Exposición

Sustrato común. Una nueva arqueología de la materia

De 26 Octubre, 2024 hasta 24 Noviembre, 2024

123RF

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Es materia aquello que está debajo de todo cambio, lo que anticipa transformación y movimiento. La materia precede a la forma y a la representación, articula el tiempo, lo que viene después: hace posible lo que está por venir. La pregunta por la materia es común en muchos de los procesos y debates en torno al arte actual, a menudo desde un punto de vista temático, pero también es posible abordar el materialismo como método. Esta exposición muestra las obras finalistas de la convocatoria Miquel Casablancas 2024, junto con los tres proyectos desarrollados a lo largo de 2023 a través de las residencias SAC-FiC. Si bien dando cuenta de diversas inquietudes, encontramos complicidades metodológicas entre todos ellos. A través de la escultura, la instalación y el audiovisual, estas obras nos invitan a explorar sus propios procesos de construcción y a realizar una arqueología del sustrato que comparten.

La reflexión sobre el concepto de materia se ha dado desde época antigua, especialmente cuando surgió un pensamiento que, en oposición a la metafísica de las ideas, reivindicó que toda realidad está fundamentada por lo material. Ya en el interior de las luchas políticas de la modernidad, el materialismo histórico surgió como un método para imaginar el paso del tiempo de un modo complejo, desacreditando una visión lineal de la historia y apostando por la convicción de que la materia es la causa de toda transformación, es decir: la estructura fundamental de toda posibilidad. Hoy en día, encaminadas en la búsqueda de otras posibilidades de vida, se multiplican las especulaciones en torno a una suerte de «nuevos materialismos», lo que convoca directamente a los procesos artísticos que tienen como foco la propia materia y la transformación de esta.

Desde Sant Andreu Contemporani entendemos la convocatoria Miquel Casablancas como un termómetro de las preocupaciones del contexto emergente del arte. Habiendo advertido una insistencia en muchos de los proyectos de esta y recientes ediciones en desarrollar procesos desde lo material, sin duda merece la pena detenernos a reflexionar sobre ello aprovechando las complicidades que hemos encontrado en la selección de finalistas realizada por el jurado de esta edición (las curadoras Bendetta Casini, Margot Cuevas y Blanca del Río). De hecho, el contexto emergente podría ser considerado el sustrato a partir del cual se desarrolla el ecosistema artístico, el lugar donde se genera su materia prima. En lugar de la horizontalidad cartográfica, esta sustancia común nos anima a profundizar en la dimensión vertical de la geología en busca de sus principios constructivos.

Ahora bien, cabría preguntarse cómo, en plena era digital, acostumbradas a navegar en flujos electrónicos, a almacenar nuestros datos en «la nube» virtual y a relacionarnos con entidades cibernéticas, es posible aún contar con una conciencia material. Varios de los proyectos de esta exposición nos confrontan con esta paradoja. Es el caso del video for here am i sitting in a tin can far above the world (2024), de la artista Gala Hernández López, que, desde una perspectiva especulativa, articula un relato no lineal a partir de imágenes de archivo y animaciones en torno al entusiasmo por el fenómeno financiero de las criptomonedas y la criogenia. El cuestionamiento de una supuesta cultura inmaterial nos viene también a la mente con la instalación de Natalia Domínguez (Lack of - Ambient soundtrack, 2024), resultado de su residencia SAC-FiC en 2023, en la que escuchamos exhalación, falta de aliento y asfixia en una situación de opresión, lo que nos evoca una conocida consigna crítica cargada de materialismo: todo lo sólido se desvanece en el aire.

Mediante tecnología de escaneado en 3D, fotogrametría y edición digital, Lola Zoido reproduce en Portable Landscape (2022) un fragmento de terreno impreso en polipiel que cuelga en la sala de exposiciones. Esta contradicción entre lo digital y lo terrestre, entre lo que está suspendido en el aire y la tierra que pisamos, nos permite cuestionar el mito de una tecnología virtual que, sin embargo, depende de la materialidad física —como granjas de datos y recursos naturales— para que pueda darse. De lado a lado (2016), de Marc Anglès, también nos sitúa ante esta coyuntura, pues en su investigación sobre el paso del cine analógico al digital y los cambios tecnológicos que ello ha conllevado, realiza también una arqueología de los medios como la propuesta por Jussi Parikka a la hora de abordar los cambios radicales en las condiciones materiales de la vida en el planeta.

