interseccionar estos elementos para dar cabida a un espacio de desarrollo ciudadano; o, dicho de otro modo, para generar oportunidades, reducir las disparidades entre barrios, clases sociales y mermar los techos de cristal. Entonces, más que gestionar la diversidad las ciudades actuales requieren de una reconfiguración radical en términos de percepción de la ciudadanía. Además habría que ir dejando atrás los anacronismos del “ellos” y del “nosotros”, las concesiones epidérmicas, los gestos simbólicos y los atajos sin recorrido, para dar paso a una consciencia común que abarque la crítica social y el ejército invisible del conocimiento que precede a las transformaciones.
Creo que hay que situar esta última edición del Grec como un espacio en tránsito donde hubo acciones que seguro precedían a una transformación real; otras han sido puro ruido, atajos sin salida; y otras sencillamente siguen perpetuando un presente obsoleto que representa la disfuncionalidad del sector cultural de nuestra ciudad. Es interesante visualizarlo desde diferentes prismas, sin depositar en el festival toda responsabilidad de las carencias en términos de pluralidad que operan en el sector. En todo caso el festival es un reflejo de estas disfuncionalidades a la vez que intenta transgredirlas. Todavía es arriesgado discernir y saber dónde ubicar las actividades, los gestos y las acciones que han ocurrido a lo largo de los casi dos meses de festival. No es fácil reconocer los caminos mientras caminas, sin embargo, si que es importante la intencionalidad, saber de donde uno parte. Desde el primer instante concebí mi participación en el Grec un experimento, un gesto hacia la consciencia común, como una oportunidad para avanzar hacía la transformación real y especular sobre ese “no” lugar cultural que ocupa una parte muy importante de la ciudadanía de Barcelona; entre ellos, los africanos y la afrodescendencia, centrales en la propuesta curatorial de esta edición del Grec que pivotaba en el continente africano. Para trascender de los gestos simbólicos entendí que la proposición que tomara tenía que adquirir dimensiones del pensamiento negro. Por esta razón, las actividades las planteo bajo un marco conceptual; esbozo un recorrido por la idea de África, las culturas africanas y el imaginario de las músicas africanas. Me aproximo a una serie de variables recurrentes en la musicalidad y la danza: el ritmo, la improvisación y la oralidad. También abordo, aunque de manera epidérmica, la manera cómo la esclavitud, las migraciones globales o el colonialismo han dejado un legado en las artes africanas hasta nuestros días. Finalmente, introduzco el elemento de la discriminación racial, sin el cuál no se podría comprender el lugar que ocupan las diásporas africanas en occidente ni gran parte de su creación contemporánea. Este recorrido marca la hoja de ruta de las actividades propuestas.
Es pronto para saber si dicho experimento ha sido fructuoso. Pero al menos que quede patente que había una línea de pensamiento del todo consciente detrás de muchas de las acciones que se llevaron a cabo. Supongo que algunas con más fortuna que otras. Admito los posibles errores, pero como parte del proceso especulativo porque para mí la cultura siempre es experimental, asumirla como absoluta y racional es enmarcarla en la ciencia, y la cultura no es ciencia, es sencillamente cultura. Reitero que lo que habría que atender es el punto de partida para ponerlo en relación con el de llegada: ¿dónde estamos y hacia dónde vamos? ¿Qué queremos ser a partir de ahora? Son algunas de las preguntas básicas que pocos se hacen o si las hacen ponen el peso de la identidad en la cultura. Y está comprobado que ese modelo en ciudades tan complejas como la nuestra ya no funciona. Quizás ha llegado el momento de empezar a despojar la cultura del lastre del Estado-nación y de las políticas identitarias.
