“El éxito de ‘Permagel’ ha sido como una nueva riada que me ha pasado por encima”
- Entrevista
- Pliego de cultura
- Oct 18
- 16 mins
Eva Baltasar
Hasta hace muy poco era injustamente desconocida y quizás había tenido mucho que ver la poesía. Eva Baltasar (Barcelona, 1978) había publicado una decena de libros de poemas, casi todos premiados, antes de convertirse en la autora revelación que es ahora gracias a la novela Permagel (2018, Club Editor), con la que acaba de ganar el Premio Llibreter.
Actualmente vive en Cardedeu y, según afirma, lo hace rodeada de muchos otros posesivos: su casa, su familia, sus poemas. Ahora también, e inevitablemente, rodeada del calor de sus lectores. Es discreta. Si fuese un animal no humano, seguramente pertenecería al género de los felinos. Tiene aquella elegancia a la hora de ocultar secretos y revelarlos cuando conviene. A menudo suelta una risa nerviosa, un gesto con el que el entrevistador no puede evitar empatizar. La suya es una presencia amable y limpia, blanca, clara, aunque no hay que ir muy lejos para intuir que dentro de esa sonrisa también hay mucho que hurgar. Decidimos hacerlo y ella accede.
Empezamos por las buenas noticias. Tu novela Permagel ha sido ganadora del último Premio Llibreter, otorgado por los libreros de Cataluña con su voto. ¿Cómo lo has vivido?
Ha sido como una nueva riada que me ha pasado por encima después de la de Sant Jordi. Hasta ahora había publicado poesía y ya se sabe que es un género que, si provoca descalabros, es en el ámbito del lector, dentro de la esfera íntima del lector. La poeta queda al margen. Entonces escribo la novela y, poco a poco, se empieza a oír aquel zumbido de fondo. ¿Qué debe ser? ¿La plaga de langostas? ¿Una tormenta de arena? Qué referentes más desérticos, ¿cierto? Pero es que yo vivía en el desierto, en un desierto particular construido a mi medida, con mi poblado (ahora es Cardedeu), con mi familia, mis cositas de andar por casa, mis temas, mi poesía... ¡Qué horror, tantas posesiones! La cuestión es que ese rumor crece a la vez que hace crecer a Permagel, y me encuentro con toda una serie de requerimientos que son nuevos para mí: entrevistas, clubs de lectura, propuestas de colaboración con medios de comunicación... ¡Y caramba! Decido ir avanzando. Ha sido divertido, he dejado de percibir con tanta nitidez el mundo que contemplaba, las piedras de mi entorno, el cielo y el conjunto del paisaje que me rodeaba, todo se ha vuelto fuerza de agua que baja con ganas arrastrando todo tipo de materiales. Y ha sido bonito. No es mi ritmo, pero espero que se trate tan solo de crecidas. Tanto la buena acogida del libro entre los lectores como el premio de los libreros de este país han sido gracias que he recibido con gratitud y con alegría.
Antes de ganar el premio, parece que el libro ya había sido muy bien recibido. ¿Ha habido alguna historia peculiar en torno a su acogida? ¿Alguna confesión, alguna confidencia, alguna declaración de amor a la protagonista…?
¿Cómo lo sabes? Sí, ¡ya lo creo! Ha habido de todo y en muy poco tiempo. Me han llegado muy profundamente algunas personas, pocas pero muy enteras, muy consistentes, que habían intentado suicidarse en algún momento de su vida, y otros que tomaban antidepresivos y habían tenido pensamientos suicidas, y me han agradecido el hecho de haber escrito el libro, que hubiera tratado el tema del suicidio tal como lo he hecho. Y yo les pregunto: ¿cómo? Y me responden: pues sin tabúes, sin dramatizar, de una manera natural. ¡Ah! Pues es tal como lo veo. A mí me cuesta darme cuenta de todos estos juegos sociales: qué es tabú y qué no lo es, por ejemplo. Me debe faltar algún tipo de habilidad, en este sentido, y mira, hablo de las cosas como las veo y las siento, y hablando con estas personas me doy cuenta de que lo han valorado porque ellos han sufrido estos juegos sociales. Por otro lado, sí, en un club de lectura se me declaró una lectora, se quedó al final de la sesión y me dijo que se había enamorado de mí a través del libro. La entendí tan bien... A mí eso también me ha pasado, alguna vez.
