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50 años de Dagoll Dagom: “Siempre nos ha interesado más llegar al gran público que a las minorías selectas”
Por Daniel Anglès y Andreu Gomila
En 2024 hará 50 años que la compañía Dagoll Dagom estrenó el primer espectáculo. Se llamaba 'Yo era un tonto y lo que he visto me ha hecho dos tontos'. Desde entonces, han ido construyendo una forma de hacer las cosas que los ha situado como la compañía histórica más importante del país, con grandes montajes todavía recordados, mucho público y un sello propio. La cuadratura del círculo. Se despiden volviendo a representar 'Mar i cel', su título más emblemático, en el Victòria. Y para celebrarlo, hablamos con el triunvirato que ha dado vida a la tropa: Anna Rosa Cisquella, Miquel Periel y Joan Lluís Bozzo.
Daniel Anglès: ¿Por qué habéis tomado la decisión de terminar como Dagoll Dagom?
Joan Lluís Bozzo: Después de 50 años, uno está un poquito cansado. Yo ya no tengo energías para hacer un espectáculo. 50 años es una muy buena cifra para dejarlo arriba. Me dan mucha pena los grupos de música y otros artistas y compañías de teatro que no encuentran la forma de poner un final, y siguen de aquella manera. Ya ves que los últimos espectáculos no tiran bien, pero que se resisten a bajar la persiana. Creo que es más bonito terminar, como creo que terminaremos, en un punto muy alto. Y a casa a hacer un arroz a la cazuela.
Miquel Periel: A nosotros, los últimos espectáculos nos han ido muy bien. Estamos encantadísimos. La edad influye mucho. Celebraremos los 50 años de Dagoll Dagom y mis 75. Ya no me apetece ir al teatro cada día y que me vean cómo estoy, tampoco... Hay algo personal: aguantemos hasta que podamos, pero ya está bien.
Anna Rosa Cisquella: Somos tres socios, somos tres personas diferentes y tres talantes diferentes. Hemos confluido en muchas cosas y en otras, no.
M.P.: Bozzo y yo tenemos el pelo más claro y Anna Rosa lo sigue teniendo muy fuerte.
A.R.C.: Yo sigo teniendo energía para tirar yo sola. De hecho, 'L’alegria que passa' (2023) lo he hecho yo sola. Y estoy muy contenta de que este último espectáculo, que era arriesgado, haya salido muy bien. Porque quiere decir que todavía hay una energía positiva con respecto a la creación... Este espectáculo, en el fondo, ha sido un pequeño traspaso. Se han incorporado Marc Rosich, Andreu Gallén y Ariadna Peya. Se ha hecho un espectáculo colectivo, que es lo que hacíamos al principio. Aunque no traspasemos la marca, sí que traspasamos el conocimiento... Yo habría continuado un poco más. Luego, la gente nos dice: “¿Por qué no traspasáis Dagoll Dagom? Pues porque no es fácil de llevar. Hemos subsistido gracias a muchas cosas muy difíciles de conseguir hoy en día, cómo hacer unas series de televisión que nos han dado mucho oxígeno durante todos estos años, oxígeno creativo y económico. Si no las hubiéramos hecho, no habríamos podido continuar. Y hoy eso es muy difícil, entrar en la televisión. Y en una televisión que no tiene ni un duro y lo hace todo con cuatro chavos, eso no ayuda a las compañías como lo había hecho. Y hacer grandes espectáculos musicales requiere de una experiencia muy sólida para levantarlos... Que la gente se quede con el recuerdo y con lo que ha aprendido. Porque aprendes viendo cosas, no solo nuestros musicales, sino viendo los de los demás, yendo a Londres...
M.P.: Hace años, nosotros también vivíamos de las giras por España, cosa que ahora es mucho más complicado para nosotros, ya que hacemos espectáculos que no son baratos. Cuesta mucho poder acceder a los teatros de España. También en Cataluña.