LA INVENCIÓN DE ÁFRICA
África cubre alrededor de una quinta parte de la superficie terrestre del mundo y alrededor de una octava parte de su población. Está dividida en 54 países independientes y dos no reconocidos: el Sahara occidental y Somamilandia. Los pueblos africanos pertenecen a varios grupos de población con idiomas, religiones y formas de vida muy diversas. Sus realidades están muy lejos del imaginario homogéneo y monolítico bajo el que se la observa. Tal como señalaba el filósofo Valentín Y. Mudimbe (R. D. Congo, 1941) en su libro 'La invención de África. Gnosis, filosofía y orden del conocimiento' (1988), “África, al igual que el negro, es un invento artificial construido por los europeos durante el periodo colonial”. Mudimbe, además es escritor, poeta y crítico literario, y es para el africanismo lo que Edward Said fue para el orientalismo: crítico con el papel de los misioneros, etnólogos y antropólogos, pues les acusa de introducir el imaginario uniformador y reduccionista con el que se mira a África; distorsiones sobre su percepción que han influido no solo fuera del continente sino en la identidad de mismas personas africanas.
Estas distorsiones ubican a las culturas africanas en lo tradicional y folclórico, y en contraposición constante a la modernidad. Esta mentalidad ha hecho un flaco favor a la apreciación de las culturas africanas del pasado, del presente y diría que también del futuro. Porque ignoran que los modos de expresión popular africanos son híbridos, están cruzados con los modelos europeos, americanos, asiáticos… Por esta razón, las músicas urbanas, las artes gráficas, la danza contemporánea y otras "artes del pueblo" hasta hace poco se consideraban poco africanas, y por lo tanto estaban fuera de la órbita de las culturas denominadas africanas. Incluso hay confusiones con la misma idea de música negra, que es despojada de los africanos para situarla en los Estados Unidos, pero tal como afirma el poeta y novelista Amiri Baraka, “la música es una de las expresiones por excelencia del alma negra pero también una de las pocas áreas de expresión que se ha reservado a los negros”.
La música en el continente es un fenómeno popular y lo es desde los tiempos ancestrales puesto que forma parte integral de la existencia: de la cuna a la tumba. Las músicas africanas abarcan una gama amplia de expresiones, incluyendo el lenguaje hablado, el cuerpo, los instrumentos o las danzas. Estas son, sin duda, algunas de las expresiones más reveladoras del “alma negra” que se manifiesta con carácter comunitario en donde los participantes son tan importantes como los músicos, pues intervienen con el cuerpo o la voz, ambos concebidos como instrumentos importantes de las piezas musicales. Esta combinación de elementos hace que se conciba la música africana como una forma de arte "impura" porque casi siempre va acompañada de algún otro arte como la poesía o la danza. Por otro lado, en las concepciones tradicionales de la música no existe la idea de escenario, nadie está elevado, todos están situados en un mismo plano. Por esta razón, es común que muchos rituales musicales, fuera de su contexto y sin sus componentes nativos resulten ortopédicos. Para el escritor, periodista y cantautor camerunés Francis Bebey (1929-2001), “la música africana casi siempre se combina con alguna otra forma de arte, expresa los sentimientos y la vida de toda la comunidad. El sonido de los pies golpeando el suelo se convierte en el ritmo de la música cuyas notas se transforman a su vez en pasos de baile”.
En esta representación amplia de la música, la danza africana ocupa un lugar central ya que ha sido un medio para marcar las experiencias de la vida. Se puede decir que en África no es realista separar la música de la danza o del movimiento corporal, porque desempeñan un papel primordial en los rituales religiosos; marcan los ritos de paso, las iniciaciones a la edad adulta y las bodas; forman parte de las ceremonias comunales, incluidas las celebraciones de la cosecha, los funerales y las coronaciones; y ofrecen entretenimiento y recreación. Todos esos componentes son los que integran la idea de “música negra” y no hay que obviarlos cuando estamos ante cualquier tipo de creación musical pues de ellas emergen una especie de filosofía sociocultural de la música.
