Angela Davis. Una historia de la resistencia civil
- En tránsito
- Dic 20
- 12 mins
Angela Davis encarna la fascinación revolucionaria y la nostalgia de luchas remotas. Posee una habilidad innata para traducir pensamientos complejos en consignas para el gran público y un magnetismo que, lejos de apagarse con los años, la ha catapultado al limbo de los revolucionarios, un lugar donde apenas existen mujeres.
Este año, en pleno auge de la pandemia en Estados Unidos y en medio de las protestas por el asesinato del afroamericano George Floyd, el Juneteenth —celebración extraoficial del final de la esclavitud en los Estados Unidos— adquirió un semblante reivindicativo. En la ciudad californiana de Oakland se conmemoró con marchas en solidaridad con el movimiento Black Lives Matter y su lucha contra la violencia racial. La jornada se resume en una instantánea cargada de simbolismo revolucionario: Angela Yvonne Davis, de pie en la parte trasera de un coche semidescapotado, aparece con el puño erguido, un gesto conocido como el Black Power salute en señal de solidaridad y apoyo a las reivindicaciones. La imagen no tardó en dar la vuelta al planeta.
Angela Davis encarna la fascinación revolucionaria y la nostalgia de luchas remotas. Posee una habilidad innata para traducir pensamientos complejos en consignas para el gran público y un magnetismo que, lejos de apagarse con los años, la ha catapultado al limbo de los revolucionarios, un lugar donde apenas existen mujeres. Cuando el mundo piensa en ella, todavía ve a la mujer insurgente con el pelo afro, involucrada en el Black Panther Party y siempre lista para guiar a las masas hacia la lucha. Pero su trayectoria carismática va más allá del simbolismo subversivo y se enmarca en la larga tradición estadounidense de resistencia civil.
Hoy es profesora emérita de la Universidad de California (Santa Cruz) y una de las activistas e intelectuales más influyentes de los Estados Unidos. Y si bien su actividad siempre ha tenido como eje la comunidad negra progresista y politizada, como pensadora marxista considera que hay que relacionar la lucha de los negros con la lucha de todas las clases trabajadoras, siempre con cooperación y solidaridad política entre pueblos y naciones. Por esta razón abraza múltiples causas, desde la lucha antirracista, los feminismos y la abolición del sistema industrial-penitenciario hasta las luchas LGTBIQ o la lucha por la libertad del pueblo palestino.
Entre la iconografía y el mito
Este año, la revista Time la ha reconocido como una de las cien personas más influyentes del activismo social. Y aunque abandonó su pelo natural hace años, el afro de Angela Davis es considerado por el New York Times como una de las mayores influencias en las tendencias del siglo xx. Tampoco es de extrañar que, después de salir de la cárcel, con apenas treinta años, la escritora y editora literaria de Random House, Toni Morrison, le encargara su autobiografía, Autobiografía, Angela Davis (1974, publicada en España en 2016).
Con los años, se ha ganado el respeto intergeneracional e interracial en el ámbito académico, en las calles y en los medios de comunicación. Hace más de medio siglo que Davis aparece en el decorado revolucionario de paredes, camisetas o pósteres, espacio que comparte con figuras como Mandela, Luther King o Gandhi. A pesar de que su radicalidad haya sido absorbida por un sistema cuya abolición ella misma reclama, ni su discurso ni mucho menos la simbología de su afro han perdido ni un ápice de seducción. En efecto, este doble juego de crítica y aceptación de las reglas del juego le ha costado reproches de los sectores más radicales, que desde hace tiempo la acusan de reformista, de neocapitalista a sueldo del sistema y de estar completamente sometida a los intereses de la burguesía y de la mayoría blanca. Ni siquiera estas críticas han sido capaces de destronarla, porque pocos pueden transitar por las fronteras políticas, activistas y estéticas de manera tan exultante como Miss Davis.
Aunque sus representaciones iconográficas tienen múltiples contradicciones e implicaciones, la mayoría la incomodan. Pero no las rechaza, y reflexiona en torno al significado y al poder de las imágenes en una contemporaneidad donde los imaginarios visuales pesan sobre los relatos sociales. En su texto Afro Images: Politics, Fashion, and Nostalgia [Imágenes afro: políticas, moda y nostalgia] (1994), analiza los estereotipos visuales que genera su afro a través de los legados de la teoría de la imagen de John Berger o Susan Sontag. En él observa cómo su figura, además de enmarcarse en la ficción revolucionaria, ya está integrada en las imágenes históricas afroamericanas. Advierte, asimismo, que reducir la política histórica a una moda contemporánea de la cultura popular puede convertir la memoria visual colectiva en ahistórica y apolítica.
Cuando escucha el discurso de Malcolm X, Davis empieza a tomar conciencia de las represiones cotidianas y de cómo sus preferencias provienen del hecho de sentirse inferior respecto a la población blanca.