A.R.C.: Y por lo que estamos viviendo... Cada vez cuesta más, para las producciones catalanas, salir de los Países Catalanes. La enervación que hay... Con 'Maremar' (2018), que era de Lluís Llach, no me atreví. Llamamos a Albacete... Era imposible. La situación ha cambiado mucho. Nosotros vivimos una época muy buena para la cultura. En los años 90, con las Olimpiadas, había una euforia, un apoyo a la cultura, se crearon los convenios... Ahora todo está muy estancado.
"Hemos demostrado que, si prestamos atención al público que nosotros llamamos “mayoritario”, con espectáculos para este público mayoritario, la lengua no es ningún impedimento"
D.A.: ¿Qué creéis que dejáis en la gente de la profesión? ¿Qué podemos haber aprendido los que nos consideramos generaciones posteriores, discípulos de Dagoll Dagom?
J.L.B.: Hemos demostrado que, si prestamos atención al público que nosotros llamamos “mayoritario”, con espectáculos para este público mayoritario, la lengua no es ningún impedimento. La lección que podemos sacar de estos 50 años es esta. Un teatro musical de alcance popular, de calidad, se puede hacer en catalán; como tú, Dani, has demostrado en muchas ocasiones, como con la última obra, 'Golfus de Roma'. Eso conecta con la dejadez del idioma que muchos han practicado.
M.P.: Nosotros, hasta hace no muchos años, hacíamos las dos versiones, la catalana y la castellana.
J.L.B.: Siempre hemos actuado en catalán en los Países Catalanes, con espectáculos costosos y espectáculos que tenían que llenar teatros. La falsa norma de que si quieres que una cosa funcione, mejor hacerla en castellano, creo que es un ataque directo a la lengua.
A.R.C.: Aparte del tema de la lengua, del cual estamos orgullosos, es que, el otro día, cuando hacía una lista de cara a una gala en el Grec, salían más de doscientos actores.
J.L.B.: Cuando el Teatre Lliure haga su lista saldrán quinientos.
A.R.C.: Lo que quería decir es que son doscientos actores que han hecho musical, que han despertado mucho interés. Hemos contribuido a que el teatro musical, que aquí era muy minoritario (iban cuatro, los raros) ahora se haya masificado. La gente le tenía mucha manía, porque lo asociaba a las películas de la tele que quizás no le gustaban. La gente se ha ido introduciendo y a mucha le gusta. Hemos creado un público y también unos actores mucho más preparados que cuando empezábamos. Muchos ahora se tienen que marchar a Madrid porque aquí no tienen suficiente trabajo... Hemos sido parte de la escuela de los actores y las actrices de teatro musical.
M.P.: Nosotros empezamos con el musical muy poco a poco. Los tres entramos en Dagoll Dagom con 'No hablaré en clase' (1977), que una de las cosas importantes que tenía era la música que sonaba en el espectáculo. Hasta el punto que hicimos 'Antaviana' (1978) pensando en la música que había en No hablaré en clase. La música era de fondo, Sisa cantaba y la música estaba de fondo. Con 'Nit de Sant Joan' (1981) nos atrevimos con algunas canciones hasta que en 'El Mikado' (1986) ya era una cosa seria.
A.R.C.: Solo cantabas tú.
M.P.: Yo, porque había estudiado música y había ido a la Escolanía... Pero entonces ya había gente que estaba preparada musicalmente. Ahora hay mucha más, y cuesta mucho escoger.
A.R.C.: La persona que nos ayudó mucho en eso fue Joan Vives. Era un chico que había hecho un musical, La granja animal. Era publicista y músico, y un superfan de los musicales. De alguna manera, nos empujó a ello; nos hacía ir a Londres.
M.P.: Antes de Joan, tuvimos un técnico, José Luis Muñoz. Una vez fui a su casa y tenía musicales de Broadway a manta. Yo os hice ir a Nueva York antes de Vives.
