Barcelona

El espacio ocupado por el parque de la Font del Racó es fruto de la adquisición, por parte del Ayuntamiento de Barcelona, de diez solares durante la primera década del siglo XX. En uno de estos solares había una de las fuentes de recreo a la que los barceloneses acudían en verano con mayor frecuencia.
Cuando Nicolau M. Rubió i Tudurí diseñó el parque partió de dos premisas decisivas en su trazado: conservar el aire rústico y la vegetación del lugar y convertir la fuente en su centro neurálgico.
Este parque fue pionero en un cinturón de parques —entonces considerados suburbanos— en torno a Barcelona, que Rubió proyectó para dotar de espacios verdes el futuro tejido urbano de la ciudad en expansión.

La vegetación propia de un bosque mediterráneo se combina con especies más propias de un jardín, que están muy presentes. Así, los almeces (Celtis australis) —algunos altísimos— son tan abundantes como los pinos (Pinus pinea y Pinus halepensis). También hay algarrobos (Ceratonia siliqua) y encinas (Quercus suber y Quercus ilex), que comparten espacio con las acacias (Robinia pseudoacacia), los pimenteros falsos (Schinus molle), los cipreses (Cupressus macrocarpa), las palmeras canarias (Phoenix canariensis) y los olivos (Olea europaea), entre otras especies no tan abundantes como el eucalipto (Eucalyptus globulus) o el ombú (Phytolacca dioica).
En este parque hay un roble (Quercus cerrioides) que forma parte del Catálogo de Árboles de Interés Local de Barcelona. Es un ejemplar majestuoso de 18 metros de altura, con grandes ramas y más que centenario.

Este paraje salvaje y fresco era el lugar preferido del escritor y dibujante catalán Apel·les Mestres para dibujar. El año 1938 se colocó delante de la pequeña explanada donde está la fuente, en un nivel más bajo del terreno, un monumento de mármol sobre un pedestal chapado en piedra dedicado al artista. Es obra de Francesc Socías i March, y lleva la inscripción: “A Apel·les Mestres, el amigo de los niños, de las flores y de los pájaros”.

La orografía accidentada es lo más notable. El parque asciende, literalmente, por la montaña. Para visitarlo, tenemos dos opciones: subir o bajar, según las ganas de hacer ejercicio. Si empezamos por la parte superior, a la altura de la plaza del Doctor Andreu, nos dará la bienvenida una vista magnífica de Barcelona. Tras cruzar la puerta de entrada, nos adentraremos en la parte más frondosa del parque, lo que cambia a partir de la fuente del Racó.
Bajando, llegamos a un tramo de escaleras que se ensanchan y donde las barandillas, hasta ahora de madera, dan paso a una barandilla bastante ancha de trencadís, que nos conduce hasta la fuente del Racó. Delante hay una pequeña placita con bancos, también de trencadís, a ambos lados de la fuente. Cerrándola, frente a la placa dedicada a Apel·les Mestres, tropezamos con otro banco de trencadís debajo, que mira hacia otra plaza más amplia, con bancos de madera bajo la sombra de los árboles.
Este es un espacio excepcionalmente tranquilo para sentarse un rato y, a la vez, muy frecuentado por las escuelas que hay cerca del parque. A la izquierda de esta plaza, un camino asfaltado con piedra comunica con la entrada principal del parque, el acceso si decidimos visitar el parque en dirección a la cima.