Formación y referentes
Angela nació en plena era de las leyes segregacionistas Jim Crow, en una de las sociedades más atravesadas por las violencias raciales del sur, en Birmingham (Alabama). Aunque creció en el seno de una familia integrante de la NAACP (Asociación Nacional para el Progreso de las Personas de Color) y del Southern Negro Youth Congress (Congreso de la Juventud Negra del Sur), su despertar político no llega hasta que escucha la oratoria de Malcolm X en la Universidad Brandeis (Massachusetts) a principios de los años sesenta del siglo xx. A partir de entonces, empieza a tomar conciencia de las represiones cotidianas y de cómo sus preferencias musicales o el desuso de patrones lingüísticos provienen del hecho de sentirse inferior respecto a la población blanca.
Recibió una de las mejores educaciones posibles para una persona negra de Estados Unidos. Durante su carrera en Brandeis cursó un año en La Sorbona, en París, y después de graduarse se fue a Alemania, a la facultad de Filosofía de la Universidad de Frankfurt. En su tesis doctoral tuvo a Adorno y a Marcuse como profesores, y profundizó en el análisis de Immanuel Kant sobre la violencia en la Revolución Francesa. Estas experiencias europeas ampliaron sus referentes al sumergirse en lecturas de escritores y poetas franceses como Baudelaire, Rimbaud o Proust, y en el existencialismo francés de Sartre. A la vez, se introdujo en la filosofía y la ideología marxista, y en el deber del individuo de rebelarse contra el sistema.
Su base ideológica, no obstante, está en los pensadores negros y marxistas, aquellos que representan lo que Robin D. G. Kelley llamó “la tradición negra radical” (1944), que exploran la relación entre el capital y el racismo, abordando el rol de la esclavitud y del colonialismo en la consolidación del capitalismo. Marcus Garvey, Frantz Fanon, Cedric Robinson, James Baldwin o W. E. B. Du Bois son algunos de los que le aportaron nuevas formas de entender una realidad donde el “blanco” representa la norma y la universalidad.
De vuelta en Estados Unidos, milita en el Partido Comunista y se enrola en la lucha por los derechos civiles, en el movimiento feminista y en la campaña contra la guerra de Vietnam. Esta época de su vida marca el rumbo de una existencia atípica y rebelde, quizás relegada por quienes son dados a la normatividad y no entienden cómo pudo abandonar una trayectoria segura hacia el sueño americano de clase media para ceñirse al activismo revolucionario. En cierto modo, esas valoraciones subjetivas no la afectan, y cuando mira hacia atrás siente el orgullo de haber formado parte del momento histórico en que se cristaliza la conciencia negra colectiva. Lo hace sin apenas romanticismo porque reconoce los errores de la revolución y previene de los peligros de una relación nostálgica con los Black Panthers.
Sistema industrial-penitenciario
A principios de los setenta, las relaciones de Angela Davis con las autoridades fueron muy tensas; es expulsada de la universidad y falsamente acusada de secuestro, conspiración y asesinato. Con todo, acaba por protagonizar una de las órdenes de búsqueda y captura más mediatizadas del FBI. Finalmente, es arrestada y pasa dieciocho meses en la cárcel. En ese tiempo se declara en huelga de hambre en señal de protesta por las condiciones carcelarias y prefiere representarse a sí misma en el juicio, acontecimiento que ha quedado grabado en la historia estadounidense. En 1972, el jurado la declara inocente de todos los cargos.
Davis apuesta por la sustitución del sistema policial y carcelario por otras instituciones, porque las actuales siguen siendo un reflejo de la violencia histórica ligada a la esclavitud y a la colonización.
Durante su cautiverio escribe If They Come in the Morning: Voices of Resistance [Si vienen por la mañana: voces de la resistencia] (The Third Press, 1971), una colección de textos sobre juicios legales y prisiones en los Estados Unidos. En uno de los ensayos, Notes on Self-Representation [Notas sobre la auto-representación], reflexiona sobre su propia defensa y dice: “Se me acusa de tres delitos capitales: asesinato, secuestro y conspiración. Mi vida está en juego en este caso: no solo la vida de un individuo, sino la vida entregada a la lucha de mi pueblo, una vida que pertenece a la gente negra cansada de la pobreza y el racismo, del encarcelamiento injusto de miles de hermanos y hermanas”.
Davis lleva desde la década de los sesenta trabajando en las cárceles bajo la firme convicción de la abolición del sistema penitenciario, porque considera que este persiste no por su eficacia correctiva sino por su rentabilidad. En el libro Democracia de la abolición: prisiones, racismo y violencia (2005, publicado en España en 2016) habla de una triple abolición: la abolición de la pena de muerte, del complejo industrial-penitenciario y de todos los rastros y las herencias de la opresión racial persistentes en la pena capital y en el sistema de prisiones. Esto es, apuesta por la sustitución del sistema policial y carcelario por otras instituciones, porque las actuales siguen siendo un reflejo de la violencia histórica ligada a la esclavitud y a la colonización.