A.R.C.: Joan nos descubrió la opereta. Fue un atrevimiento. Estábamos ensayando 'El Mikado' y me decía: “¡Estamos locos, no vendrá nadie, si no le gustará a nadie!”. Los espectáculos, cuanto más arriesgados, o te hundes mucho, o son los grandes éxitos.
M.P.: Íbamos a hacer 'La verbena de la Paloma', y cuando Vives nos trajo el guión de 'El Mikado', flipamos, por el argumento y la música. Y dijimos: “Tenemos que hacer esto”.
"Cuando la gente dice: “A mí no me gustan los musicales”. Yo les digo: “Pero ¿qué musicales?”. Porque es un género tan amplio"
D.A.: ¿En qué momento la compañía decide hacer musicales?
A.R.C.: Vimos que era un nicho, que no se hacían musicales aquí. Cuando empezábamos, la única compañía que hacía musicales era Tábano, una compañía de Madrid que había hecho un par. No había. Luego empezamos a ir a Londres y descubrimos que era un género muy transversal, con unas posibilidades enormes. Juntos, creo que el primero que vimos fue 'Cats'.
J.L.B.: De joven, yo había visto más. Había visto 'Hair', 'A Chorus Line'...
M.P.: Tú estuviste en Londres trabajando.
A.R.C.: Cuando la gente dice: “A mí no me gustan los musicales”. Yo les digo: “Pero ¿qué musicales?”. Porque es un género tan amplio... Es absurdo. Vimos que era un campo por explorar y que conectaba con el público.
M.P.: Es un género muy completo. Hay interpretación, hay baile y hay canto. Salvando las distancias, el musical es el descendiente de la ópera y de la zarzuela.
A.R.C.: Hay algo nuestro muy importante, que es hacer un teatro muy transversal, casi familiar. Nos interesaba más llegar al gran público que a las minorías selectas. Siempre hemos dicho que trabajamos para minorías selectas. A la mayoría de nuestros espectáculos han ido la familia con los hijos y las hijas. Recuperar el público ha sido nuestro reto. Y eso pasaba por que no todo fuera arte y ensayo, vanguardia, sino productos de mucha calidad y de innovación creativa, con la voluntad de que el nivel de comprensión fuera muy amplio. La música ayuda mucho.
"Siempre hemos tenido más la voluntad de crear que de hacer obras de teatro, nos gusta adaptar"
D.A.: ¿De dónde surgen las ideas? Habéis tocado teclas muy diferentes.
M.P.: De hablar, hablar y hablar. Y de aportar ideas.
A.R.C.: Y discutirnos.
J.L.B.: No ha sido fácil. Y es lo más importante, saber hacia dónde quieres ir. Tienes que pensar que un espectáculo de Dagoll Dagom requería por lo menos dos años de nuestra vida. Tenías que reflexionar mucho sobre qué hacer. Cuando uno de nosotros no veía clara una cosa, acostumbrábamos a pararla. En el fondo, era el acto creativo más importante.
A.R.C.: Teníamos listas, nombres... 'Nit de Sant Joan', por ejemplo, fue muy difícil porque era un espectáculo de creación que evolucionó mucho. Empezamos a hablar de las rondallas, de la magia... Pero después pasamos por la adaptación de un cuento de Isaac Asimov. Después lo mezclamos todo, estuvimos nueve meses. Y llegó el 23F y pensamos que nos iríamos a casa sin hacer nada. 'Glups' fue porque un amigo me descubrió los cómics de Gérard Lauzier y recuerdo que los compramos en un aeropuerto. Los empecé a leer y nos enamoramos. Antaviana fue por el padre de Bozzo, que nos trajo los cuentos de Pere Calders.
J.L.B.: En aquella época, nadie conocía a Calders. No había libros suyos en las librerías.
