¿Una arquitectura al servicio de la sociedad, o del mercado?

Vista en contrapicado de los rascacielos de la zona del distrito 22@. © Imatges Barcelona / Laura Piqué

Barcelona es una ciudad con una larga tradición de grandes eventos de alcance internacional que han dejado marcas profundas y permanentes en su paisaje físico, mental y emocional. La próxima cita de este calendario que estrenó la Exposición Universal de 1888 será la Capitalidad Mundial de la Arquitectura de 2026. La UNESCO y la Unión Internacional de Arquitectos (UIA) han confiado a la capital catalana las riendas de un debate, de presente y de futuro, central y global: ¿hacia dónde debe ir la arquitectura?

La Barcelona que maravilla al mundo por su singular patrimonio modernista, que en los años ochenta se centró en mejorar los barrios con estrategias de acupuntura urbana (la verdadera esencia del llamado modelo Barcelona), que se reconcilió con el mar durante los Juegos Olímpicos y que apostó por el fenómeno de los edificios icónicos de los starchitects para entrar en el tercer milenio, se prepara ahora para ser el lugar desde el que reimaginar la arquitectura y proponer soluciones locales a problemas globales.

Tres décadas después del primer congreso de la UIA que alojó la ciudad, ahora las nuevas sensibilidades y compromisos de la arquitectura con un planeta Tierra herido por la extracción desbocada de sus recursos naturales se solapan con el déjà-vu de los retos que aún están vigentes: garantizar una vivienda digna para todo el mundo o velar por el derecho al espacio público, tanto en lo visible —objeto de deseo de los intereses rentabilistas— como en lo invisible —la mala calidad del aire que respiramos es mortal—.

Ninguna otra ciudad ha logrado ser dos veces la sede de la cumbre de referencia del colectivo internacional de arquitectos, que se reunió por primera vez en 1948 en Lausana, en el contexto de una Europa devastada por la guerra. Barcelona compitió con la todopoderosa Pekín para ganar el título que le fue concedido en 2021. Tres años después, el equipo de comisarios (Pau Bajet, Mariona Benedito, Maria Giramé, Tomeu Ramis, Pau Sarquella, Carmen Torres y José Zabala), escogido por concurso, ya está inmerso en la elaboración del programa de contenidos, bajo el lema “Becoming. Architectures for a planet in transition”.

Barcelona siempre ansía dar un salto de escala con los grandes acontecimientos, quizá para rehuir su condición de ciudad periférica. ¿Qué debería esperar de la Capitalidad Mundial de la Arquitectura de 2026? Hacer de la arquitectura una disciplina humanística porque, al fin y al cabo, trata fundamentalmente de las personas y sus necesidades. Que sea el resultado de nuestro pensamiento y nos ayude a pensarnos. Que priorice y fomente los valores sociales. Considerar a la arquitectura viva un personaje más que forma parte de nuestras vidas abre una dimensión entera de nuevas posibilidades.

© Anna Mas © Anna Mas

Anna Ramos
Directora de la Fundació Mies van der Rohe

Barcelona es ciudad de arquitectura por la belleza y singularidad de muchos de sus edificios, por la forma en que juntos procuramos cuidar de un patrimonio arquitectónico con siglos de antigüedad, por la ambición sostenida de darnos espacios públicos acogedores, accesibles e inclusivos.

La UNESCO-UIA la ha nombrado Capital Mundial de la Arquitectura no solo por eso. Las disciplinas y sociedades evolucionan; Barcelona y la arquitectura, también. El Congreso Mundial de Arquitectos UIA de 1996 exportó el modelo urbano olímpico. Tras crisis inmobiliarias, sociales, sanitarias y climáticas, el paradigma de nuestra arquitectura se ha renovado profundamente: quiere ser parte de la solución y no del problema. Desde una ciudad socialmente diversa, de urbanismo denso, recursos naturales limitados y clima mediterráneo —dulce y soleado, pero con ciclos de sequía y largas olas de calor—, de los retos de sostenibilidad económica, social y medioambiental, la arquitectura, el urbanismo y el paisajismo los están convirtiendo en virtud. La ciudad puede releerse, avanzar y ser ejemplo.

La Capitalidad debe ayudarnos a hablar de arquitectura con todos los públicos. Estamos coordinando una programación —liderada por la arquitecta jefa— dirigida a toda la ciudadanía, con el aperitivo de las Semanas de Arquitectura (celebradas este 2024) y en colaboración con el tejido que nutre la cultura arquitectónica en nuestro país, muy activo. ¡Ojalá sea una conversación provechosa!

