Tener la vida en el encante

Il·lustració © Judit Canela
Il·lustració © Judit Canela © Judit Canela

El poeta Josep Pedrals nos habla de su barrio en forma rimada.

 

Canto primero
El barrio de Els Encants (como su nombre indica)
es un espacio de gozo y alegría
con la atracción de la venta al detalle
y de la enérgica vida que en él transita.
Mi abuelo, tras pensarlo un poco, aquí
se estableció con fe profana:
si dibujamos en el mapa una diana,
es la parte central de Barcelona
porque en él se encuentran, las tres a la vez,
Gran Via, Diagonal y Meridiana.

Canto segundo
Floreciendo entre el Poblet y el Poblenou,
el Fort Pienc y el Clot, el barrio aroma emana
a vivas almonedas de Bellcaire
y a fáciles novedades de Els Encants Nous.
Es un sorprendente núcleo,
una indómita encrucijada obligatoria,
que intenta seguir la trayectoria
de convertirse en nadie sabe qué.
El consistorio siempre pierde el tino
buscando de Glòries la solución final.

Canto tercero
Cada pocos años germina un accesorio;
el cambio inexorable se hace gradual:
un año nace el Teatro Nacional,
al cabo de un tiempo brota el Auditorio,
un Museo del Diseño... El territorio
vive en crónico cambio y, por tanto,
la vida sedentaria aquí es errante
y el más sólido suelo, arenas movedizas.
Aquí no hay indigencia castiza,
todos somos impuros, atípicos, trashumantes.

Canto cuarto
El presagio del abuelo llegó a término
cuando llevamos pacíficamente el yugo
de la inquietud mundana y el trasiego,
cuando, oblicuamente, ejercemos de centro.
Aquí la vida pasa en un entretanto
y en capas de futuro mal combinado:
el vulgar encanto ceniciento de un empedrado
con briznas de hierba en medio del enlosado.
El barrio de Els Encants parece confundirse
entre el resto de vestigios ciudadanos.

Del número

N105 - Sep 17 Índice

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