Si tuvieras que describir Permagel a una persona que no supiera nada de él y quisiera leer esta entrevista, ¿qué le dirías?
En Permagel hay una mujer que quiere vivir con sentido, y este deseo y la vida que surge de este deseo le hacen sufrir. ¡Pero qué bien que se lo pasa cuando es capaz de crear oasis de deleite a lo largo de su camino!
¿Podrías explicarnos el título del libro?
Es una metáfora del libro, de la protagonista. El permagel son capas de tierra permanentemente congelada que hay en zonas muy frías de nuestro planeta y es a la vez la membrana que aísla a la protagonista del exterior, un exterior que le resulta muy agresivo. El permagel aísla, conserva, protege y no es invulnerable.
Seguramente la novela será recordada como tu paso de la poesía a la prosa. ¿Cómo se produjo, este paso?
“Permagel destila poesía por los cuatro costados. El enorme trabajo que me dio Permagel fue en el tratamiento del lenguaje, tratar cada frase como si fuese un verso, buscar la palabra precisa que el ritmo me pedía.”
Creo que no ha habido un paso, sino un acoplamiento de un género que cultivaba y en el que me sentía muy cómoda con un género nuevo. En Permagel ha habido ese enamoramiento entre la poesía y la narrativa, porque es un libro que destila poesía por los cuatro costados. El enorme trabajo que me dio Permagel fue en el tratamiento del lenguaje, tratar cada frase como si fuese un verso, buscar la palabra precisa que el ritmo me pedía. Ha sido una especie de simbiosis que no es prosa poética, sino una novela querida como un poema, como un poema con muchas ganas de transmitir cosas.
De hecho, algunos lectores coinciden en que las primeras páginas de Permagel aún son poesía, un trampolín hacia la prosa más narrativa que ha de venir. ¿Era una impresión buscada o es solo una impresión?
No tengo ni idea. Vete a saber, a mí me sorprenden mucho todos estos discursos, teorías, supuestos e interpretaciones que se construyen alrededor de la novela. Los escucho y pienso: ¿así funciona mi subconsciente? Yo solo he escrito una novela, ha sido un acto sencillo, lo he disfrutado, se ha acabado, ya está. Pues por lo visto no está. El primer capítulo lo he bautizado con el nombre de asustalectores, porque es cierto que es un poco más…, yo no diría poético, sino neblinoso. Empiezas a leer y piensas: esta mujer, ¿de qué me está hablando? ¿Se ha vuelto loca, o qué? ¿Ahora me he de dejar arrastrar por su voz? Qué miedo, ¿verdad? Dejarse arrastrar por la voz de una loca. Lo que me gusta pensar es que el lector descubre que ni está tan loca como parecía ni se pasa la vida dejando hablar a sus pensamientos. Ella los domina a través del habla y lo muestra a medida que avanza la novela. Creo que los pasajes más poéticos, en realidad, aparecen hacia el final.
¿La narrativa se escribe de una manera diferente a la poesía?
En mi caso, no demasiado. La diferencia la marca, en gran parte, el tiempo. Yo dedico un día a un poema, y quince o veinte días, quizás un mes, a un poemario. Escribir una novela me ha llevado un buen número de meses. Al poema parece que uno le hace el favor de escribirlo; él no estaba y ahora está, soy su creadora. En cambio, la novela me ha hecho sentir que el favor me lo está haciendo ella a mí. Ella ya estaba, mucho antes de que yo me diera cuenta de ello, en algún lugar de mi cabeza ya estaba esa voz que necesitaba hablar y que ha dejado que me apropie de ella.
¿Tienes algún ritual, alguna costumbre, necesitas algo para escribir?