Otra idea que me interesaba resaltar en la programación es que África es un continente en movimiento: las migraciones forzadas fruto de la esclavitud, las propias dinámicas de migraciones intracontinentales, las colonizaciones, los exilios y actualmente las migraciones globales han marcado una relación de diálogo cultural constante con su diáspora global. El comercio triangular de esclavos es lo que más ha definido la dispersión de las músicas africanas por el mundo y el mar Atlántico ocupa un lugar particular en su disposición cartográfica. El Atlántico Negro es un espacio de confluencias y encrucijadas, lleno de complejos procesos de mestizaje, sincretismo y transculturación que han transformado ambas orillas del océano. Las colonizaciones también han marcado la dirección de las migraciones globales, ya que los países con más excolonias en el continente son los más receptores de población del África negra, generando diásporas en esos respectivos territorios, aportando una gran riqueza, pero también enormes retos y complejidades.
En la actualidad se calcula que aproximadamente un tercio de la población de Latinoamérica y el Caribe es afrodescendiente, es decir descendientes de africanos. Y tienen una mayor presencia en países como Colombia, Brasil, Haití o Belice, precisamente donde las manifestaciones culturales afro están más presentes. En Norteamérica, se calcula que llegaron unos 600.000 esclavos precedentes de África. Ahí, al igual que la parte sur del continente americano, se ha gestado una pluralidad de músicas “afro”; así nos encontramos con músicas afrocubanas, afrocolombianas, afrobrasileñas, el blues, el jazz… Sonidos que más tarde volvieron África para influir en las músicas populares como el Soukous, el Marabi, el Highlife, el Palwine… produciendo los denominados sonidos “de ida y vuelta”.
No se puede ignorar como en apenas medio siglo el colonialismo intervino en absolutamente todas las dimensiones socioculturales; penetró en los hábitos cotidianos de las poblaciones africanas y modificón tantas prácticas sociales que las secuelas perduran hasta hoy. La intrusión en las músicas se llevó a cabo sobre todo por los misioneros y las fuerzas de seguridad, ellos fueron los responsables de introducir los instrumentos modernos que modificaron el sonido y la forma de tocar; también alteraron las melodías y la armonía, pues el canto en lengua extranjera modificó la sonoridad. En general, los efectos materiales no fueron tan significativos como la transformación del lenguaje en sí misma. Tal como afirma el musicólogo ghanés Kofi Agawu: “La música europea colonizó partes bastante significativas del panorama musical africano, quitando su cuerpo y dejando el vestido, transformando su forma mientras dejaba algunas características que le permitían seguir siendo nombradas músicas africanas”.
El ritmo, otra característica común a todos los tipos de música negra, no se vio tan afectado. El ritmo, dicen, es “fácil de reconocer, pero difícil de definir”. Hay quienes lo consideran algo puramente mecánico por la repetición periódica de los tiempos bajos y altos que marcan determinadas frases musicales, y quienes creen que es un tipo de magia exclusiva que se emplean para hacer su música "embrujadora" o "satánica". “El ritmo es una cubierta invisible que envuelve cada nota o frase melódica que está destinada a hablar del alma o al alma; es el reflejo de la presencia constante de la música. Es el elemento que infunde a la música una fuerza biológica que produce un fruto psicológico”, dice Francis Bebey.
Los patrones rítmicos han sido ampliamente estudiados en los tambores, las palmas o las voces. Estas son pautas de elaboración colectiva y organizada, en la que los intérpretes contribuyen con componentes complementarios que introducen patrones polimétricos de melodías repetitivas que se compensan con una relación antifonal de "llamada y respuesta". El musicólogo ghanés J. H. Kwabena Nketia señaló esta forma africana como la manera de "lograr efectos generales de continuidad para construir estructuras entrelazadas, y a veces complejas, a partir de elementos relativamente sencillos”.