© Gunnar Knechtel © Gunnar Knechtel

Pablo Martínez Díez y Mar Santamaria Varas
Arquitectos urbanistas

Si hace treinta años, cuando se celebró el primer Congreso Mundial de Arquitectura de la Unión Internacional de Arquitectos en Barcelona, nuestra ciudad lideraba el imaginario europeo de crecimiento y desarrollo que tantas ciudades han querido reproducir después, actualmente la expansión urbana, el crecimiento y la transformación intensa del territorio se están llevando a cabo en los países del Sur. Países que entonces apenas tenían presencia en estos certámenes son hoy los principales participantes.

India, China, África y Latinoamérica lideran la urbanización del mundo, al tiempo que quieren convertirse en las nuevas potencias económicas y culturales. ¿Qué podemos compartir y explicar a todas estas ciudades desde una Europa envejecida que ha contenido su expansión, ha expulsado a la industria y las emisiones hacia otros continentes (de los que también se abastece de recursos) y, por el contrario, ha interpuesto fronteras para protegerse?

En un mundo desigual e injusto, Barcelona, con sus arquitectos y también ciudadanos, apuesta por hacer de la ciudad una estrategia de integración social, que facilita la interacción a través del espacio público y los equipamientos convertidos en una extensión del propio hogar. Barcelona ha practicado un urbanismo que ha primado el interés general, y ha dado su apoyo a arquitecturas que persiguen el beneficio y la prosperidad de la sociedad. Arquitecturas que hacen ciudad.

Francesc Muñoz
Geógrafo, director del Observatorio de la Urbanización de la UAB

En verano de 1996, Barcelona organizaba el Congreso de la UIA Presente y futuros. Arquitectura en las ciudades. Con el liderazgo de Ignacio de Solà-Morales, esa reflexión urbana se producía en plena efervescencia del llamado modelo Barcelona.

Treinta años después, la ciudad volverá a ser Capital de la Arquitectura, pero en un contexto muy distinto, definido por la confluencia de tres grandes crisis urbanas: una social, que multiplica la desigualdad y descuartiza el espacio público; una climática, que exige asumir riesgos ambientales que cuestionan la ciudad que tenemos; y una sanitaria, derivada de la huella de la covid, con un peso progresivo del malestar mental de la población. Un escenario en el que aún se suman dinámicas como la turistificación y la gentrificación aceleradas, que obligan a los habitantes a renunciar a su ciudad, a dimitir de sus propios barrios, amputados cada vez de un modo menos sutil de su identidad y carácter.

Sería deseable que la nueva Capitalidad de la Arquitectura sirviera para captar estas cuestiones, proponiendo modelos alternativos de ciudad y de espacio público, capaces de responder de forma contundente a estos retos.

¿Qué arquitectura celebraremos en 2026? ¿Una arquitectura que integre estas narrativas, tan urgentes como insoslayables, o aquella que ya conocemos de sobra, prisionera de la lógica del turbocapitalismo, diseñada para aniquilar las identidades locales y borrar las diferencias que hacen de Barcelona un lugar propio y diverso? ¿Una arquitectura fiel a la vieja idea que la caracterizaba como el arte de crear una ciudad o una arquitectura concebida más bien como una herramienta para deshacerla?

Maria Salamero
Presidenta de la Associació d’Enginyers Industrials de Catalunya

La arquitectura y la ingeniería tienen un papel fundamental en la lucha contra el cambio climático y en la construcción del futuro en el que queremos vivir. La Capitalidad Mundial de la Arquitectura en Barcelona debe ser una oportunidad para avanzar hacia una nueva cultura de la edificación que apueste por las nuevas tecnologías y que permita minimizar la generación de residuos y los consumos energéticos y maximizar el uso de recursos renovables. Los conceptos de edificación circular y descarbonización de la construcción no son ya una cuestión de voluntad, sino una necesidad y una obligación.