Me gusta escribir en casa, en una habitación pequeña y sencilla en la que tengo todo lo que necesito, una mesa, una ventana inmensa, cosas amarillas y verdes... Me va bien hacerlo en mi ordenador, un pobre viejo que ya solo se acuerda de procesar textos, no le pidas nada más. Últimamente bebo mucho té verde, antes lo bebía negro pero el corazón me dijo que quizás ya tenía bastante de ese color.
¿Cómo te enfrentas a la cuestión de la autobiografía en la escritura?
No me enfrento a ella. De hecho, cuando escribo no me enfrento a nada, tan solo escribo, me dejo llevar, dejo hablar a voces que siento, juego con el lenguaje…, ¡me lo paso bien! Escribir es como irse de vacaciones: subir y bajar montañas, visitar museos, conocer gente, bañarse en los lagos. ¡Poder hacerlo cada día es una bendición! Escribo lo que me sale, hay pasajes totalmente ficticios, otros más autobiográficos... Pero la vida también es eso. A mí me gusta pensar que una buena parte de mi vida también es ficción. Esta entrevista, por ejemplo…, esto que estamos haciendo nosotros dos: ¿es biografía o ficción?
El pasado mes de junio participaste en la primera edición del QLit, el festival de literatura queer de la ciudad, organizado por la Asociación de Escritores en Lengua Catalana, y dijiste que, de entrada, no te veías escribiendo sobre un personaje protagonista que no fuese mujer y que no fuese lesbiana. ¿Escribir no es ficcionar, también?
Supongo que sí, pero creo que el hecho de ficcionar exige que haya una distancia entre la escritora y lo que escribe. En este espacio nace la ficción. Y en mi caso no encuentro ese espacio. Cuando he escrito Permagel he sido tanto ella, la voz de esta mujer que habla, que todo lo ficticio es anecdótico. No me interesa qué dice, sino qué quiere decir y cómo lo dice, la voz que hay detrás, y esta voz soy yo, es una mujer que se siente lesbiana. Me costaría mucho escribir otra cosa y que el resultado fuera creíble.
¿Te sientes cómoda con la etiqueta autoficción, o quizás se ha exagerado con el término?
No me siento cómoda con ninguna etiqueta. Las encuentro reduccionistas, peligrosamente confortables.
El lema que el Club Editor propone a los lectores es precisamente “Si quieres comprender el mundo, lee ficción”. ¿Cómo surgió la publicación de la novela con este sello?
Tenía el original de la novela en las manos, una copia impresa en casa, y me pregunté: ¿qué editorial te gustaría que la publicara? La respuesta fue Club Editor, por su catálogo, por aquella finura que desprende cada publicación... Busqué su dirección electrónica en internet, se la envié... Y acabé conociendo a Maria Bohigas, que me invitó a pasar a Club Editor.
¿Cómo ha sido editar con Maria Bohigas? Dicen que es capaz de hacer borrar páginas enteras a los autores…
Trabajar con ella es como encontrar un montón de gracias cada día tras la puerta sin acabar de tener claro que las mereces... Te hace sentir querida y afortunada, y es fácil y divertidísimo. Maria hace que las pequeñas cosas sean interesantes, que las cosas grandes sean íntimas y de carne. Y sí, debe coleccionar tijeras y no le gusta que se oxiden en el cajón. Pero ella no obliga, sugiere, que es mucho peor (ríe). Es una editora fantástica.
En tu trayectoria como poeta habías publicado con los mayores sellos del país. ¿Has notado alguna diferencia con la experiencia con una editorial independiente como Club Editor?
Ha sido muy diferente. Ha sido la primera vez que me he sentido realmente acompañada por una persona de carne y hueso a lo largo de todo el proceso. Maria te mira a los ojos cuando habla, y eso está bien. También es cierto que el período de edición de una novela es más largo que el de un poemario y quizás eso ha favorecido este acercamiento.
El catálogo de Club Editor está lleno de escrituras del deseo y de deseos otros, como El mar de Blai Bonet, Els meus pares de Hervé Guibert o las textualizaciones siempre mestizas e indomables de Víctor Català. ¿Cómo te sientes en medio de ellas?