Algo semejante a esa magia también ocurre con la improvisación: se crean de manera espontánea melodías y armonías en el mismo momento en que se interpretan. Esta es otra característica importante de muchos estilos africanos, hasta tal punto que en algunas culturas africanas consideran la capacidad improvisación como prueba de la destreza musical, un talento de la creatividad y un regalo Dios. Kwabena Nketia considera que uno para ser músico “debe ser capaz de improvisar textos, adaptar melodías a palabras nuevas y recordar versos de las canciones”. La improvisación tiene que ver con su propia naturaleza del patrón musical y con la condición de llamada y respuesta donde una voz o instrumento toca una frase melódica corta y esa frase se hace eco de otra voz o instrumento. Dicho de otra manera, un tambor tocará un patrón rítmico central y los tamborileros improvisan mientras interpretan nuevos patrones sobre los patrones estáticos originales.
Por último, habría que remarcar que la tradición oral opera en el núcleo de la comunicación de los pueblos africanos y en la mayoría de las sociedades no alfabetizadas en las que la oralidad impera en la transmisión de información. Esta práctica es visible en las canciones, los proverbios, en el teatro o en la danza. Para Amadou Hampâté Bâ, escritor y etnólogo de Malí, un defensor devoto de la tradición oral, sobre todo 'peule': “La tradición oral es un ensañamiento en todos los niveles y engloba la moral, la filosofía, la matemática, la cultura, la geometría… todo lo que tenga que ver con el conocimiento. Envuelve toda la vida y toda la naturaleza”. Este conocimiento es transmitido y requiere de un tiempo de iniciación donde el maestro transmite. Pero no es una cuestión de edad si no de saber; enseña quien sabe, aunque lo normal es que se establezca la jerarquía de edad. La identidad cultural y memoria colectiva forman parte de la transmisión oral, la música es un vehículo y lengua es un elemento primordial en los flujos de transmisión. Hoy en día, la creatividad africana y de la diáspora todavía poseen una relación particular con la transmisión oral, pues muchas culturas están preocupadas en la preservación las tradiciones o maneras de hacer “ancestrales”. Así pues, las tradiciones orales en el continente (incluida la música) han prosperado a lo largo de los siglos gestando una maravillosa constelación artística vigente hasta nuestros días.
LA CREATIVIDAD AFRICANA EN BARCELONA
A nadie se le pasa por alto que las ciudades europeas son cada vez más plurales; sus ciudadanos hace tiempo que no responden a la homogeneidad tradicionalmente asignada al Estado-nación, sino que son una amalgama producto de las migraciones contemporáneas, muchas aún sujetas al pasado colonial. Así, la antigua relación entre Metrópoli y los países africanos sigue marcando la geografía política, social y cultural de la negritud y de la africanidad europea. De tal modo, la negritud de Bélgica está relacionada con el Congo, la de Portugal con Angola, Mozambique o Cabo Verde; la de España con Guinea Ecuatorial; la de Francia… Para denominar a estas poblaciones negras se acuñan términos como Black European, African European o Afropean, que podríamos traducir como africanos europeos.
A pesar del encaje complejo y los problemas de racismo que suscitan en territorio europeo los Afropeans están desempeñando transformaciones interesantes en los países europeos, no solo en aquellas dimensiones visibles como pueden ser los comercios, sino que están permeando, no sin ciertas dificultades, en los escenarios culturales con aportaciones estimulantes. Estos obstáculos de interacción no son excepcionales; si miramos a lo largo del Atlántico Negro, allí donde existe una cultura “afro”, ha habido problemas de racismo, representación, discriminación… En cierto modo, los africanos europeos juegan con ventaja ya que pueden sustraer ciertos aprendizajes de las experiencias de las poblaciones negras en las américas. Sin embargo, las fronteras de color todavía persisten; las relaciones entre las razas humanas más oscuras y las más claras en Asia, África, las Américas y Europa siguen alimentado la larga historia de discriminación racial y políticas segregacionistas que, a pesar de que no resultan fáciles de subvertir, siempre han encontrado resistencia. Las luchas por la liberación y la emancipación de los pueblos negros han sido constantes desde la época de la esclavitud: la revolución de Haití, las luchas abolicionistas, el panafricanismo cultural, el Renacimiento de Harlem, el movimiento de la Negritude, el jazz durante el Apartheid, el Black Arts Movement o los Black Arts Festivals en África, por nombrar algunos, han sido movimientos de resistencia cultural comprometidos con la trasformación de la realidad de la existencia negra. Muchos de estos espacios surgieron bajo el paraguas del panafricanismo y tenían como herramientas el arte político expresado mediante la música, el teatro, la danza y la poesía. Espacios de enunciación y de expresión, pero también de denuncia de las opresiones y las dificultades con las que se han encontrado las diásporas africanas en la vida cotidiana en occidente.