Pensar la cultura como una actividad ligada a un territorio supone, por tanto, una visión materialista del mundo, como lo es también el cuestionamiento de determinados mitos. Tanto lo primero como lo segundo están presentes en la investigación El miracle del Sol, que Albert Gironès desarrolló durante 2023 como parte de las residencias SAC-FiC, materializada en esta exposición a través de un video. Este proyecto nos sugiere que, más allá de creencias y sin llegar a desacreditarlas, la construcción de la realidad está necesariamente mediada por nuestra propia percepción y experiencia sensorial. Del mismo modo, Isabel Bonafé cuestiona los límites entre lo material y lo inmaterial en la instalación (Sin título). Desde fuera, la percepción resbala sobre las cosas sin tocarlas (2024), reivindicando nuestra propia experiencia y nuestro movimiento en torno a la luz y los objetos.

Donna Haraway y Paul B. Preciado apostaron por un transhumanismo queer que llevó a ensoñaciones en torno al concepto ciborg y la incorporación de la prótesis como forma de vida. Visiones alimentadas por imaginarios digitales que, sin embargo, no han implicado un desprendimiento de la conciencia material, como en la obra Reconstruir lo blando (2023), de Lucas Marcos Barquilla, donde los elementos protésicos remiten a los procesos de construcción, articulación y movimiento de materiales desde una arqueología paleontóloga o, incluso, forense. En su Manifiesto de las especies de compañía (2016), Donna Haraway partía de la importancia de un grano de arroz, y precisamente arroz, entre otros materiales, es lo que Marina González Guerreiro pone en valor en su escultura totémica Un deseo (2021). Tal vez el deseo, aunque intangible, pueda también ser considerado una materia que nos habita. Esta interrogación parece hacérsela, además, Hodei Herreros Rodríguez en À mon seul désir (2023), a través de un dispositivo escenográfico que adquiere sentido por medio de sus propios materiales y, especialmente, por la sombra de ojos que da color a la base de la pieza, aludiendo al tapiz que ha inspirado su título.

En los últimos años ha habido una importante revisión de la tradición escultórica vasca hacia nuevas formas de entender la objetualidad y la materia, y no es casualidad que esta exposición cuente con una destacada presencia de artistas de este contexto. Entre ellas, el trabajo Alrededor de una cabeza (2023), de Claudia Rebeca Lorenzo, nos remite a ese replanteamiento que se ha dado en torno a la escultura y las relaciones de esta con la experiencia de la espacialidad que experimentan nuestros propios cuerpos. También Mikel Escobales reflexiona sobre ello en Untitled, in a holding pattern (2024), dando cuenta de una dialéctica entre esa sociedad de la imagen y el discurso que caracteriza a la cultura inmaterial que ya hemos mencionado y la cultura material del objeto.

Pero reconsiderar la materia implica también reconsiderar el movimiento de la misma, pues, desde la perspectiva de la física actual, la materia no es más que átomos en movimiento. Laia Ventayol ha explorado este dinamismo a través de balances y equilibrios en el proyecto Balancí, desarrollado durante su residencia SAC-FiC en 2023. Para la artista, estas relaciones dinámicas entre los cuerpos vendrían a ser el paradigma de la circulación de afectos. La exploración del movimiento también se materializa en el video de Jara Roset dobleembrague (2022), donde la escena de un vehículo en derrape es dinamizada por un vertiginoso montaje de planos sucesivos que nos remite a la propia construcción del dispositivo audiovisual. Un dispositivo audiovisual que, lejos de atestiguar algo ya pasado, articula algo que está por pasar. Es así como lo entiende Abel Jaramillo en Los fuegos (2023), un video fruto de su residencia en la Real Academia de España en Roma que funciona, más bien, como «una primera piedra» para algo que aún no tiene imágenes. Una materia en potencia o un «sustrato común», si nos remitimos a la definición que daba Carl Jung al inconsciente colectivo. También Walter Benjamin pensaba que la materia tenía que ver con lo soñado, pues es algo que aún no tiene una forma clara, no se ha esclarecido, pero se encuentra en un sustrato que compartimos. 

Diana Padrón

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Artistas: Marc Anglès, Isabel Bonafé, Natalia Domínguez, Mikel Escobales, Albert Gironès, Marina González Guerreiro, Gala Hernández López, Hodei Herreros Rodríguez, Abel Jaramillo, Claudia Rebeca Lorenzo, Lucas Marcos Barquilla, Jara Roset, Laia Ventayol García, Lola Zoido

Dosieres
Proyecto: Raquel G. Ibáñez, Sergio Monje, Leo Pum, Laura San Segundo y Alejandría Cinque
Mediación: Antonella Medici, Fabiana Vinagre y Camilo Mutis, Massa Salvatge (Teresa Mata Ferrer y Alba Oller Benítez)
​Comunicación gráfica: Josep Lozano Añon, Clara Pessanha, Belén Soria

Programación