A.R.C.: Bozzo nos los dio un verano para que nos los leyéramos... Siempre hemos tenido más la voluntad de crear que de hacer obras de teatro, nos gusta adaptar. 'Antaviana' era una cosa muy rara. Recuerdo que en la crítica de Xavier Fàbregas se decía que fue el día en que el teatro pasó del blanco y negro al color. Hasta entonces, el teatro independiente era todo político, era teatro de lucha. El universo de Calders, que era mágico y blanco, y el color del espectáculo, todo fue una explosión, produjo un cambio. Después de 'Glups', no sabíamos qué hacer, siempre están esos momentos que son grandes lagunas. También hemos empezado algunas ideas y las hemos dejado a un lado; con Carles Alberola, por ejemplo.
J.L.B.: Con Galceran y Alcarazo queríamos hacer un espectáculo sobre el mundo laboral. Intentamos hacer una especie de 'Granja animal', que no salió. Incluso habíamos estado en la oficina del Covent Garden de Londres de los agentes de Orwell para adquirir los derechos y no nos entendimos. Por eso nos decidimos por coger la vía de 'Boscos endins' (2007). También habíamos mirado la película de Jean Renoir 'La carroza de oro', hablamos con Bru de Sala, pero tampoco salió e hicimos 'La Perritxola' (2003). Ha habido muchos espectáculos que no han salido.
A.R.C.: También intentamos hacer un espectáculo sobre los textos de Quim Monzó. Y lo detuvimos porque Ventura Pons tenía los derechos para hacer la película y se negó en redondo a que lo hicieran en teatro.
J.L.B.: Este ni lo empezamos, pero con Alberola teníamos todo un texto escrito. Y con La carroza de oro estuvimos dando vueltas y vueltas para terminar haciendo 'La Perritxola', que es el espectáculo que peor nos ha ido de nuestra historia.
M.P.: Es lo único que nos ha ido mal.
A.R.C.: 'T'odio, amor meu' (1995) nació porque nos enamoramos de los cuentos de Dorothy Parker... Con el paso de los años, he reflexionado sobre que, cuando escoges las cosas, no sabes por qué lo haces, pero luego ves que hay alguna cosa vinculada a tu estado de ánimo, a tu momento personal. Es más fácil entender la creación cuando el tiempo ha pasado.
M.P.: Hay cosas que las hemos tenido en el cajón muchos años. Cuando hicimos 'Antaviana', teníamos otras opciones, como el Joan Perucho y un poco, 'Aloma' (2008). 'Poe' (2002) surgió a raíz de 'Les històries naturals' de Perucho.
A.R.C.: Siempre hemos preferido hacer adaptaciones de textos no teatrales, porque no tenías el corsé de una estructura y tenías que inventar. Esto ha sido un rasgo de nuestra originalidad. Ahora cuando hemos cogido 'L'alegria que passa', hemos hecho una adaptación, como en 'Mar i cel'.
J.L.B.: Nosotros vivimos una oleada de creatividad a finales de los setenta y principios de los ochenta, con la formación de las grandes compañías, que fue una cosa completamente excepcional.
"'Flor de nit', por ejemplo, fue bien, pero perdimos mucho dinero. Teníamos que estrenar, en 1992, en el Teatro Victoria, pero las obras se retrasaron mucho, estrenamos en abril y no fue como tenía que ir"
D.A.: Desde el punto de vista creativo, ¿qué es más fácil? ¿Dar un paso después de un gran éxito o después de un espectáculo que no ha ido como esperabas? Me imagino que decidir qué hacer después de 'Mar i cel' o de 'Flor de nit' debió de ser complicado...
M.P.: Cuando estrenábamos una obra ya sabíamos qué iría después, independientemente del éxito que tuviera.