Barcelona no es excepcional ni tampoco es ajena a los procesos globales. En apenas 25 años, nuestra ciudad ha transformado su ecosistema social; una conversión acelerada en la que se han ido incorporando cada vez más africanos europeos atravesados de imaginario, por las herencias coloniales, los prejuicios raciales y de clase. Este hecho, mezclado con la propia historia del territorio, está causando tensiones y luchas identitarias que hacen más compleja y a la vez enriquecen la convivencia. A nuestra ciudad le cuesta tener en cuenta a los artistas negros residentes y apenas ha abordado las expresiones culturales africanas y de la diáspora con seriedad. Por otro lado, existe una cierta tendencia a exotizar y menospreciar aquello que proviene del continente. Quiero entender qué prácticas están cambiando con la eclosión y emancipación de la negritud en las diversas disciplinas artísticas. Al igual que ocurrió en Inglaterra en los años ochenta, los hijos de las migraciones y los afrodescendientes están poniendo la negritud en el centro, contribuyendo con diversos debates y propuestas creativas en la esfera pública. Crean, de esta manera, un lugar propio y definido que nadie se atreve a prever hacia dónde va.
Una de las líneas discursivas más preponderantes surge de los activismos antirracistas, que copan las exigencias de transformación de las instituciones sociales y culturales en su trato de “alteridad”. Demandas muy necesarias pero que curiosamente invisibilizan antiguas luchas y otras prácticas culturales que se desmarcan de su radar. Es cierto que están introduciendo relatos indispensables en la esfera pública, sin embargo, no somos una sociedad recién creada: el momento presente es fruto del pasado y sus demandas no distan mucho de las de sus predecesores, lo que cambia es la gramática del presente y una diáspora cada vez más numerosa que se suma a la lucha.
A modo de ejemplo, el escenario de las músicas africanas lleva años dibujándose desde la marginalidad y con momentos e iniciativas puntuales de visibilidad. Así pues, existe una genealogía de las artes escénicas africanas de nuestra ciudad, aunque precaria, ha tenido capacidad de ir gestando diferentes proyectos culturales propuestos por las poblaciones africanas o por instituciones siempre paternalistas y dispuestas a achacar la precariedad artística a la mala calidad “lo africano”. No obstante, ya es hora de reconocer que esta situación proviene de la falta de democracia cultural a la hora de incluirles en el escenario cultural; las cuestiones lingüísticas, la formación, el conocimiento del medio, el difícil acceso a las ayudas o la deficiencia de espacios para la creación y el intercambio se han sido en parte culpables de dicha precariedad que se ha ido traduciendo en trabas para formar parte de las programaciones existentes. En otras palabras, el racismo y discriminación por su condición de foráneos (o hijos de foráneos) no ha hecho más que adentrarles en una espiral alienante de falta de oportunidades.
