El 6 de abril de 1914 tuvo lugar un hecho político que supuso un importante giro para Cataluña. En el Palau de la Generalitat se inauguró la Mancomunidad, bajo la presidencia de Enric Prat de la Riba, una institución que permitía por fin la unión de las cuatro diputaciones catalanas, y que suponía el reconocimiento de la unidad territorial de Cataluña por primera vez desde 1714. La ciudad se fortaleció y continuó con su crecimiento industrial introduciendo nuevos sectores, como la metalurgia o la química. Entre 1920 y 1930 hubo una fuerte oleada migratoria de gente procedente sobre todo del sur de la Península, que hizo que en la ciudad se levantaran 13.000 edificios. Barcelona se pavimentó y electrificó, ganó infraestructuras como el sistema de alcantarillado e introdujo el metro como nuevo transporte público.
Dictadura y represión
Las ilusiones políticas catalanas se truncaron con el golpe de estado del general Primo de Rivera, que instauró en España una dictadura y disolvió la Mancomunidad en 1925. Sin embargo, los opositores continuaron en activo, y el 14 de abril de 1931, Francesc Macià salió al balcón del Palau de la Generalitat de la plaza de Sant Jaume y proclamó de manera unilateral la República Catalana, pocas horas antes de la proclamación de la Segunda República en Madrid. A partir de las negociaciones de los dos nuevos gobiernos, tres días después se instauró la Generalitat de Catalunya como poder autonómico.
El estallido de la Guerra Civil Española en el año 1936 causó heridas profundas y dolorosas en la ciudad, que apoyó al bando republicano. Durante tres días de marzo de 1938, Barcelona fue bombardeada por la aviación italiana, aliada de Franco. Fue la primera vez en la historia que se bombardeó indiscriminadamente a la población civil de una ciudad desde el aire. La Catedral y las calles de los alrededores fueron las zonas más afectadas, y en la plaza de Sant Felip Neri, donde murieron 42 personas, 20 de las cuales eran niños, todavía hoy se ven las marcas que causó la metralla.
La dictadura que instauró el general Francisco Franco al acabar la guerra sometió al pueblo y la cultura catalana a una fuerte represión. Se abolió la Generalitat y el presidente Companys fue juzgado y fusilado en el Castillo de Montjuïc en 1940. Y se prohibió el catalán en cualquier ámbito público, desde los medios de comunicación hasta los espectáculos, los actos sociales o culturales e incluso en las misas.
La penuria económica de la posguerra duró hasta bien entrados los años cincuenta, cuando la economía se reavivó y Barcelona inició de nuevo su desarrollo progresivo. La instalación en la Zona Franca de la Seat, la primera gran factoría de automóviles construida en España, y el crecimiento de empresas vinculadas a este sector comportaron una gran nueva oleada migratoria que se extendió a lo largo de casi dos décadas. Se construyeron nuevos barrios para acoger a la población recién llegada, y Barcelona se rodeó de una gran área metropolitana densamente poblada.
En los años sesenta y setenta se inició un movimiento de protesta que reclamaba la democracia y el retorno de los derechos perdidos, entre ellos la recuperación de la cultura catalana y el derecho de uso de la lengua. Pero no sería hasta la muerte del general Franco, a finales de 1975, y la instauración de la democracia al año siguiente, cuando se conseguiría.
La Barcelona internacional
Con la restauración de la Generalitat en 1977, Barcelona volvió a ser la capital de la Cataluña autonómica e inició la recuperación de su identidad, cultura y lengua propias.
En abril de 1979, y después de 40 años de dictadura en que los gobiernos municipales eran designados desde Madrid, la Casa Gran de la plaza de Sant Jaume volvió a tener un alcalde elegido democráticamente por los barceloneses. También inició un nuevo desarrollo urbanístico durante la década de los ochenta, propiciado sobre todo a raíz de la candidatura y designación de la ciudad como sede de los Juegos Olímpicos de 1992. Esto generó una nueva fiebre constructora que no solo dejó complejos deportivos de primer orden, sino también nuevos barrios y grandes infraestructuras, como el circuito vial que rodea la ciudad, la ampliación del aeropuerto, la mejora de todos los transportes urbanos y la remodelación del frente marítimo, que incluía la recuperación de las playas urbanas para uso de todos los ciudadanos. La Barcelona del 92 se presentó al mundo entero como una ciudad abierta, mediterránea y moderna, y el éxito de la organización y el desarrollo de los Juegos Olímpicos hizo que se posicionara como una capital de referencia en el ámbito internacional.
A principios del siglo XXI, la organización de un nuevo gran acontecimiento, el Fórum Universal de las Culturas 2004, supuso una nueva transformación urbanística. Se recuperó la zona litoral que limita con el Besòs, se revitalizó la antigua zona industrial del barrio del Poblenou y se construyeron los nuevos barrios del 22@ y Diagonal Mar. Desde entonces, con el espíritu de superación y de innovación que la caracteriza, Barcelona no ha dejado de crecer y transformarse siguiendo el ritmo y el estilo de los nuevos tiempos. Ha adaptado el uso de las tecnologías en su gestión, y hoy en día es la primera smart city del Estado español y la cuarta de Europa, una gran metrópoli inteligente.