Es necesario poner énfasis en la industrialización de los procesos constructivos, la innovación en el uso de nuevos materiales o de materiales reciclados, en diseños más sostenibles, en cómo adaptar edificios existentes con intervenciones mínimas y en la digitalización, tanto de la construcción como del uso posterior de los edificios. Hoy disponemos de herramientas digitales aplicadas al mundo de la edificación que permiten optimizar los procesos y evaluar la huella ambiental. No quiero dejar pasar la ocasión de hablar de los profesionales del sector, porque, sin talento, estos cambios no pueden llevarse a cabo. Cataluña, con una larga tradición arquitectónica, debe seguir impulsando el ecosistema del conocimiento y debe seguir invirtiendo en él.

Hacen falta aproximaciones más holísticas, que combinen todos estos aspectos, para lograr una edificación sostenible y para contribuir a la transición ecológica. Tenemos las herramientas y el talento; ¡hagámoslo!

© Rafael Vargas © Rafael Vargas

Oscar Guayabero
Comisario, editor y teórico del diseño 

Los grandes acontecimientos suelen ser centrípetos, en el sentido de que atraen en un único centro todo lo que orbita en las galaxias cercanas. No hablo de cuestiones geográficas; sé que, mejor o peor, se hará un esfuerzo por “repartir” acciones en los diversos barrios. Me refiero a una atracción de todo lo que ocurra en los próximos años en torno a la arquitectura hacia un centro único llamado Capital Mundial de la Arquitectura. Lo mismo ocurrirá con las ayudas públicas a la creación, difusión y exhibición.

Hemos visto este fenómeno varias veces y quizá sea normal que ocurra. Prefiero las dinámicas que tienden a descentralizar en vez de engullir, y las iniciativas que surgen desde abajo y construyen escenarios paulatinamente. En Barcelona tenemos un buen puñado de grupos, entidades, personas y movimientos que trabajan de esta forma, pero suele ignorarse. De hecho, no está mal que te ignoren mientras te dejen hacer. En torno a grandes eventos se suele hacer limpieza, como quien desbroza un campo para que los árboles “crezcan” mejor, en este caso para capitalizar la Capitalidad, si se me permite el juego de palabras.

La permacultura nos ha enseñado que es mejor no labrar, porque los matorrales retienen la humedad de la madrugada y rebajan la temperatura de la tierra por la acción solar, al tiempo que generan vida en el subsuelo, y esta, nutrientes para los árboles. Si tuviera que realizar una petición para la Capitalidad de 2026, sería que trabajara desde la permacultura.

Guim Costa Calsamiglia
Decano del Col·legi d’Arquitectes de Catalunya

En el horizonte del 2026 se producirá un hito trascendental para Barcelona y para el mundo de la arquitectura: la ciudad acogerá el Congreso Mundial de la Arquitectura de la Unión Internacional de Arquitectos (UIA) y será Capital Mundial de la Arquitectura UNESCO-UIA. Esta distinción no solo reconoce el legado histórico y la riqueza arquitectónica de Barcelona, sino que también señala hacia un futuro lleno de oportunidades.

Barcelona ya ha dejado huella en la historia como anfitriona de eventos de envergadura mundial. Los Juegos Olímpicos de 1992 demostraron su capacidad para proyectarse ante los ojos del mundo: se transformó la fisonomía de la ciudad y se redefinió su identidad, consolidando a la ciudad como referente global en urbanismo y arquitectura. Y cuatro años más tarde, en 1996, Barcelona acogía por primera vez el congreso de la UIA, con los principales arquitectos del mundo, como volverá a hacerlo en 2026.

Este nombramiento representa un impulso para el desarrollo sostenible, la innovación tecnológica y la inclusión social a través de la arquitectura y para redefinir cuál debe ser el papel de las arquitectas y arquitectos en el futuro de las ciudades. Barcelona se convertirá en un epicentro de ideas, se compartirán experiencias y se nutrirá el panorama global de la arquitectura con nuevas perspectivas. También se abordarán los desafíos globales en urbanismo, así como en términos de cambio climático y desigualdad social. Barcelona está llamada a liderar estas conversaciones y a proponer soluciones transformadoras. La ciudad está lista para inspirar a una nueva generación de arquitectos y dejar huella en el marco de la arquitectura mundial.

Anna Gener
Consultora del sector inmobiliario

Gran parte del magnetismo de Barcelona se explica por su arquitectura: muchos edificios de nuestra ciudad configuran un museo al aire libre que impacta en nuestra sensibilidad estética y en nuestra calidad de vida.