GREC 2021: UNA MIRADA HACIA AL PASADO, EL PRESENTE Y AL FUTURO
El diálogo entre generaciones de creadores africanos, entre africanos y afrodescendientes y , y entre estos y la ciudad se ha roto. Se deben restablecer los flujos de intercambio, conocimiento y reconocimiento además de la negociación como una clara apuesta de convivencia futura. Este espacio del Grec era la oportunidad para reiniciar una conversación inacabada, para ello hacía falta recuperar, entre otros, el legado cultural con el fin de despojar de la creación el peso del presente crispado. Las propuestas de actividades paralelas se encaminaban en esta dirección, pues pretendían amplificar la curiosidad y aportar conocimiento y experiencias transformadoras tanto para los creadores de diferentes generaciones como para los públicos. Las actividades, además, tenían una clara pretensión de ser un aglutinador de iniciativas y proyectos que han tenido lugar en nuestra ciudad en los últimos tiempos. En un momento atravesado por una pandemia global y una crisis en el sector artístico unida a la crisis social, económica y de valores de las sociedades, resultaba interesante transcender del plano puramente celebrador para ahondar en ciertas reflexiones inherentes a la “creatividad negra”.
Con todo, la propuesta de esta programación para el Grec 2021 era un claro reflejo de que el pasado nunca se acaba, de que el presente es crítico y que, aunque el futuro deje de ser esperanzador, en los momentos de emergencia como el actual, las artes escénicas siempre surgen como el lugar donde reposa toda la energía que nos conforma en el presente. Por todo ello, siempre he concebido estas actividades como una continuidad, una apuesta hacía la interacción con más naturalidad, un espacio para conocer a los actores africanos y de la diáspora y todo el bagaje que manejan con el fin último de incorporar esa idea de ciudadanía transcultural.
Todavía es demasiado pronto para saber si las propuestas culturales de las poblaciones africanas y afrodescendientes se asentarán en el sector, a pesar de que muchos de estos actores están exigiendo a las instituciones un cambio de paradigma porque las formas actuales de interacción resultan discriminatorias y obsoletas. Sin embargo, tal como he mencionado anteriormente, lo que he encontrado a faltar en muchas de estas demandas es la negación de la genealogía de la creación negroafricana en la ciudad y un reconocimiento de las luchas del pasado. La actual generación ha asediado el escenario cultural como si nada existiera y nada hubiera ocurrido previa a su existencia. En cualquier caso, todos somos responsables de ello a pesar de que las relaciones de poder estén absolutamente desequilibradas. Es decir, el peso de la transformación no solo recae en la institución tal como demandan, sino también en ellos mismos, puesto que sus aportaciones requieren de más seriedad, conocimiento y epistemologías radicales.
Muchas de estas reflexiones se pueden escuchar en las actividades que tuvieron lugar durante el Grec; propuestas que se enmarcan en una serie encuentros de diferente tipología. Así, dentro del ciclo “Colonialidad, Racismo y Creación”, se crearon espacios para deliberar y dialogar entorno al racismo y a la alteridad en el escenario cultural de nuestra ciudad, y sobre cómo están evolucionando ciertos paradigmas con la adhesión de la población africana y afrodescendiente en las artes escénicas y el panorama musical.
En estos encuentros se reflexionó acerca de las dificultades y los retos relacionados con los bagajes culturales, con el cuerpo negro: el color de piel, el pelo, son los rasgos físicos distintivos que marcan establecen las fronteras de color por las que se rigen las relaciones de nuestra sociedad. Se polemizó asimismo sobre el legado colonial y la importancia de trabajar desde otros paradigmas y se debatió sobre las artes escénicas como medio de resistencia y denuncia de las discriminaciones que soportan muchos creadores negros africanos y afrodescendientes.