Me siento como si me hubiesen aceptado en una hermandad y todo ello me quedase un poco grande. Me siento novata, pequeña, inexperta, con pies de pato y pienso... ayayay, tú bien encapuchada con tu capucha e ir avanzando, y con un poco de suerte, de tanto mirar cómo lo hacen los otros acabarás aprendiendo.
Dice Blai Bonet, precisamente al principio de El mar, que “el hombre es como el mar: penetra y es penetrado, refleja y es movido por la vida celeste”. ¿Qué le responderías tú?
Silencio. Una frase como esta no se responde.
La protagonista de Permagel es una mujer que desea a otras mujeres, pero parece ser que el personaje clama por una identidad más molecular, más poliédrica: “La lesbiana compite con toda otra serie de roles simultáneos, como una especie de juego de intensidades. Tengo mi persona habitada permanentemente por inquilinas fideicomisarias: la hija, la hermana, la amiga, la ex universitaria, la vecina, la lectora, la tía, la propietaria, la clienta, la usuaria, la segura y su contraria, etc. Todas estas bárbaras conviven y rivalizan con la lesbiana”. ¿Qué papel juega la sexualidad en su historia?
Hemos topado con las etiquetas. A veces acabamos pensando en nosotros en términos de etiquetas y tanta racionalidad no estimula el pensamiento; lo conduce. La protagonista de Permagel disfruta el sexo en sí mismo y se da cuenta de que la mantiene ligada al presente, la salva de los recuerdos del pasado y las proyecciones del futuro, la mantiene a salvo en un lugar seguro.
¿...Y de qué modo su identidad sexual tiene que ver con su tendencia suicida?
Creo que no tienen absolutamente nada que ver.
El discurso en torno al cuerpo es una de las constantes del libro: “Hay partes del cuerpo, como muebles demasiado grandes, a las que una no sabe cómo enfrentarse”. ¿Hiciste algún tipo de investigación teórica para escribirlo?
Ninguna fuera de mí. Buscarme a mí misma, escucharme, tocarme, sorprenderme, me ha llevado a reflexiones como esta.
El cuerpo es una de las maneras con las que la protagonista de Permagel se relaciona con las personas que tiene más cerca, es decir, con sus amantes. Más concretamente, juega con fruta. ¿Qué te llevó a proponer este juego y adónde querías que llegara?
“La protagonista sabe cómo disfrutar de la vida: arte, sexo, lectura y comida son sus sanísimas perdiciones. Y como yo, con estas cosas, soy desmesurada, ella también ha surgido así...”
Nada me llevo a él y no quería llegar a ninguna parte. La protagonista sabe cómo disfrutar de la vida: arte, sexo, lectura y comida son sus sanísimas perdiciones. Y como yo, con estas cosas, soy desmesurada, ella también ha surgido así... ¿Por qué no disfrutar de dos perdiciones a la vez y perderse así en bosques un poco más profundos?
En un pasaje de la novela, la protagonista hace referencia a su “clítoris, increíblemente triplicado de tamaño, como un micropene altivo”. ¿Cuáles son los límites finales entre los dos principales géneros que se nos han propuesto tradicionalmente?
A mí me encanta pensar en la disolución de estos límites, en todo tipo de disoluciones: acoplamientos, sustituciones, canibalismos, incorporaciones... Que no haya un final, porque a veces la carne necesita transcender los límites de la mente. Y cuando lo hace la mente se sorprende y crece.
¿Es posible, hoy, vivir solo como mujer o únicamente como hombre?
“Estoy segura de que hay gente que está convencida de que vive únicamente como mujer o como hombre, y yo doy valor al sentimiento.”
No me atrevo a decir ni que sí ni que no, tendría que reflexionar al respecto, y seguramente tendría que de vivir más para responder. Estoy segura de que hay gente que está convencida de que vive únicamente como mujer o como hombre, y yo doy valor al sentimiento. En términos generales me siento mujer, pero, claro…, ¿qué es ser mujer? ¡Ah! Ignoro la respuesta. Yo soy poeta, puedo mirarme a mí misma y ver hombres, me atrae la masculinidad que veo en muchas mujeres pero... ¿vivo únicamente como mujer? Vivo como quien soy, y soy alguien que ama y vive la vida antes que ninguna otra cosa.