La designación de Barcelona como Capital Mundial de la Arquitectura nos ofrece la oportunidad de crear una nueva conciencia sobre el colectivo de arquitectos de nuestra ciudad, profesionales imbuidos en una extraordinaria cultura arquitectónica por el mero hecho de vivir en Barcelona. Estar en contacto con la belleza —o con la fealdad— no es neutro, como tampoco lo es estar en contacto con la buena —o con la mala— arquitectura.

El mundo se está configurando en hubs, puesto que la concentración de talento de una determinada industria produce unos efectos multiplicadores extraordinariamente positivos. En Barcelona se están configurando hubs como el de la industria digital y tecnológica o el de la investigación científica y biomédica. El motivo por el que se están creando estos hubs y no otros tiene que ver con nuestra idiosincrasia y el tejido preexistente.

Barcelona también puede aspirar a configurar un hub del colectivo de profesionales de la arquitectura, que nos permita alcanzar un reconocimiento internacional, como Milán lo alcanzó hace años para el mundo del diseño. Tenemos la tradición, tenemos las escuelas de formación y tenemos el arraigo en la creatividad y la técnica. Necesitamos un detonante: la Capitalidad Mundial de 2026 puede tener ese papel esencial.

© Gemma Planell / MACBA, 2015

Manolo Laguillo
Fotógrafo de arquitectura y urbanismo

El ruido y hacinamiento de nuestras ciudades no es solo competencia de la arquitectura y el urbanismo, lo mismo que el precio de la vivienda, o que prevalezca el mal gusto. Estas son cuestiones que van más allá de lo que está al alcance de estas disciplinas, porque dependen del mercado, del régimen de la propiedad y de la localización del poder, y por eso no podemos esperar que ellas solas las resuelvan. Pero sí que podemos pedirles a quienes las ejercen que nos expliquen las diferencias entre una buena y una mala arquitectura, entre una adecuada y otra inadecuada, y que compartan con nosotros, los legos, los criterios para diagnosticar el estado de salud de una aglomeración urbana. Eso sí que está en su mano. Me estoy refiriendo a que asuman el propósito de divulgar la arquitectura, además de enseñarla —para eso ya están las escuelas superiores—, hasta que forme parte de la educación de la ciudadanía. Cuanto más sepamos de arquitectura, tanto más conscientes seremos de cuán decisivamente interviene en nuestras vidas.

Es competencia de los arquitectos proponer, en bien de su profesión, que ella esté presente en todos los niveles, desde el jardín de infancia hasta los planes de estudio de todas las carreras. En la arquitectura se encuentran las letras y las ciencias, lo visual y lo técnico. Por eso divulgarla puede contribuir a la mejora de la calidad de vida, al fomento del buen gusto y a un aumento de la alfabetización visual.

© Xavier Jubierre © Xavier Jubierre

Carme Pinós
Arquitecta

Ante tanta proliferación de imágenes e información, nuestro tiempo peca de falta de debate y confrontación de ideas para llegar a conclusiones comunes. Este congreso tiene la oportunidad de establecer diálogos para saber hacia dónde debe ir la arquitectura y, sobre todo, el urbanismo.

Hemos dejado que sea el mercado el que decida cómo deben ser nuestras ciudades. La sociedad está cambiando mucho y las ciudades deben responder a estos cambios. Tenemos una ciudadanía cada vez más longeva y más sola, los pisos son cada vez más pequeños y esto significa que debemos crear espacios públicos que equilibren estas carencias.

Los arquitectos tenemos la responsabilidad de escuchar para poder entender las necesidades de la sociedad, por lo que este congreso debe estar abierto a otras disciplinas que nos ayuden a entender nuestra contemporaneidad. Porque es la arquitectura la que crea los espacios de relación que constituyen nuestra sociedad.

Por otro lado, un congreso de arquitectura de este nivel debería estar totalmente abierto a la ciudad y permitir que los ciudadanos participasen plenamente. Es importantísimo sensibilizar a la ciudadanía con la arquitectura, ayudarla para que adquiera criterios para valorarla. Debemos romper con las reglas del mercado que generan un círculo cerrado que tiende hacia la vulgarización total de nuestro entorno.

Pero esto no significa perder la confianza en los arquitectos, sino todo lo contrario. Somos los arquitectos quienes tenemos las herramientas y la habilidad para hacer una arquitectura sensible a la ciudadanía, pero debemos sacarla de las manos del mercado especulativo y déspota que nos extorsiona y, en este sentido, también debemos sensibilizar a los políticos.

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