El devenir negro del mundo
En el marco de 'Combat de negre i de gossos' en el Teatre Tantarantana
“África está aquí y África somos nosotros. Los culpables de que África sea como es hoy, con todas sus crisis y miserias, somos nosotros. Nosotros somos los perros que ladran y que están ahí para proteger el Edén occidental, la isla de seguridad representada en esta pieza por una obra en construcción. Representar este texto es poner en evidencia las dinámicas de opresión, estupidez, mezquindad que gobiernan nuestro mundo, que han sido los motores del colonialismo y que continúan siendo los motores de todas las opresiones presentes, nacionales y mundiales”. Lo dice Roberto Romei, director de esta puesta en escena de la obra de Bernard-Marie Koltès en el Teatre Tantarantana. Él habla con Juan Tomás de Ávila y Manel Dueso sobre las formas de perpetuación del poder más allá del episodio colonial que recrea la pieza. Recuperaremos los pensamientos del historiador y teórico político camerunés Achille Mbembe, como los que hacían referencia a lo que él llamaba “el devenir negro del mundo” para reflexionar acerca de la alienación del proletariado negro.
Con Juan Tomás de Ávila Laurel, Roberto Romei y Manel Dueso.
¿Qué es ser afroespañola?
Tras la representación de 'No es país para negras', en el SAT! Sant Andreu Teatre
¿Yo soy negra o afro? ¿Qué es ser afroespañola? “Nací y crecí en un país donde no se reconoce mi nacionalidad porque tengo un tono de piel distinto. Crecí con el sentimiento de no pertenecer a ninguna parte”. Afirma Silvia Albert Sopale, intérprete y autora de un montaje que reflexiona sobre cómo la sociedad ve (o no ve) a los afrodescendientes y cómo esa mirada puede afectarnos en nuestro fuero interno y en la construcción de nuestra propia identidad. No es país para negras es una obra que muestra los microrracismos, las formas más sutiles que adopta el racismo.
Con Silvia Albert y Carolina Torres.
Cuerpos y movimiento: liberar el cuerpo de la presión social
Tras la representación de 'FAM', en el Mercat de les Flors
El cuerpo, el color de piel o el pelo son los rasgos físicos distintivos que establecen las fronteras de color por las que se rigen las relaciones en nuestra sociedad. Las integrantes rescatarán algunas reflexiones que nos llevarán a analizar de forma crítica y humilde, a través de la mirada y del cuerpo, el mundo en que vivimos.
Con Kathy Sey, Clara Peya, Adriana Peya, Laia White.
Teatro catalán: privilegio blanco y representaciones coloniales
Sala Beckett
Desde hace tiempo, el colectivo de actrices, actores y creadorxs escènicxs negros de Cataluña, Tinta Negra, observa y denuncia ciertas prácticas racistas a las artes escénicas. En este espacio se reflexionó sobre las dificultades que tienen por su color de piel dentro de la escena del teatro catalán. Y se debatió sobre el legado colonial y la importancia de trabajar desde otros paradigmas, pero también sobre las artes escénicas como medio de resistencia y denuncia de las discriminaciones que soportan muchos creadores negros africanos y afrodescendientes.
En colaboración con Tinta Negra: Denise Duncan, Vicenta Ndongo y Adeline Flaun.
El legado de las músicas negras de Barcelona
Centre Cívic Albareda. En colaboración con l’Espai Avinyó y Radio Africa Magazine
Las voces de artistas de la diáspora africana son uno de los vehículos que conectan el continente con Barcelona, es por eso, se propuso este espacio de diálogo para dar respuesta a la pregunta “¿Cuál es el legado de las músicas negras en Barcelona?” De la mano de algunas caras conocidas de la escena musical de la ciudad, conoceremos las diversas genealogías y cómo, a través de éstas, se han transmitido este legado. También descubriremos cuáles han sido las lógicas de resignificación musical que se han llevado a cabo, y, sobre todo, reflexionar sobre qué tipos de futuros podemos imaginar colectivamente para la creación de espacios de musicalidad vivos que amplifiquen este legado y nos lleven a otros lugares.
Actuación y diálogo con Madjody, Crochet Fiona, Marc Ayza, Fanta Cissoko, Arema Arega y Joe Psalmist.