“El sexo me aleja de la muerte. Sin embargo, no me acerca a la vida”. ¿En qué medida se puede decir que es el sexo lo que salva a la protagonista de Permagel?
Yo creo que ella se salva sola, es bastante fuerte. El sexo la acompaña.
¿Nacer es una desgracia, como dice la cita de Thomas Bernhard que sitúas al comienzo?
Nacer es el acto radical por excelencia.
Cuando habla de su hermana, la narradora dice que “ambas hemos tenido esta necesidad imperiosa de intensidad, y compartir la vida con la familia la desvanece. La familia, ¡qué magnífico disolvente!”. ¿Es la familia la antítesis del sexo, y por tanto de la vida intensa?
Depende de la familia (ríe). En Permagel la familia representa la vida vivida a medias, atenuada, y el sexo es el reencuentro del cuerpo en el cuerpo del otro. No creo que haya antítesis porque son términos que avanzan por planos diferentes.
¿De qué modo se relaciona la protagonista con Barcelona? ¿La vive como un lugar de paso, como esa “casa” en que te salvas en el juego del escondite, como un espacio provisional, de mudanza eterna…?
Es curioso, porque no aparece el nombre de la ciudad, ¿verdad? Pero yo me imaginaba que buena parte de la novela, cuando no se dice lo contrario, pasaba en Barcelona. Creo que es el Lugar, donde ella toma conciencia de su propia persona, el símil geográfico de su propio cuerpo.
¿Hasta qué punto consideras que Barcelona es una ciudad amiga para los feminismos y la comunidad LGBTI?
En este sentido creo que me falta vida en Barcelona, experiencias en Barcelona e información, en general, para responder y que mi respuesta se adecúe a la realidad. Puedo responder desde mi experiencia personal de los años que viví en Barcelona, de los dieciocho a los veintiséis, como mujer, como lesbiana, y para mí fue una ciudad acogedora, en la que viví con libertad mi vida y mi sexualidad. Y puedo decir lo mismo del resto de lugares en los que he vivido.
¿Todas las ciudades son provisionales?
Para mí, si es una ciudad, seguro que es provisional.
¿Y los pueblos no?
¡Ah! No. Estoy segura de que en algún lugar hay un pueblecito chiquitito que me está esperando. Cuando llegue y me enamore de él, si puedo me quedaré.
Maria-Mercè Marçal decía que había vivido toda su vida de mudanzas, y que esta idea se intensificó cuando supo que en griego la palabra metáfora quiere decir traslado literalmente. ¿Crees que tu obra dialoga de alguna manera con la de Marçal?
¡Ostras! No lo había pensado nunca. Me cuesta pensar mi obra en términos de diálogo con otros autores, pero si alguien ve este diálogo con la Marçal, me parece perfecto.
¿Cuáles son tus referentes literarios?
Ay, son pocos: Walt Whitman, Carson McCullers, Teresa de Ávila, James Salter, Mercè Rodoreda, R. S. Thomas, Sylvia Plath...
¿Y fuera del mundo de la literatura?
Egon Schiele, Rubens, Johan Sebastian Bach, Vivaldi, Ludwig Wittgenstein, Raimon Panikkar, Hannah Arendt, Simone Weil, Matisse, Van Gogh, la Bauhaus, Jung... Ya paro.
Para acabar, hablemos del futuro. Permagel es la primera entrega de una trilogía que ya se anuncia en el colofón del libro, que continuará con Boulder y Mamut. ¿En qué estado se encuentran estos dos títulos?
En el de buena esperanza. He ido trabajando ora en uno, ora en otro. Últimamente parece que Mamut ha cobrado mucha fuerza y me he centrado en él, va creciendo.
¿Cuándo podremos leer un nuevo libro de Eva Baltasar?
Cuando me llegue la bola de cristal te llamo.
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