A.R.C.: Hay un error habitual. Cuando tienes un gran éxito, te animas mucho y normalmente te la pegas. 'Flor de nit', por ejemplo, fue bien, pero perdimos mucho dinero. Teníamos que estrenar, en 1992, en el Teatro Victoria, pero las obras se retrasaron mucho, estrenamos en abril y no fue como tenía que ir. Bozzo aquí, por ejemplo, se desgastó mucho. Se desanimó tanto que quería dejarlo. Fue un proceso maravilloso, con Guinovart y Vázquez Montalbán. Fuimos a ver a La Bella Dorita, a Mary Santpere. Me gustaría haber vivido el Paral·lel de aquellos años... Miquel y yo, que no nos hundimos tanto, hicimos 'Historietes' (1993), que era como una recopilación de lo que habíamos hecho hasta entonces. Fue un gran éxito.
M.P.: Hicimos una gira enorme. 'Mar i cel' había podido hacer muy poca gira: Zaragoza, Bilbao, Mallorca y para de contar. 'Flor de nit' no se movió. Y había todo un público que quería que volviéramos a su casa.
A.R.C.: Nos preguntamos: “¿Qué hacemos con muy poca pela?” Y fue un éxito total. Hicimos mucha gira. Y la serie 'Oh, Europa' nos salvó. Bozzo se metió mucho, con los guiones, y fue muy divertido. Lo importante de resistir es que te lo pases bien. Yo, en negocios aburridos, no me metería nunca.
M.P.: Hemos currado muchísimo, pero nos lo hemos pasado bien.
A.R.C.: La televisión también fue un aprendizaje. Como la opereta, que nos abrió a un lenguaje y a una manera de enfrentarse al canto.
M.P.: Y trabajar con una orquesta en directo.
A.R.C.: Ser heterogéneos nos ha ayudado a poder continuar.
M.P.: Siempre hemos mantenido esta cosa mágica de 'Antaviana'. Nuestros espectáculos tienen este color que nos ha dado personalidad.
"Ahora mismo hay una superproducción de espectáculos en Cataluña: los espectáculos se explotan muy poco"
D.A.: El momento posterior a 'Flor de nit', ¿fue el más complicado?
M.P.: Sobre todo porque la inversión fue brutal.
A.R.C.: Ser un equipo, ser tres personas, nos ha ayudado mucho. Por ejemplo, el segundo 'Mar i cel', que hicimos en 2004, Bozzo no lo quería hacer porque corríamos el riesgo de tirar por la borda un mito. Tú y yo fuimos directamente a ello.
M.P.: Cuando eres tres siempre hay desempate...
A.R.C.: Al final, cuando ya habíamos arrancado el proyecto, decidió dirigirlo. También nos criticaron que hiciéramos una reposición, ¡cuando habían pasado dieciséis años del primer estreno! Ahora mismo hay una superproducción de espectáculos en Cataluña: los espectáculos se explotan muy poco.
M.P.: Lo hicimos en el Nacional y, cuando estábamos ensayando, se vendieron todas las entradas. No quedaba ni una.
"El otro día había una discusión sobre si los teatros públicos tienen que hacer musicales. Yo creo que sí, pero no 'Mamma mia'. Tienen que hacer creación, tienen que dar voz a los creadores"
A.G.: Habéis vivido el nacimiento del Lliure, del Centro Dramático, del TNC... ¿Cómo ha sido vuestra relación con los teatros públicos?
A.R.C.: Hubo todo aquel gran follón en el Nacional con Flotats porque lo que reivindicábamos las compañías era que, ya que había un teatro público con tres salas, hubiera un porcentaje de compromiso para trabajar con nosotros. Nada, un 25 %. Pero el ego trip del señor Flotats hizo que no fuera así... Nunca hemos hecho nada en el Lliure, porque lo cogen directores que quieren explotar su personalidad. Se hizo 'Mar i cel' en el Nacional, pero intentamos hacer 'Flor de nit', en su 25.º aniversario, y Xavier Albertí no lo quiso hacer. Los teatros públicos son un feudo para experimentar, pero exclusivo para sus directores y sus creadores. No piensan en el público. No digo que no haya gente muy buena, pero olvidan que hay un gran público, que es quien, finalmente, paga el Teatre Nacional con sus impuestos.