Flamenco y negritud, más allá de los sonidos
En colaboración con El Dorado - Sociedad Flamenca Barcelonesa
“Buika, la voz negra más flamenca” o “Yinka, negra y flamenca” son algunos de los titulares que suelen acompañar a la cantaora Buika y a la bailaora Yinka Esi Graves. Ambas mujeres han llegado al flamenco de formas dispares: una, desde sus raíces guineanas en Mallorca, y la otra, desde su experiencia afrojamaicana. Sin embargo, su negritud está envuelta en negaciones que trascienden el color y que tienen implicaciones políticas, sociales y estéticas que se expanden en el tiempo y el espacio de las culturas andaluzas, y transita por el flamenco a través de mitos y certezas. El Dorado - Sociedad Flamenca Barcelonesa lleva más de dos años explorando la huella de la negritud en el flamenco a través del sonido. En este diálogo, se propone ir más allá de los análisis etnomusicológicos o historicistas para explorar el flamenco a través de los cuerpos de Buika y Graves. Y es que la experiencia del cuerpo negro en esta cultura puede realizar una aportación particular que merece la pena analizar y visibilizar. La conversación nos ha ayudado a entender cómo se enfrenta un cuerpo en busca de una memoria encarnada, a todos esos espacios que le niegan su propia historia.
Otro bloque propuesto fue el de las actividades centradas en las músicas africanas y el continente en movimiento.La diáspora de la esclavitud, las dinámicas de migraciones intracontinentales, las colonizaciones y las migraciones globales han marcado el destino de las músicas africanas. La mejor manera de entender este rumbo era hablar y escuchar música, por ello durante los jueves del mes de junio impulsamos “Africa On Air”, desde un quiosco de Ràdio Rambles instalado en un antiguo puesto de flores ante el Palau de la Virreina. Esta iniciativa impulsada conjuntamente por La Xarxa de Ràdios Comunitàries de Barcelona (XRCB) y Radio Africa, ha sido invitación para entender mejor el vínculo entre tradición y modernidad y cómo la música está marcada por el movimiento de las personas. A través de sesiones de DJ y tertulias nos acercarnos a las sonoridades de las independencias africanas, a los sonidos de las urbes africanas o a la electrónica más futurista.
La memoria de los sonidos
Hablamos sobre la importancia de crear y recuperar los archivos visuales y sonoros de música tradicional de África, de la memoria rítmica, a través de los sonidos que crearon estilos como el blues, el jazz y de todo el legado africano en la otra orilla del Atlántico.
Con Jules Isaac Bikôkô bi Njami, Papa Orbe.
El viaje de las músicas africanas
Un cruce de caminos, un espacio en que las sonoridades de raíz negra se encuentran e interrelacionan, un lugar donde se hacen visibles las líneas de conexión entre diferentes estilos, corrientes, artistas, escenas y tendencias a través de versiones y samplers, mostrando la influencia de unos artistas sobre otros o las formas en que una canción se transforma al cruzar fronteras o con el paso del tiempo. Las huellas de la semilla negra en la diáspora planetaria.
Con Dr Decker.
Barcelona meets Lagos
Voodoo Club irrumpió en la escena barcelonesa como un soplo de aire fresco para las nuevas generaciones. Estas sesiones constituyen un acercamiento a las músicas que se escuchan en cualquier discoteca de Lagos, Abiyán, Jo’burg (la denominación informal de Johannesburgo), Luanda o Kinsasa, con una estética atrevida y, sobre todo, con una actitud sin complejos.
Con Uncle Yems y Voodoo Club.
African SoundSystem
Un viaje musical en el espacio y en el tiempo por el continente africano con las sesiones de Diego Armando DJ, que nos llevó hasta las ciudades y desiertos africanos. Por su parte, DJ Golfo de Guinea nos teletransportó a la época de las independencias a base de soukous, highlife y afrobeat. Por último, el colectivo Jokkoo nos acercó los sonidos más electrónicos del Magreb y del África negra.
Con Diego Armando DJ, Golfo de Guinea, Jokkoo Colectivo (Ikram, Mbodj).
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