Feminismos negros
Para Davis, el feminismo es el arma más potente para luchar contra el racismo y el fascismo, puesto que es un vector de crítica y desmantelamiento radical de las estructuras transversales de control político y social, que van desde el espacio doméstico hasta las cárceles, pasando por el trabajo, la identidad o la pertenencia. Por ello, cuando se adhiere a las estructuras del nacionalismo de los Panteras Negras, lo hace con reticencias hacia su supremacía masculina. En Mujeres, raza y clase (1981, publicado en España en 2005), recuerda la importancia de las mujeres en la historia de la protesta estadounidense y expone las raíces comunes de las luchas antiesclavistas y de los movimientos de defensa de los derechos de las mujeres. Profundiza en esta cuestión desde la perspectiva del legado cultural en Blues Legacies and Black Feminism: Gertrude "Ma" Rainey, Bessie Smith, and Billie Holiday [Los legados del blues y el feminismo negro: Gertrude "Ma" Rainey, Bessie Smith, y Billie Holiday] (Random House, 1999), donde indaga en la relación entre la realidad social de la mujer negra, el blues y el jazz, e investiga cómo las raíces del blues deben verse no sólo como una tradición musical sino como un vehículo para mantener viva la memoria colectiva negra de la clase obrera y la conciencia social.
En sus escritos sobre feminismos señala que el género no tendría por qué competir con la raza y explora cómo el uso generalizado de la categoría “mujer” esconde una racialización clandestina según la cual, cuando se nombra a las “mujeres”, en realidad se habla de “mujeres blancas acomodadas”. Asimismo, utiliza la noción de interseccionalidad, incluso antes de ser acuñada por Patricia Hill Collins, para resaltar que muchos de los problemas de las mujeres negras —pero también de las latinas y de clase trabajadora— no son compartidos por las mujeres blancas de clase media.
A sus 77 años, Angela Davis es un agente activo del cambio que empuja a las masas a confiar en la transformación social y en “el deber del individuo de rebelarse en contra del sistema”.
Barcelona y las revoluciones del futuro
Las consecuencias del capitalismo racial, los presos políticos o la violencia de Estado siempre activan el internacionalismo que Davis lleva dentro. Por ello, cuando visitó hace tres años el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona (CCCB) para hablar en el acto “La revolución hoy” y fue testigo de las protestas por los episodios de violencia policial en la celebración del referéndum de independencia de Cataluña del 2017, sintió cierta empatía y fraternidad. Su presencia dejó claro que sigue representando un símbolo internacional de resistencia. La conferencia fue todo un acontecimiento social que atrajo a la población negra y afrodescendiente de todos los rincones de España, siempre necesitada de referentes en su propio proceso de toma de conciencia y de emancipación. Entre el público había chicas jóvenes, y no tan jóvenes, luciendo sus perfectos afros, con libros para firmar, móviles para fotografiarla y camisetas o tote bags con su cara y el Black Power salute.
Desde el estallido de las protestas por las violencias policiales y los estragos de la pandemia entre las poblaciones negras y latinas de Estados Unidos, Davis estuvo particularmente activa. Su objetivo: sacar a Donald Trump de la Casa Blanca. Por esta razón, durante meses ofreció mítines como el de Oakland, concedió entrevistas en diversos medios y ofreció conferencias virtuales a cambio de opulentos honorarios. Aparte de las detracciones que genera por las ingentes cantidades que solicita por sus conferencias, no deja de sorprender que en ellas dialogue con las nuevas generaciones con humildad y curiosidad, mientras intenta inculcarles la necesidad del cambio a través de las revoluciones. Porque, a pesar de todo, confía plenamente en que el mundo cambiará gracias a los procesos revolucionarios, y los anima a conquistar su derecho al liderazgo y a encontrar nuevas estrategias creativas. El streaming del pasado mes de octubre en el CCCB, a pocos días de las elecciones estadounidenses, iba en esa dirección. Habló de la lucha contra el racismo ante la presencia de activistas afrodescendientes —Isabelle Mamadou, Jeffrey Abé Pans, Basha Changuerra y Marra Junior—, que aprovecharon para preguntarle cómo abordar el racismo estructural en el Estado español.
A sus 77 años, Angela Davis es un agente activo del cambio que empuja a las masas a confiar en la transformación social y en “el deber del individuo de rebelarse en contra del sistema”. Con sus aportaciones y contradicciones, es irreemplazable en la historia de las resistencias civiles.
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- Autobiografía. Angela DavisCapitán Swing, 2016
- Democracia de la abolición: prisiones, racismo y violencia. Angela DavisEditorial Trotta, 2016
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N117 - Ene 21 Índice
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