M.P.: En Madrid hicimos 'Mar i cel' en el Albéniz, que era de la Comunidad. Y 'Historietes' lo hicimos en el María Guerrero, que es del CDN. ¡Íbamos a taquilla igual!
A.R.C.: Finalmente, conseguimos hacer 'Aloma' en el TNC después de muchos años. El otro día había una discusión sobre si los teatros públicos tienen que hacer musicales. Yo creo que sí, pero no 'Mamma mia'. Tienen que hacer creación, tienen que dar voz a los creadores, a los Guinovart. ¿Cuántos compositores han tenido la oportunidad de componer un musical? Muy pocos. El Nacional, de la misma manera que experimenta con jóvenes, en texto también tendría que abrir las puertas para que salieran nuevos Albert Guinovart. Nosotros, cuando hicimos Mar y cielo, ¡hicimos un casting de compositores! Se presentaron ocho o nueve. El teatro público tendría que hacer uno cada año o cada dos años. Han ido todos hacia unos guetos intelectuales, muy concretos.
"Trabajar con Vázquez Montalbán fue increíble. Cómo sabía escuchar, un hombre tan culto como él"
D.A.: ¡Tenéis que hacer públicos los finalistas de aquel 'Mar i cel'!
M.P.: Muy en privado. Todos son muy conocidos. En 'Flor de nit' también hicimos un casting, no solo de compositores, sino también de historias.
A.R.C.: Y nos volvimos a quedar con Albert.
M.P.: Trabajar con Vázquez Montalbán fue increíble. Cómo sabía escuchar, un hombre tan culto como él.
A.R.C.: Le hacía mucha ilusión.
M.P.: ¡Se emocionaba tanto cuando veía que lo que había escrito sonaba!
A.R.C.: El orden no ha sido nuestra gran virtud, pero las entrevistas con Mary Santpere y La Bella Dorita... ¡Nos explicaba unas cosas! Que si iba con señores y si no le apetecía, se tomaba una aspirina.
M.P.: Sabía jugar mucho. La finca donde vivía era el regalo de un señor; decía que le sobraban joyas.
A.R.C.: Había venido a pie desde Andalucía.
D.A.: Eso de la aspirina, en 'Flor de nit' sale, ¿verdad?, ¿en una de las canciones?
M.P.: ¡Sí! El personaje de la Soriano estaba inspirado, un poco, en La Bella Dorita.
A.R.C.: Buscamos un compendio de Raquel Meller, pero después buscamos a chicas más anónimas: esta cosa de Vázquez. Joan de Sagarra, en el titular de la crítica, se quedó descansado. Puso: “El libro gordo de Manolo”... En este país, cuando ya llevas tiempo, empiezan a machacarte y, si tienes éxito, todavía más. 'Nit de Sant Joan' tampoco le gustó, a Sagarra, pero pasó que Juan Marsé y Jaime Gil de Biedma la tradujeron al castellano. Eran sus dos amigos.
M.P.: Cuando volvimos a Barcelona, fue un éxito total.
A.R.C.: Y él dijo que el espectáculo había cambiado mucho. ¡Y era igual! Ya no podía decir: “Vaya mierda”.
D.A.: ¿Qué espectáculo habríais querido que tuviera una segunda vida?
M.P.: Evidentemente, 'Flor de nit'.
A.R.C.: Yo también, pero hay un espectáculo con el que todavía me estoy peleando para guardarlo, la escenografía, el vestuario: 'El Mikado'. No tiene edad. Si tienes un buen Ko-Ko, una Yum-Yum y un Naki-Pooh.
M.P.: ¡Y un buen Mikado!
A.R.C.: Es un espectáculo muy ingenioso, con un humor absurdo como el de los Hermanos Marx.
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